Linda Delgado, excristiana, Estados Unidos (parte 2 of 2)
Descripción: Nuevas experiencias después de abrazar el Islam.
- Por Linda Delgado (© 2013 Linda D. Delgado)
- Publicado 05 Aug 2013
- Última modificación 05 Aug 2013
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También asistía a la clase sobre “Fundamentos del Islam” en la mezquita cuando podía dejar mi trabajo. Todavía era sargento de la policía estatal y era difícil, no, imposible de cubrir. Esto se convirtió en fuente de verdadero descontento y preocupación para mí. Solo me quedaban ocho meses y podría retirarme, así que pedí y se me concedió el derecho de trabajar desde mi casa tres días a la semana, planeando e investigando proyectos.
Después de pasados seis meses, las hermanas de la mezquita a la que asistía aún no me habían acogido. Me sentí decepcionada. Comencé a sentirme como una extraña. Estaba perpleja y preocupada. Traté de hacerme activa en los servicios de la comunidad con algunas hermanas que habían sido amistosas conmigo. Busqué la bondad, amistad y los buenos modales que eran practicados todos los días por mis hijos sauditas. Cometí muchos errores en la mezquita, como hablar en la sala de oración al tratar de ponerme de pie o agacharme. Fui a una celebración de la comunidad y comí con mi mano izquierda, y llevaba las uñas pintadas con esmalte, así que me regañaron. Hice wudú (ablución) de modo incorrecto y me miraron mal. Estaba muy desanimada.
Entonces, un día recibí un paquete por correo de una amiga-hermana que había conocido en internet. En el paquete venían varias abayas, hiyabs, medias de seda, y una nota cálida y amistosa de bienvenida como hermana en el Islam. Ella vive en Kuwait. Luego, una hermana querida me envió un tapete para rezar y un manto de oración que ella misma había hecho a mano. Esta querida hermana vive en Arabia Saudita. Recibí también un correo electrónico con una frase que siempre recuerdo cuando me siento como una “extraña”. La nota decía: “Estoy feliz de haberme hecho musulmana antes de conocer a muchos musulmanes”. Esto no es un insulto. Es un recordatorio de que el Islam es perfecto, pero nosotros los musulmanes somos imperfectos. Así como tengo defectos, también los tienen mis hermanos y hermanas. También comencé a entender aquello que creo personalmente que es uno de los grandes regalos que Al-lah ha dado a los musulmanes: la hermandad en el Islam.
En los últimos cuatro años, mi vida ha cambiado dramáticamente. Mi familia ha llegado a aceptar con generosidad y tolerancia que soy musulmana y que seguiré siéndolo. Todas las gracias son para Al-lah por librarme de las pruebas que muchos conversos tienen que enfrentar con una familia que se esfuerza por disuadirlos del Islam.
Poco a poco, he hecho amistad con algunas hermanas locales y también en el ciberespacio, docenas de amigas-hermanas han llegado a mi familia musulmana brindándome apoyo, amor y amistad. Cuando estaba cerca de cumplir mi primer año como musulmana, me enfermé de una serie de enfermedades graves que amenazaron mi vida. Me aferré fuertemente a la cuerda del Islam y estaba agradecida por el té de semillas negras y el agua de ZamZam que mis amigas-hermanas me enviaron de todo el mundo junto con sus duás (súplicas) diarias.
A medida que mi salud siguió fallando, me debilité físicamente cada vez más, y tuve que dejar mi trabajo en el servicio comunitario, con lo que terminé aislándome de la comunidad musulmana local. Continué esforzándome duro en mi oración, teniendo muchas dificultades con la pronunciación en árabe, pero sin darme por vencida. Mi profesora de Islam grabó algunos casetes y una hermana los trajo a mi casa para ayudarme. Después de dos años, había aprendido a recitar cuatro suras (capítulos) del Corán. Esto puede parecer muy poco para la mayoría de los musulmanes, pero para mí fue un logro enorme. Me puse a aprender las palabras de otras partes de la oración, fueron otros dos años de esfuerzo.
Durante la primera parte de mi tercer año como musulmana, sufrí un ataque cardíaco y me hicieron una cirugía del corazón. Fue una época triste para mí, pues sabía que nunca volvería a tocar el suelo con mi cabeza para rezar, sino que siempre tendría que hacer la oración sentada en una silla. Fue en esa época que entendí realmente la disposición de Al-lah de que el Islam es la religión de la facilidad. Rezar mientras estoy sentada en una silla es aceptable, no ayunar cuando uno está enfermo es aceptable. No tengo que sentirme menos musulmana debido a estas circunstancias.
Después de visitar varias mezquitas y observar que eran como mini Naciones Unidas, comencé a ver que los pequeños grupos dentro de la mezquita estaban formados principalmente debido al idioma y la cultura, y no debido al gusto o disgusto de ninguna persona. Me sentí bien de que a pesar de esas diferencias, siempre podía contar con una sonrisa y un “as-salamu alaikum”.
Después de un tiempo, comencé a estar más atraída hacia las hermanas que se habían revertido al Islam como yo. Tenemos mucho en común: experimentamos muchas de las mismas pruebas, como los miembros no musulmanes de la familia, la dificultad para pronunciar el árabe, estar solas en las celebraciones musulmanas, y no tener un miembro de la familia con quién romper ayuno en Ramadán. A veces nuestras reversiones implican perder amigos de toda la vida que simplemente no pueden aceptar nuestros nuevos hábitos, o debido a nuestro abandono de actividades comunes a los no musulmanes, como bailar y estar en grupos mixtos.
Al verme obligada a dejar los servicios comunitarios, busqué alguna forma de contribuir a la gran comunidad musulmana. Continuamente le pedía a Al-lah Su ayuda en esto. Un día, mi joven nieta me sugirió que escribiera libros sobre mis hijos sauditas, el Islam, y la experiencia de mi familia con el Islam. Decidí escribir los libros e incluir historias sobre un grupo de muchachas jóvenes, tanto musulmanas como no musulmanas, que eran amigas. Las historias incluirían los problemas encontrados por las jóvenes en la escuela y en la casa, y usaría mi conocimiento del Islam como guía para los personajes de los libros.
Comencé a escribir una serie de libros que llamé “Libros islámicos rosa”. Creé un grupo electrónico para hermanas autoras y aspirantes a escritoras, y esto desembocó en la creación de la Alianza Islámica de Escritores. La Alianza es una organización internacional creada para proporcionar apoyo a autoras musulmanas y aspirantes a escritoras. Nuestro objetivo principal es ayudarnos mutuamente a promover nuestras obras entre lectores y editores. También decidí ayudar a dos bancos de alimentos musulmanes creando bases de datos que los ayudan a mantener su inventario, clientes y contactos, y a crear los reportes necesarios para efectos de financiación. Decidí que gastaría una gran porción de los beneficios de las ventas de mis libros para comprar libros islámicos para bibliotecas infantiles. He descubierto que muchas de dichas bibliotecas tienen un montón de estantes vacíos a donde pertenecen los libros islámicos.
Todavía tengo mucho qué aprender sobre el Islam. Nunca me canso de leer el Corán y uno de mis pasatiempos favoritos es leer sobre personajes históricos y prominentes del Islam. Cuando no estoy segura sobre algo en el Islam, miro en la Sunnah del Profeta, la paz sea con él. Veo la forma en que él respondía a las situaciones y uso eso como mi guía. Mi viaje en el Islam continuará, y espero que con muchas nuevas experiencias. Agradezco a Al-lah a diario por Su Misericordia y Amor.
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