Um Abdulaziz, excristiana, Estados Unidos (parte 4 de 4): Conversión del cristianismo al Islam
Descripción: Ella encontró paz interior al entender la naturaleza de Dios a través de una religión auténtica: el Islam.
- Por Um Abdulaziz
- Publicado 10 Dec 2012
- Última modificación 10 Dec 2012
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En realidad, estoy en deuda con todos aquellos que me han preguntado por qué soy musulmana hoy día, puesto que escribir esta respuesta me animó a releer la Biblia (después de todos estos años) y aclarar en mi mente una vez más los muchos argumentos con los que inicialmente tropecé y las razones por las que eventualmente abracé el Islam. Al leer la Biblia en la actualidad, siendo musulmana, me sorprendió lo que encontré en ella. En verdad, había leído cada versículo de la Biblia como cristiana, y sin embargo nunca había escuchado su mensaje completo.
Fui una cristiana “renacida” (del movimiento cristiano carismático). Una noche lluviosa y estimulante, sentí que el Espíritu Santo me había despertado. Fui salva y bautizada y asistí durante años a los servicios de la iglesia varias veces a la semana. Quería aumentar mi fe. Tenía muchas preguntas, pero en cuanto uno va más allá de la experiencia de salvación, ¿dónde encuentra las respuestas? Cada secta y denominación enseña algo distinto. ¿Cuál está en lo cierto? Escuché muchas enseñanzas distintas: algunas me parecían buenas, pero cuando preguntaba dónde podía encontrar esas enseñanzas en la Biblia, rara vez recibía respuestas satisfactorias.
A partir de mis parientes, amigos y vecinos, llegué a conocer acerca de varios grupos distintos de cristianos. También supe acerca de algunos judíos y ateos. A través de mis amigos, eventualmente fui conducida hacia la Iglesia Católica. Su reputación como la iglesia más “antigua” y “original” me atrajo junto con las enseñanzas (quizá poco ortodoxas) de algunos sacerdotes respecto a que Dios es diferente para cada quien (en otras palabras, Dios es lo que tú quieras que sea). Ellos me enseñaron que podía ser católica aún sin creer todo lo que provenía de Roma.
Los católicos no tenían las experiencias de salvación que había observado entre los cristianos carismáticos. Sin embargo, tenían aparentes “milagros” propios. Un grupo había viajado a Yugoslavia donde muchos jóvenes habían tenido visiones periódicas de la Virgen María. Durante el viaje, los eslabones metálicos corrientes del rosario de una mujer piadosa de nuestra iglesia se convirtieron en oro puro, y un periodista protestante que viajaba con ellos para cubrir la historia, había visto que una estatua de la Virgen María derramó lágrimas.
Al visitar a mis tíos asistí con ellos a su iglesia pentecostal. Allí presencié cómo mis parientes y demás fieles “hablaban en lenguas”. Estaban literalmente, físicamente, “trascendidos por el Espíritu Santo”, predicando y gritando en alguna lengua ininteligible, en una voz que no era la suya propia. Para ellos esta era una experiencia muy personal y transformadora. Yo admiraba sus elevados estándares morales.
También había escuchado acerca de algunos grupos de la nueva era que estaban teniendo la experiencia de “salir de sus cuerpos”, de “trascender” sus cuerpos físicos para hacerse uno con Dios (si creían en Dios) o con la “Luz” o con la “Paz”. Muchos libros nuevos sobre experiencias trascendentales hicieron que este tema se volviera muy popular.
Por esa época, conocí por primera vez en mi vida a algunos musulmanes. Ellos me contaron historias sobre victorias milagrosas que los guerreros afganos que luchaban por la libertad habían tenido sobre el poderío de sus opresores soviéticos. Las historias que llegaban de Afganistán eran increíbles y sobrenaturales, yo no sabía si podía creerlas del todo, pero sabía que los afganos estaban presionando, con un mínimo de pérdidas en vidas, al ejército soviético para que saliera de su territorio y así establecer un estado “musulmán”.
Estuve preguntándome acerca de todo esto. ¿Cómo era posible que personas de religiones distintas y opuestas recibieran estas señales? ¿Dios podía estar diciéndole a cada uno de ellos que estaba siguiendo el camino correcto?
Hoy día, como musulmana, no tengo que vivir en la duda y la confusión. Sé que los poderes tanto del bien como del mal son capaces de realizar maravillas “sobrenaturales” (la Biblia también afirma esto en Mateo 24:24). Las experiencias con espíritus buenos y malos, demonios, etc. (que los musulmanes llamamos yinn) son reales. Los yinn son otro tipo de creación con libre albedrío igual que los hombres. El Islam enseña que Satanás no es un ángel caído como afirman los cristianos, sino un yinn. (Según el Islam, los ángeles no tienen libre albedrío, por lo que no pueden desobedecer a Dios.) Algunos cristianos niegan la existencia de los yinn aunque son mencionados en la Biblia en repetidas ocasiones (Mateo 4:24, 7:22, 8:28-33, 11:18, 12:28, 17:18; Marcos 1:34; 1 Timoteo 4:1; Santiago 2:19; Apocalipsis 18:2). Sus “poderes” son reales y nos han sido descritos en el Corán como capaces incluso de “susurrarnos” en nuestros corazones (Corán 114:1-6). Pero Dios ha creado nuestras almas en la mejor forma posible, inspirándolas con el conocimiento de Él, y de lo bueno y lo malo. Dios también nos ha dotado con el intelecto como confirmación de la fe, y la fe verdadera está en paz tanto con nuestra naturaleza innata como con nuestro intelecto.
Por la gracia de Dios (alabado sea), el Islam conquistó mi corazón y mi mente. Una vez reconocí los errores fundamentales de mi camino anterior y descubrí la verdad absoluta del Islam, supe que necesitaba hacer grandes cambios en mi vida. Para hacer que mi fe fuera aceptable para Dios sabía que tenía que vivirla. Tenía que permitir que las convicciones de mi corazón controlaran los actos de mi cuerpo. No podía seguir negando que mi vida, mi salud y todo lo demás me habían sido otorgados solo por la gracia de Dios. Tampoco podía seguir permitiéndome asociarle nada ni nadie a Dios en Su divinidad. Con mi amigo musulmán especial, fui a la mezquita local (el templo islámico) para hacer una confesión verbal y pública de que no existe sino un solo Dios, Allah, y que nada ni nadie merece adoración sino solo Él, y que Muhammad es Su siervo y Mensajero (la paz sea con él).
Irónicamente, la vestimenta islámica que elegí —lo que les dice inmediatamente a otros estadounidenses que soy “diferente”— no debería parecerle extraña a ningún cristiano. El Nuevo Testamento enseña a las cristianas:
“En cuanto a las mujeres, quiero que ellas se vistan decorosamente, con modestia y recato, sin peinados ostentosos, ni oro ni perlas ni vestidos costosos”. (1 Timoteo 2:9)
También les dice que deben cubrir sus cabellos.
“Toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta deshonra al que es su cabeza; es como si estuviera rasurada. Si la mujer no se cubre la cabeza, que se corte también el cabello; pero si es vergonzoso para la mujer tener el pelo corto o la cabeza rasurada, que se la cubra”. (1 Corintios 11:5-6)
También existe entre las mujeres judías la tradición de cubrirse con un velo.
Como conversa al Islam, en lugar de hallarlo opresivo, he encontrado que el hiyab es liberador. Tengo una sensación de respeto mucho mayor saliendo de casa con hiyab que vestida como lo hacía antes del Islam. El hiyab libera a la mujer de los límites de la sociedad no islámica donde su “valía” está determinada principalmente por su apariencia física. Por supuesto, hay otras razones por las que continúo poniendo mi fe en el Islam. Mientras más aprendo del Islam y de otras religiones, mayor es mi certeza de que he tomado la decisión correcta al seguir el Islam. Ruego a Dios que me brinde Su misericordia, perdone mis faltas, incremente mi fe, y me libre de la tentación. Te invito a leer el Corán y a buscar la verdad por tu propia cuenta.
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