Hussein Abdulwahid Amin, excatólico, Irlanda (parte 2 de 4): Investigando las fuentes cristianas
Descripción: Hussein habla sobre su experiencia al investigar la Biblia y nos da una idea de sus conclusiones.
- Por Hussein Abdulwahid Amin
- Publicado 24 Sep 2012
- Última modificación 24 Sep 2012
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San Pablo y la iglesia cristiana primitiva
Después de haber ido tan lejos como pude en mi investigación sobre el Islam en ese momento, a continuación inicié un estudio serio sobre el Jesús histórico y la iglesia cristiana primitiva. Quedé atónito con lo que aprendí, cosas que jamás había escuchado en mis 40 años de educación religiosa en colegios católicos. A medida que aumentaba mi conocimiento, llegué a rechazar lo que ahora consideraba como innovaciones doctrinales del evangelista más importante de la iglesia primitiva, Pablo de Tarso, conocido normalmente como San Pablo el Apóstol. Pablo no fue apóstol en realidad. De hecho, él nunca conoció personalmente a Jesús, sino que declaró recibir visiones de Jesús que negaron el conocimiento histórico y teológico de primera mano de aquellos que habían conocido y seguido a Jesús durante su ministerio verdadero. La abrogación de Pablo de la Ley de Moisés fue censurada por la iglesia de Jerusalén, liderada por Pedro e integrada por los discípulos judíos originales de Jesús. Ellos se veían a sí mismos como un movimiento dentro del judaísmo y no aceptaban gentiles a menos que se convirtieran al judaísmo, por ejemplo, a través de la circuncisión y la aceptación de la ley judía sobre la dieta diaria. Para los discípulos judíos originales de Jesús, la noción de un Hijo de Dios literal y físico habría sido una blasfemia y una violación directa al Primer Mandamiento. En Éxodo 20:2-5 leemos:
“Yo soy el Señor tu Dios... No tengas otros dioses además de mí... Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso”.
Y Deuteronomio 6:4:
“Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”.
No parece haber ninguna posibilidad de un “Hijo de Dios” o una Trinidad con base en estas lecturas, sólo hay la posibilidad de un Dios, “el Padre” en la jerga cristiana, o Allah como es conocido por los musulmanes. [Allah simplemente es la palabra en idioma árabe para Dios (con D mayúscula). Él no es alguna otra deidad, como algunas personas en Occidente erróneamente piensan. Los judíos y cristianos de habla árabe también utilizan la palabra Allah, y Allah aparece en la Biblia traducida al árabe.]
Este entendimiento de un Hijo de Dios literal y físico habría sido (y sigue siendo) una blasfemia para los judíos, lo que confirmé a través de correspondencia privada que sostuve con un profesor universitario de religión que era judío. Hablando del entendimiento de los judíos respecto al Mesías, él afirmó: “La figura descrita aquí es claramente un ser humano, no una divinidad ni un hijo de Dios”.
El trabajo misionero de San Pablo se dirigió esencialmente a los paganos politeístas del norte del Mediterráneo. En Corinto se dio por vencido en su campaña hacia los judíos, quienes se mantuvieron fieles a la adoración del Dios Uno y a la Unidad y Unicidad de Dios. En Hechos 18:6 Pablo declara a los judíos:
“¡Caiga la sangre de ustedes sobre su propia cabeza! Estoy libre de responsabilidad. De ahora en adelante me dirigiré a los gentiles”.
La noción de dioses que tienen hijos había sido muy familiar a gentiles tales como los griegos. Sospecho que Pablo distorsionó el mensaje de Jesús para hacerlo más aceptable a su audiencia y con ello ganar tantos adeptos como le fuera posible en el menor tiempo posible. Vemos evidencia de ello en Hechos 17: 22-23, donde Pablo en Atenas desvió de forma explícita la religión existente de los griegos para presentarles su versión corrupta del cristianismo. También hay evidencias de que Pablo hizo las cosas sobre la marcha y armó doctrinas de la nada sin remitirse a las escrituras judías, las enseñanzas de Jesús, y ni siquiera a sus supuestas visiones. Por ejemplo, en 1 Corintios 7:25, respondiendo una pregunta sobre las personas solteras, Pablo admite: “No tengo ningún mandato del Señor”. Sin embargo, procede a ofrecer su propia opinión personal, basado en su autoproclamada capacidad como “quien, por la misericordia del Señor, es digno de confianza”(1 Cor 7:25).
La cuestionable validez del Nuevo Testamento
Al crecer en un hogar católico y asistir a escuelas católicas, consideré siempre la Biblia como incuestionable por ser Palabra de Dios. Como resultado de mi estudio privado a edad adulta sobre la historia de la escritura y la compilación de la Biblia, comencé a ver al Nuevo Testamento en particular con profundas sospechas. Fue escrito principalmente por Pablo o sus seguidores. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que desde el capítulo 16 en adelante, los Hechos de los Apóstoles siguen la carrera de Pablo, no la de su co-misionero Bernabé, un discípulo original de Jesús. Bernabé fue conocido como el fundador de la iglesia cristiana en Chipre y fue el autor de un Evangelio que fue aceptado por los primeros cristianos. Pero su Evangelio fue arbitrariamente excluido de la Biblia cuando el Nuevo Testamento fue compilado oficialmente por primera vez a instancias del pagano emperador romano Constantino, tres siglos después de una amarga discusión (Hechos 15:36-40).
En cuanto a los cuatro Evangelios aceptados hoy día como canónicos por la cristiandad (y sólo desde fecha tan tardía como el Concilio de Nicea en 325 d.C.), estos fueron compilados por unas poco fiables tercera y cuarta mano, mucho tiempo después de la vida de Jesús.
Marcos: 65-75 d.C.
Lucas: 80-85 d.C.
Mateo: 85-90 d.C.
Juan: 95-140 d.C.
Fuente: Universidad de Calgary, Departamento de Estudios Religiosos[1].
¿Cómo puede la verdadera Palabra de Dios contener dos genealogías notoriamente diferentes de Jesús (Mateo 1:1-17 y Lucas 3:23-37)? ¿Y por qué incluye genealogías humanas si Jesús fue realmente el “Hijo de Dios” literal o físico? Dos evangelios diferentes brindan dos figuras distintas. Los números reales son un detalle relativamente trivial, pero estos ejemplos subrayan un punto importante: la falta de fiabilidad de los Evangelios respecto a la vida y las enseñanzas de Jesús y su falta de idoneidad como base doctrinal.
Más aún, en general, es particularmente importante considerar que, además del hecho de que los Evangelios no son relatos contemporáneos, fueron escritos en retrospectiva en un ambiente de disociación del judaísmo y de integración con la Roma pagana durante o después del fallido levantamiento judío contra Roma entre el año 66 y 74 d.C. Por el contrario, el Evangelio más antiguo y más auténtico escrito por Bernabé fue excluido de la Biblia oficial y suprimido por el establecimiento paulino dominante de la Iglesia a partir del siglo IV.
Además, me parece una tontería tener que señalarlo, pero Jesús, sus apóstoles y sus discípulos, fueron judíos cuyas escrituras estaban en hebreo. Sin embargo, el Nuevo Testamento fue escrito en griego. Y en un apéndice a la Biblia de las Buenas Nuevas, autorizada por la Iglesia Católica, se listan 85 casos, incluyendo 15 en los Evangelios, en los que los escritores del Nuevo Testamento ponen a Jesús y a otros personajes principales del cristianismo primitivo citando, parafraseando o haciendo alusión a textos que no provienen del Antiguo Testamento original en hebreo, sino de la versión Septuaginta, una traducción al griego hecha en Egipto alrededor de 200 a.C. El apéndice declara:
“En varios casos, esta versión difiere de manera significativa del sentido del texto hebreo masorético”.
No es creíble que Jesús y sus seguidores citaran a partir de una traducción en lengua extranjera que contenía diferencias significativas, en lugar de citar el hebreo original de sus escrituras judías. Esto arroja dudas sobre la validez del Nuevo Testamento y socava su credibilidad como base doctrinal.
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