Mi, excristiana, Estados Unidos (parte 3 de 3)
Descripción: La hija de un predicador bautista sureño encuentra su camino hacia el Islam. Parte 3: La búsqueda espiritual sincera y el cuestionamiento la llevaron finalmente al Islam.
- Por Mi
- Publicado 26 Oct 2015
- Última modificación 26 Oct 2015
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En una noche en particular, mientras prestaba la mitad de mi atención a mi instructor y la otra mitad a los pensamientos incesantes que tenía con respecto a la fe y la religión, comencé a escribir mis pensamientos y preguntas. Sentada a mi izquierda había una hermana africana que tenía un matrimonio interracial y era cristiana. Yo sabía que ella estaba orgullosa de ser cristiana y eso le producía la misma alegría que yo solía tener. Le pasé un pedazo de papel para que ella intentara responder. En un receso de la clase, ella trató de responder mis preguntas sobre la Trinidad, el pecado y la expiación pero, por algún motivo, los preceptos de los que ella hablaba eran conocidos para mí y sin embargo no los entendía. La muchacha musulmana estudiosa y silenciosa estaba sentada detrás de la chica cristiana. Le pasé la misma nota. Para mi sorpresa, ella me escribió respuestas que eran absolutamente claras y concretas. Su lenguaje corporal era sutil, ella no estaba inclinada a escribir frenéticamente tratando de convertirme a su fe, como lo hizo la otra hermana. Me escribió algunos sitios Web donde yo podría encontrar mejores explicaciones. ¿QUÉ ACABABA DE OCURRIR? ¿Por qué, en primer lugar, yo le había preguntado a una musulmana? ¿Acababa de darle un vuelco a mi identidad? Con las respuestas claras que ella me proporcionó, si yo fuera ministro, ¿cómo podría compartir con ella el evangelio y convertirla? Ya que ella provenía de otro país, no tenía el concepto de la expiación ni de un Dios trino.
Una vez en casa, después de escribir algunos documentos y cuando mi esposo salió a trabajar, visité los sitios web sobre el Islam. La mayoría de ellos tenían información consistente. Los sitios que parecían espeluznantes, llamando Salat a la oración, por ejemplo, eran obviamente lo que yo no buscaba. Alabado sea Dios, ahora en retrospectiva, era solo yo buscando estas respuestas sin nadie que interpretara lo que leía, y yo podría cifrar lo que no era Islam. Leí todo lo que pude encontrar. Me había obsesionado con la religión y la búsqueda de lo que se sintiera correcto. Llegué a la conclusión de que no hay más que un solo Dios. Consideré el ateísmo, pero el mundo natural, el cuerpo humano, la fuerza dentro de nosotros que nos hace quienes somos, son demasiado intrincados para ser alguna coincidencia cósmica o accidente. Así que todo se redujo al judaísmo o al Islam.
Entre tanto, los semestres pasaron y mi vida personal comenzó a desmoronarse. Le presenté a mi marido mis hallazgos acerca del Islam. A él eso no le gustó en lo absoluto, dejó de hablarme durante dos días. Cuando estuvo listo para hablar, me dijo que no sabía de dónde había salido todo eso, y que no entendía por qué yo quería pasar tanto tiempo en la universidad o con los amigos de la universidad. Con su desaprobación total y sabiendo que él jamás se convertiría, estudié en secreto. Con dos bebés, un tirón constante en mi corazón y una opresión en las vísceras acerca de los asuntos que tenía frente a mí, tenía que tomar algunas decisiones. Una noche, estaba observando a través de internet a una persona haciendo la shahada, la declaración de fe. Comencé a llorar sin control y hasta el día de hoy no sé por qué ni puedo explicar qué era lo que sentía en ese instante. Después de unos días hice mi shahada en solitario. Incluso la hice en tres ocasiones distintas para estar segura.
Durante mi búsqueda vi muchas opiniones con respecto a la religión y la fe. La mayoría de la gente atea, agnóstica o personas apóstatas del Islam habían visto injusticia o habían experimentado dificultades, y culpaban de ello a Dios. Me aseguré de no hacer lo mismo. Me aseguré de considerar todos los argumentos, de retractar mis afirmaciones blasfemas sobre Dios cuando estaba enojada con Él, y confié que cualquier acción que llevé a cabo con base en algunos sentimientos de fe no era culpa de Dios. Había escuchado argumentos sobre que las personas cuya fe es débil son más susceptibles a que alguien pueda convertirlas. No creo que ese fuera mi caso. Mi posición es que siempre he buscado qué es lo que Dios quiere que yo haga. ¿Acaso quiere Él esas acciones corporales de culto, mientras más ruidosas mejores? ¿Acaso quiere Él que vivamos segregados por color o por cultura? A pesar de tener preguntas y de sufrir depresión clínica, siento que me debía a mí misma tomar la decisión más coherente, sólida y clara. Me gustaría decir que la vida se me hizo más fácil, que hubo mariposas y arco iris y que viví feliz para siempre, pero ese no es el caso. Mi matrimonio se acabó y soy la única musulmana de mi familia. Lucho con las oraciones, ya que mi concepto de adoración era completamente distinto. Muchos conversos revelan cómo han alcanzado tanta paz a través de la oración, o cómo sienten ese tirón en el corazón, pero eso fue una lucha para mí. Mis conflictos personales como musulmana tienen que ver con cultura frente a fe, y la sensación de simplemente salir sola vistiendo hiyab por mis creencias. Sin embargo, lo más hermoso para mí después de hacerme musulmana es que finalmente han sido respondidas mis súplicas y preguntas. Esto me trae mucha paz y hace que mi lucha sea mínima en comparación con los beneficios que he ganado.
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