Jina Talang, excatólica, Filipinas
Descripción: Cómo encontró un nuevo estilo de vida puro y hermoso.
- Por Jina Talang
- Publicado 19 Jun 2017
- Última modificación 19 Jun 2017
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Introducción
Revelar mi historia no es nada fácil para mí, porque me duele muchísimo recordar mi vida pasada. Pero tener a Al‑lah en mi vida me dio el valor para hacerlo.
En el Nombre de Al‑lah, el Más Clemente, el Más Misericordioso.
Todas las alabanzas son para Al‑lah, Señor de todos los mundos, el Más Clemente, el Más Misericordioso y el Soberano del Día del Juicio. La paz y las bendiciones sean con el Profeta Muhammad, su familia, sus compañeros y con todo aquel que siga su camino hasta el Día de la Resurrección.
¿De dónde soy?
Provengo de una pequeña ciudad en Filipinas llamada Rizal, en Cagayan. Fui criada por padres de distinta religión. Mi padre era católico romano y mi madre era protestante. En canto a mí, prefería la religión de mi padre, pero jamás fui muy religiosa, debido a que había muchas preguntas al respecto en mi mente, por ejemplo:
·¿Por qué tengo que confesarme con un sacerdote y dejar que él le pida perdón a Dios por lo que sea que yo haya hecho mal?
·¿Por qué tengo que rezarles a los santos y no directamente a Dios?
·¿Dónde está Dios? ¿Él existe como humano?
·¿Jesús realmente era el hijo de Dios?
·¿Por qué existen tantas versiones de la Biblia?
·¿Qué me espera después de la muerte?
Durante mucho tiempo, sentí que estaba desperdiciando mi tiempo. Quería saber la verdad y cuál era el camino correcto de la vida −una vida con la presencia amorosa de Dios−.
Cuando cumplí doce años de edad, mi padre fue arrestado y acusado de asesinar a su tío (el hermano de mi abuelo) debido a una disputa por una herencia. Por lo que sé, mi padre no lo hizo. Ellos simplemente no quieren que él reciba nada de la herencia que le corresponde.
Debido a que no pudimos pagar un abogado, mi padre fue condenado a siete años de prisión. Pero como se comportó bien en la cárcel, lo dejaron en libertad después de cinco años. Durante sus años encarcelado, criarnos se convirtió en una carga para mi madre. Por suerte, tuvimos a buenas personas a nuestro alrededor (mi tío y mi tía maternos), quienes nos apoyaron mucho.
A propósito, éramos cinco hermanos, cuatro mujeres y un hombre. Yo era la tercera entre ellos. Pero debido a la escasez de dinero, solo terminé la secundaria. Después que me gradué, mi tío paterno me llevó a Manila para encontrar allí trabajo. Con la ayuda de Dios, hallé rápidamente trabajo en una librería. Parte de mis ingresos los enviaba a mi madre. Un año y medio después, una de mis amigas me animó a trabajar en el extranjero.
Una semana después, ella me presentó en la agencia. Me dijeron que presentara mis credenciales, así que reuní todos los documentos que me exigieron. Después de un mes, me informaron que tenía que hacerme unos exámenes médicos. Gracias al amor y la misericordia de Dios, pasé dichos exámenes, y dos semanas después partí con rumbo a Kuwait.
Le agradezco a Dios que tuve una jefa amable y considerada. Tres años después, pedí un aumento de salario. Pero mi jefa me dijo que no podía pagármelo. Así que le pedí que me diera libertad para encontrar otro trabajo. Por suerte, no me lo impidió.
Trabajé entonces en una sala de billar en Khaitan. Allí conocí a una indonesia creyente en Al‑lah, que tenía una fe muy fuerte. Su forma de creencia me animó a leer libros sobre el Islam.
¿Cómo era yo en la época de mi ignorancia del Islam?
Jamás pensé que el Islam fuera una religión que valiera la pena estudiar. La mayoría de mis amigos eran cristianos. Solíamos ir juntos a rezar en la iglesia, pero para mí era en vano. Solo sentía la ausencia de Dios. Me di cuenta de que estaba totalmente perdida, lo que me hacía sentir más desesperada por hallar el camino recto. Así que me compré una traducción del Corán al tagalog, pero no pude leer más que dos páginas. Así que decidí dejarlo a un lado y comprar más libros y panfletos sobre el Islam. Sin embargo, llegué a un punto en que ya no entendí más, así que fui al Comité de Presentación del Islam en Rawda, Kuwait. Todas las hermanas me dieron la bienvenida de forma calurosa. Fue mi primer encuentro con un grupo de mujeres creyentes en el Islam. Para mi sorpresa, no me sentí como una total extraña. Fue cuando comencé a asistir a clases islámicas. Cada minuto de conferencia y cada página de cada libro me parecían una revelación. Me dio una satisfacción espiritual que jamás había sentido antes, pero todavía no me decidía a abrazar el Islam.
¿Cuándo abracé el Islam?
El 6 de junio de 2004, decidí abrazar el Islam. Di mi testimonio de fe en la corte. Fue una gran experiencia para mí. Todas las musulmanas que estaban allí me abrazaron con alegría. Supe que había sido guiada al camino correcto, y que había tomado la mejor decisión de mi vida. Después de dos años de haber abrazado el Islam, regresé a Filipinas para asistir a la boda de una de mis hermanas.
¿Cómo era yo cuando me hice musulmana?
Estar lejos de cualquier otro musulmán, viviendo en el lugar donde crecí, fue una prueba muy grande para mí. Tuve que controlar mis deseos de usar mi ropa anterior como minifaldas y blusas escotadas de manga corta. Al‑lah nos prohíbe descubrir la belleza de nuestro cuerpo excepto en la intimidad, y solo en presencia de cualquiera que pueda ser mahram para la mujer (es decir, alguien con quien esté prohibido casarse).
Después tres meses en aquel lugar aislado (lejos de cualquier otro musulmán) me resultaba realmente difícil mantenerme firme en mi religión. Así que volví corriendo a Kuwait para estudiar más sobre el Islam.
¿En qué me ha beneficiado el Islam?
El Islam me hizo entender la importancia de usar el hiyab y de vestirme islámicamente, a pesar de que me sentí incómoda con ello al comienzo. A medida que los días pasaron, me acostumbré a su uso. Ahora incluso utilizo abaya.
El Islam disminuye mi deseo de ponerme maquillaje cada vez que salgo, así sea con mi familia o mis amigos.
El Islam me enseñó cómo salvaguardarme y cómo evitar actos malvados.
El Islam me enseñó el verdadero significado de la hermandad.
El Islam me ha hecho más cuidadosa con mis actos y mis pensamientos.
Para terminar
Una mujer creyente que viste hiyab y ropas islámicas es tan hermosa como un ángel. Lo que guardas en secreto por la causa de Al‑lah, aumenta en valor. En otras palabras, mantener el cuerpo de la mujer en secreto, aumenta su encanto a los ojos de un hombre creyente.
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