Lecciones de la historia de Moisés y Jíder (parte 2 de 2): Un viaje de aprendizaje
Descripción: Moisés y Jíder viajan juntos y Jíder le enseña muchas lecciones a Moisés, incluyendo el valor de la paciencia.
- Por Aisha Stacey (© 2016 IslamReligion.com)
- Publicado 25 Jul 2016
- Última modificación 01 Aug 2016
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Los musulmanes aman y respetan a Moisés (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él), Dios lo menciona en el Corán más de 120 veces. Su historia es contada a lo largo de muchos capítulos, siendo uno de ellos el sura 18 (La Cueva). Aquí es donde se encuentra la historia del encuentro entre el Profeta Moisés y el hombre sabio conocido como Jíder.
Esta historia nos recuerda que Dios es el Más Sabio. Dios reúne a dos de los hombres más sabios de la historia y nos enseña que el decreto de Dios deriva de Su sabiduría suprema y absoluta. La vida de un ser humano a veces es acosada por pruebas, tragedias o calamidades que parecen no tener sentido alguno, pero que en retrospectiva las vemos como lo que realmente son: lecciones del Más Sabio diseñadas para acercarnos a la recompensa suprema, el Paraíso (Al Yanna).
Estar satisfechos con el decreto de Dios, aunque inicialmente lo sintamos placentero o desagradable, es la lección más importante que podemos aprender de la historia de Moisés y Jíder. Creer en el decreto divino es uno de los seis pilares de la fe islámica. Por lo tanto, no solo aceptarlo, sino también comprender lo que ello implica, es importante. Los problemas que enfrentamos en la vida pueden ser fuente de bien para nosotros.
El Profeta Muhammad (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él) dijo: "¡Qué maravilloso es el caso del creyente!, pues sus asuntos son todos buenos y esto solo aplica al creyente. Si algo bueno le ocurre, es agradecido por ello y esto es bueno para él. Y si algo malo le ocurre, lo tolera con paciencia y esto es bueno para él"[1].
En este punto, si no estás familiarizado con la historia de Moisés y Jíder como está narrada en el Corán, sería de mucho beneficio que la leyeras por cuenta propia y la tuvieras fresca en tu mente mientras seguimos a Moisés en su viaje. La meta de Moisés era hallar al hombre con más conocimiento del que él mismo tenía. Partió con un muchacho, probablemente Josué, el hombre piadoso que guio a los hijos de Israel después de la muerte de Moisés. Dios lo instruyó para que cargara un pescado en un recipiente, y le dijo que cuando el pez desapareciera, encontrarían al hombre que buscaban. Así comienza la historia y, a lo largo de la misma, Dios nos imparte Su sabiduría y conocimiento.
Mientras Moisés tomaba una siesta, su compañero vio cómo el pez se alejaba retorciéndose hasta deslizarse al agua; sin embargo, olvidó informarle esto al Profeta Moisés hasta mucho después, cuando ya habían avanzado bastante camino. Cuando el Profeta Moisés se dio cuenta de que habían pasado más allá del punto de destino, deshizo con premura sus pasos hasta el lugar donde el pez entró al agua. No regañó a su compañero ni se lamentó por haberse salido de curso, no desperdició tiempo ni esfuerzo. Lo pasado, pasado; esa era la voluntad de Dios. El comportamiento del Profeta Moisés es el de una persona satisfecha con el decreto de Dios. Una vez supo que se había desviado de la trayectoria correcta, tomó la acción necesaria para regresar al camino correcto. Esta es una lección para todos nosotros. En esta vida, muchos de nosotros elegimos el camino equivocado, ¡pero tememos rectificar nuestros errores o nos da vergüenza hacerlo! Una vez que una persona se da cuenta de que ha cometido un error, debe enfilar de inmediato hacia la dirección correcta. Esto nunca debe ser considerado una derrota, pues en realidad es una victoria.
Al regresar al lugar donde el pez escapó, Moisés encontró al hombre que había estado buscando: Jíder. Dios decidió educar al Profeta Moisés a través de tres eventos que se sucederían durante el viaje de Moisés con Jíder. Jíder se mostró reacio a viajar con Moisés porque pensó que Moisés no tendría la paciencia para ver en profundidad esos eventos y aprender de ellos. Sin embargo, Moisés fue capaz de convencer a Jíder de que estaba ansioso por aprender de él, así que se pusieron en marcha juntos.
El Profeta Muhammad subrayó continuamente la importancia del conocimiento. Nos dijo en sus tradiciones que los ángeles oran por los eruditos, que Dios asiste a las personas que buscan conocimiento, y que los eruditos son los herederos de los profetas.
En el primer evento, Jíder y Moisés abordaron una embarcación en la que Jíder perforó un hoyo haciendo que el barco fuera defectuoso y no pudiera navegar. Moisés se horrorizó y señaló su acción como malvada. Jíder le recordó entonces a Moisés que había estado de acuerdo en tener paciencia y no hacer preguntas. Moisés reafirmó su promesa y continuaron. El Corán nos dice que cuando pasaron al lado de un muchacho, Jíder lo mató. Moisés quedó horrorizado y olvidó su promesa. Jíder se la recordó de nuevo y continuaron. Finalmente, llegaron a una ciudad y le pidieron a la gente que los alimentaran porque estaban hambrientos después de un largo viaje. La gente se negó, y en lugar de enfrentar a la gente o dejar atrás la ciudad, Jíder reconstruyó un muro que estaba cayéndose. Moisés no podía entender por qué el no pidió que le pagaran por ello. Jíder le informó entonces a Moisés que ese era el fin de su viaje juntos, pero que le explicaría las razones por las que actuó en la forma en que lo hizo en las tres situaciones.
Jíder causó un pequeño daño al barco para protegerlo de un mal mayor. Había un rey que venía detrás de ellos, apoderándose de toda embarcación que pudiera salir al mar. En lugar de perder su bote, su medio de subsistencia y posiblemente sus vidas, los pescadores solo tendrían que reparar el pequeño daño. En cuanto a la vida del muchacho, él estaba destinado a crecer y ser una carga pesada para sus padres, debido a sus múltiples crímenes y pecados, de modo que Dios decidió remplazarlo con un buen niño piadoso. En el último evento, Jíder reconstruyó la pared a pesar de que la gente de la ciudad no fue nada amigable, debido a que Dios le indicó que lo hiciera. Debajo de la pared había un tesoro que pertenecía a dos jóvenes huérfanos. Dios quería que permaneciera oculto hasta que los jóvenes fueran hombres adultos y pudieran tomar su tesoro sin temor a ser acosados o robados, ya que su padre había sido un hombre recto.
Jíder actuó de la manera en que lo hizo en las tres situaciones en completa obediencia a las órdenes de Dios, no decidió hacer esas cosas por un juicio personal y no tenía conocimiento absoluto de lo oculto. Es importante entender que Dios no crea el mal por cuenta propia, sino que a menudo el mal es precursor del bien. Estos tres eventos ilustran este punto. Cuando entendemos esto, dejamos de sentirnos victimizados o tratados de modo injusto. A veces, el bien en una situación difícil no aparece claro hasta un largo tiempo después, y en otras ocasiones, es aparente de inmediato. La historia de Moisés y Jíder nos dice que debemos ser pacientes y confiar en la misericordia y la sabiduría de Dios. Nos dice que Dios no trata a nadie de forma injusta, y que Su decreto para nosotros siempre es el más junto e inherentemente generoso.
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