La historia de Moisés (parte 3 de 12): Moisés huye de Egipto
Descripción: Dios reemplaza la debilidad con la fuerza.
- Por Aisha Stacey (© 2012 IslamReligion.com)
- Publicado 14 May 2012
- Última modificación 14 May 2012
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El capítulo 28 del Corán se llama ‘El Relato,’ los primeros 45 versículos se enfocan sólo en la historia de Moisés. Es de aquí que aprendemos sobre la fuerza y la piedad de su madre, y cómo Dios recompensó su rectitud y su confianza en Él devolviéndole a su hijo. Algunos eruditos creen que Moisés y su madre regresaron a su casa entre los hijos de Israel, otros, incluyendo a Ibn Kazir, creen que Moisés y su madre vivieron en el palacio mientras ella lo amamantaba, y que a medida que él creció, se le permitió a ella visitarlo.
El Corán y las tradiciones auténticas del profeta Muhámmad, que Dios lo bendiga, no dicen nada sobre este período de la vida de Moisés, aunque sería justo decir que por la época en que Moisés era un hombre, probablemente conoció su origen y se identificó con los hijos de Israel. Las tradiciones del profeta Muhámmad describen a Moisés como un hombre alto, bien construido, de piel oscura con el cabello rizado. Su carácter y su físico son descritos como fuertes.
“Cuando se convirtió en adulto le concedimos conocimiento y sabiduría. Así es como retribuimos a quienes son benefactores.” (Corán 28:14)
Descubriremos en la historia de Moisés que era un hombre sincero. Creía en decir lo que pensaba y en defender a los miembros más débiles de la sociedad. Siempre que fue testigo de la opresión y la crueldad, le resultó imposible a sí mismo dejar de intervenir.
Ibn Kazir narra que un día mientras caminaba por la ciudad, Moisés se encontró con dos hombres que peleaban. Uno era un israelita y el otro un egipcio. El israelita reconoció a Moisés y le gritó pidiéndole ayuda. Moisés entró en la pelea e hirió al egipcio de un golpe feroz. Este cayó de inmediato al piso y murió. Moisés quedó abrumado de dolor. Era consciente de su propia fuerza, pero no imaginaba que tenía el poder de matar a alguien de un solo golpe.
“Y [Moisés] ingresó cierta vez a la ciudad sin que sus habitantes se percataran, cuando encontró a dos hombres que peleaban, uno era de los suyos [de los Hijos de Israel] y el otro de sus enemigos. El que era de los suyos le pidió ayuda contra el que era de sus enemigos. Entonces Moisés le golpeó con su puño y le mató [inintencionadamente]. Exclamó [Moisés]: Esto es obra de Satanás, ciertamente [Satanás] es un enemigo evidente que pretende desviar a los hombres. Dijo: ¡Señor mío! He sido injusto conmigo mismo; perdóname. Y [Dios] le perdonó, porque ciertamente Él es Absolvedor, Misericordioso. Dijo: ¡Señor mío! Por la gracia que me has concedido, no ayudaré [nuevamente] a los pecadores.” (Corán 28:15-17)
Ya sea porque las calles estaban desiertas o porque la gente no quería verse envuelta en un asalto grave, las autoridades no tenían idea de que Moisés estaba involucrado en la pelea. Sin embargo, al siguiente día Moisés vio al mismo israelita envuelto en otra pelea. Sospechó que el hombre era un alborotador y se acercó a él para advertirle sobre su comportamiento.
El israelita vio a Moisés acercándose rápidamente hacia él y sintió miedo, entonces gritó: “¿Vas a matarme como mataste al desgraciado de ayer? El oponente del hombre, un egipcio, escuchó esto y salió corriendo a reportar a Moisés a las autoridades. Después ese mismo día, Moisés fue abordado por un desconocido que le informó que las autoridades planeaban arrestarlo, y posiblemente matarlo, por el crimen de asesinar a un egipcio.
A la mañana siguiente amaneció temeroso y cauteloso; y quien le había pedido ayuda el día anterior nuevamente le pedía auxilio a gritos. Entonces Moisés le dijo: Evidentemente eres un descarriado. Y cuando quiso separarlo violentamente del enemigo de ambos, éste exclamó: ¡Oh, Moisés! ¿Acaso pretendes matarme como lo hiciste ayer con otro? Sólo quieres ser un tirano en la Tierra, en lugar de contarte entre quienes luchan por establecer el bienestar. Y un hombre que vivía en las afueras de la ciudad se dirigió presuroso [hacia donde Moisés] y le dijo: ¡Oh, Moisés! La nobleza se confabuló para matarte, huye pues. Yo sólo pretendo aconsejarte. Y Moisés se alejó de la ciudad con temor y cautela, y exclamó: ¡Señor mío! Protégeme de los opresores.” (Corán 28:18-21)
Moisés dejó de inmediato los límites de la ciudad. No tuvo tiempo para regresar a casa y cambiarse de ropa o preparar provisiones. Moisés entró en el desierto hacia Madián, el país que se extendía entre Siria y Egipto. Su corazón estaba lleno de miedo y temía darla vuelta y ver que las autoridades lo perseguían. Caminó y caminó, y cuando sintió sus pies y sus piernas como plomo, continuó caminando. Sus zapatos se desgastaron en el suelo áspero del desierto y la arena caliente le quemó la planta de los pies. Moisés estaba exhausto, hambriento, sediento y sangrando, pero se obligó a sí mismo a continuar, algunos dicen que durante más de una semana, hasta que llegó a un pozo de agua. Moisés se lanzó a la sombra de un árbol.
Morir en el calor seco de polvo del desierto egipcio debería haber sido el resultado más probable del viaje de Moisés. Andando a través de un paisaje inhóspito sin provisiones ni ropa adecuada, habría sido una expedición destinada al fracaso. Sin embargo, una vez más la historia de Moisés revela una verdad fundamental. Si un creyente se somete totalmente a la voluntad de Dios, Él le proveerá a partir de fuentes inimaginables. Dios remplazará la debilidad con la fuerza y sustituirá el fracaso con la victoria.
Moisés llegó a salvo al oasis del desierto, el olor del agua y la sombra de los árboles debió haberle parecido un paraíso en la tierra. El pozo de agua estaba rodeado de pastores que abrevaban sus rebaños.
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