La historia de Moisés (parte 2 de 12): Confianza en Dios
Descripción: La madre de Moisés demuestra que no hay nada más digno de confianza que Dios, el Uno.
- Por Aisha Stacey (© 2012 IslamReligion.com)
- Publicado 14 May 2012
- Última modificación 14 May 2012
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Hay lecciones para la humanidad a lo largo de la historia de Moisés, que no sólo se aprenden después de su profecía, sino que se encuentran incluso cuando era un recién nacido. El comportamiento de su piadosa madre nos da muchas lecciones que son importantes aún hoy día. ¡Pon tu confianza en Dios!
Moisés nació en un año en el que los hijos de los Hijos de Israel eran asesinados en el instante en que nacían. Imagina el sentimiento de temor que impregnaba todos los aspectos de la vida en esas condiciones. El embarazo ya no era un evento a celebrar y apreciar, sino una fuente de miedo e inseguridad.
Los guardias de seguridad recorrían las calles e invadían hogares buscando mujeres embarazadas, por lo que la madre de Moisés ocultó su embarazo. Imagina las condiciones en las que ella dio a luz: temor, silencio, posiblemente envuelta en la oscuridad. ¿Estuvo sola o rodeada de mujeres? ¿Su esposo le sujetó la mano, rezando para que ella no gritara revelándose así a los vecinos o guardias?
Cualesquiera fueran las condiciones, Moisés nació. Un niño. El corazón de sus padres debió llenarse de alegría y temor al mismo tiempo. ¿Qué iban a hacer ahora, cómo iban a ocultar a un recién nacido? La madre de Moisés era una mujer recta, piadosa y temerosa de Dios, por lo tanto, en su hora de necesidad se volvió hacia Dios y Él le inspiró sus próximas acciones.
“Inspiramos a la madre de Moisés [y le dijimos]: Amamántalo, y cuando temas por él déjalo [en un cesto de mimbre] en el río. Y no temas ni te entristezcas, porque ciertamente te lo devolveremos y haremos de él un Mensajero.” (Corán 28:7).
La madre de Moisés acababa de pasar sus últimos meses ocultando su embarazo por temor a que su hijo fuera condenado a muerte, y ahora que lo sostiene contra su pecho, Dios le inspira que lo arroje al río. No a un suave manantial, sino al río Nilo, un enorme río con una corriente fuerte. Su reacción inicial debe hacer sido que tal acción le estaría condenando a una muerte segura.
La madre de Moisés puso su confianza en Dios. “no temas ni te entristezcas, porque ciertamente te lo devolveremos.” Hizo una canasta a prueba de agua, puso en su interior a su pequeño hijo y la arrojó al río. Ibn Kazir narra que en cuanto la canasta tocó el agua, la corriente pasó de rabiosa a tranquila y suave, meciendo la canasta silenciosamente aguas abajo. La hermana de Moisés fue instruida por su madre para que se deslizara en silencio a través de las cañas y siguiera a la cesta en su viaje.
La canasta con su preciosa carga bajó por el río Nilo, pasando desapercibida por casas, botes y personas, hasta que se detuvo en el palacio del Faraón. La hermana de Moisés observó temerosa cómo alguien de la familia del Faraón sacaba la cesta del río. Moisés fue lanzado al río para escapar de una muerte segura y ahora su lugar de descanso es el palacio del Faraón. Esto sin duda es demasiado para una madre, sin embargo los eventos que estaban a punto de desarrollarse demostrarían que la promesa de Dios es verdadera.
“...Dios siempre le dará una salida a quien Le tema. Y le sustentará de donde menos lo espera. Y quien se encomiende a Dios, sepa que Él le será suficiente y que Dios siempre hace que se ejecuten Sus órdenes. Ciertamente Él ha establecido a cada cosa su justa medida.” (Corán 65:2-3)
El bebé Moisés fue llevado a Asiya, la esposa del Faraón. Asiya, en contraste con su arrogante y orgulloso marido, era una mujer justa y misericordiosa. Dios abrió su corazón y Asiya miró de abajo a arriba al pequeño bebé sintiéndose superada por su amor hacia él. La pareja real no pudo concebir un hijo y este pequeño niño despertó sus instintos maternales. Asiya le apretó contra su pecho y le pidió a su marido que aceptara al niño en la familia.
Posiblemente, en contra de su mejor juicio, el Faraón aceptó al niño que fue parte del plan de Dios para derribar la casa real. Lejos de abandonarlo, Dios puso a Moisés como hijo real de Egipto, y le brindó el mayor apoyo humano en la tierra. Asiya y el Faraón ahora tenían un hijo, que estaba protegido por la misma persona que había tratado de matarlo.
“Hicimos que lo recogiera la gente del Faraón para que [sin saberlo] se convirtiera en su enemigo y fuese un pesar para ellos. Por cierto que el Faraón, Hamán y sus huestes eran pecadores. La mujer del Faraón dijo: [Este niño] Será mi alegría y la tuya, no le matéis. Puede que nos beneficie. ¡Adoptémoslo! Y ellos no presentían [que él sería su destrucción].” (Corán 28:8-9)
Asiya convocó a las nodrizas al palacio, pero el pequeño niño se negó a mamar. Esto fue causa de una gran angustia, en esos días no habían fórmulas ni suplementos para ofrecerle al bebé. En esa etapa el palacio real estaba en crisis, las mujeres de la familia estaban quejándose sobre Asiya y su bebé recién nacido, de modo que nadie se dio cuenta de la presencia de la hermana de Moisés entre los sirvientes. Ella reunió todo su coraje y dio un paso adelante ofreciendo una solución. Dijo que sabía de una mujer que amamantaría al niño con cariño. ¿Por qué la familia real tomaría el consejo de una niña desconocida, sino para cumplir con el plan de Dios? Le ordenaron a la hermana de Moisés que se apresurara en buscar y llevar a la mujer.
“No permitimos que ninguna nodriza pudiera amamantarlo. Dijo [la hermana de Moisés]: ¿Acaso queréis que os indique una familia que puede encargarse de cuidarlo y aconsejarlo para su bien?” (Corán 28:12)
La madre de Moisés estaba en su casa. ¿Deambulaba o lloraba en silencio? No sabemos, pero Dios nos dice que su corazón estaba vacío y que ella estaba a punto de exponerse. ¿Estaba considerando correr hacia el río y buscar frenéticamente entre las cañas? Dios le alivió su tormento cuando su hija entró en la casa sin aliento contándole la historia de lo que había ocurrido con Moisés.
Madre e hija no perdieron tiempo en regresar al palacio. Cuando Moisés fue entregado a su verdadera madre, se acomodó de inmediato y comenzó a mamar. Según Ibn Kazir, la familia, incluyendo al propio Faraón, quedó atónica. El Faraón preguntó ala mujer quién era ella, y ella respondió: “Soy una mujer de leche dulce y dulce aroma, y ningún niño se me niega.” El Faraón aceptó esta respuesta, y entonces Moisés volvió a los brazos de su madre y se crio en el palacio como un príncipe de Egipto.
“Y así se lo devolvimos a su madre como nodriza para que se alegrara y no se entristeciera demasiado por la separación, y para que supiera que lo que Allah promete se cumple; pero la mayoría [de los hombres] lo ignoran.” (Corán 28:13)
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