Manejar el dolor en el Islam (parte 2 de 5)
Descripción: El sufrimiento es un medio de purificación.
- Por J. Hashmi (© 2011 IslamReligion.com)
- Publicado 09 Jan 2012
- Última modificación 09 Jan 2012
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Otro bien que resulta del sufrimiento es que el alma se purifica a través de él. El Profeta Muhammad declaró:
“Por Aquel en Cuyas Manos está mi alma (es decir, Dios), ningún creyente es afectado por la fatiga, el cansancio, la preocupación o el dolor, sin que Dios le perdone algunos de sus pecados, incluso cuando se pincha con una espina”. (Musnad Ahmad)
Algunas personas describen una sensación de ardor cuando están muy tristes. A nivel físico, esto puede ser sólo reflujo gastroesofágico provocado por el estrés y la ansiedad, pero a nivel simbólico representa al corazón espiritual quemando los pecados como un horno de alta temperatura. Cuando un creyente es golpeado con sufrimiento, Dios expía algunos de sus pecados como misericordia. Como consecuencia, esa persona no será castigada por esos pecados en el Más Allá y, por lo tanto, será llevado hacia el Paraíso.
Quizás un escéptico pueda preguntarse por qué Dios no se limita a perdonar a Sus siervos sin afligirlos con sufrimiento en esta vida o en el Más Allá. La respuesta a esto es que Dios de hecho perdona cualquier y todos los pecados, siempre y cuando Su siervo se dirija penitente hacia Él y busque Su Gracia y Su Perdón. Al siervo que acude a Dios buscando perdón, Dios lo perdona sin ningún castigo como penalidad, y sin retribución alguna. Dios borrará todos sus pecados como si nunca hubieran ocurrido. Según el Profeta Muhammad, quien se dirige a Dios pidiendo penitencia será perdonado “incluso si ellos (sus pecados) son (numerosos) como las manchas de espuma en el mar, tan numerosos como los granos de arena, tan pesados como las montañas, y tantos como las gotas de lluvia y las hojas de todos los árboles”.
Dios perdona a aquellos que buscan Su Perdón, y esto es porque Él ama a aquellos creyentes que se humillan ante Él, a aquellos que buscan penitencia de Él, y a aquellos cuyos corazones lloran porque Lo han desobedecido. El Corán dice:
“…ciertamente Dios ama a los que se arrepienten y purifican”. (Corán 2:222)
Pero, ¿qué hay de aquel que peca y nunca busca el Perdón de Dios? ¿Qué del que continúa pecando sin planes de dejarlo? Dios no permite que todos los pecados se queden sin castigo, porque eso llevaría a la gente a volverse negligente y débil. La aplicación del castigo sobre esos pecadores es por su propio beneficio, así como la aplicación del castigo de un padre hacia su hijo es para el beneficio del niño. Por ejemplo, un niño de seis años de edad mete los dedos en un enchufe eléctrico; su padre, temeroso de que pueda electrocutarse, lo castiga por ello. Un padre amenaza con castigar a su hijo sólo para beneficiar al niño, aun cuando el niño recalcitrante sea demasiado inmaduro para darse cuenta de que el castigo proviene del amor y la preocupación de su padre. Si el niño pone sus dedos en el enchufe eléctrico, será él mismo —no su padre— el que resultará electrocutado. Del mismo modo, si pecamos, lo hacemos en detrimento propio, y la Gloria de Dios no se ve afectada. El castigo mundanal es, por tanto, un medio, no el fin: el objetivo del castigo no es castigar, sino más bien servir como elemento fuerte de disuasión.
Si un padre es demasiado indulgente con su hijo y no dice nada cuando el niño mete sus dedos en el enchufe, entonces el niño no se dará cuenta de la gravedad de lo que está haciendo. Él seguirá metiendo los dedos en el enchufe hasta que un día se electrocute y muera. Del mismo modo, si Dios no les manda aflicciones a Sus siervos, ellos no se darán cuenta del error en sus vidas impías hasta que los alcance la muerte espiritual. Por ejemplo, el marido mujeriego que nunca se da cuenta de que sus indiscreciones destruirán un día la unidad de su familia, el jugador compulsivo que no se da cuenta de que su adicción lo llevará a la bancarrota, y el alcohólico que no se da cuenta de que su bebida lo llevará a una vida de miseria y vacío. Así que Dios envía castigos a estas personas, no sólo para que expíen sus pecados, sino para alertarlos y despertarlos de sus caminos perjudiciales.
Imagine un niño que sabe que sus padres no harán nada si lo sorprenden consumiendo drogas. Esto sería negligencia de sus padres, que lo llevarían a dañarse a sí mismo sin temer las consecuencias. Por lo tanto, un padre responsable establecerá ciertas pautas para que el niño sepa que si consume drogas, será encerrado. Esto hace que el niño se aleje de las drogas por temor a ser castigado. Del mismo modo, la creación del Infierno —aunque es un castigo— es también una misericordia hacia la humanidad: a través de la amenaza que representa, Dios crea mucho bien. El fuego del Infierno es un castigo con el que Dios amenaza a Sus siervos, para que Le teman y Lo obedezcan. Esa gente entonces se hace espiritual, recta y bien guiada. Esto no beneficia a Dios, sino que sólo los beneficia a ellos. Dios no necesita de ellos, pero ellos necesitan a Dios en sus vidas.
Dios da a Sus siervos muchas oportunidades y advertencias antes de condenarlos al Infierno. Una analogía de esto es un oficial de policía que atrapa a una conductora que suele exceder la velocidad. La primera vez que ella es atrapada a alta velocidad, el oficial de policía le hace una advertencia. La segunda vez, el policía la multa con $50. La tercera vez, le da una multa fuerte de $300. La cuarta vez, ella debe realizar horas de servicio comunitario, y la próxima vez le será suspendida la licencia, etc. La metodología divina funciona de manera similar: Él aflige a la gente con castigos menores en su vida mundanal, de modo que se den cuenta del error de sus vidas. En otras palabras, Dios permite que le ocurran cosas malas a la gente buena para así castigarla por sus pecados, este castigo sirve como advertencia de modo que se corrijan a sí mismos en esta vida y evitar de este modo el castigo en el Más Allá. Seguramente un automovilista preferirá ser multado con $50 en lugar de ser llevado directamente a la cárcel. Del mismo modo, un creyente preferirá ser castigado en esta vida en lugar de ser arrojado al fuego del Infierno en la próxima.
Lo que esto significa es que cuando un creyente es golpeado por alguna calamidad, hallará sosiego en el hecho de que sus pecados están siendo perdonados por Dios. Él debe saber que Dios lo compensará por cada mal y agravio que sufra, y ¡Dios es El Más Justo! El Profeta Muhammad nos dijo que Dios compensará a Sus siervos incluso por un dolor tan pequeño como una espina que le pinche la piel. Un creyente que está pasando por un momento difícil no debe ser ingrato con Dios ni cuestionar la justicia de Dios, puesto que Dios le compensará todo en la próxima vida. Esta es la Promesa de Dios a la humanidad. Un creyente que es agraviado con pruebas y tribulaciones, debe tomarse en serio el hecho de que él es uno de los escogidos de Dios, a quien Dios ama tanto que no lo castigará con el Infierno, sino que en lugar de ello Él desea purificarlo en esta vida.
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