La gracia, la fe y las obras (parte 2 de 4): Palabras, actos, y el amor de Dios

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Descripción: La relación entre la fe interior y las buenas obras en el Islam. Parte dos: El papel de la palabra y las obras en relación a la fe y el amor.

  • Por J. Hashmi (© 2011 IslamReligion.com)
  • Publicado 06 Jun 2011
  • Última modificación 06 Jun 2011
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La declaración de la lengua

Grace__Faith_and_Works_(part_2_of_4)_001.jpgUno debe declarar públicamente su fe a Dios. Incluso Satanás tenía fe en su corazón, pero no declaró su promesa de lealtad a Dios, por el contrario, se declaró a sí mismo en rebelión y oposición. Por lo tanto, un musulmán debe declarar que “no hay nadie digno de adoración sino sólo Dios”, y debe creer en todos los Profetas de Dios que enseñaron este mensaje.

Ibn Taimiah declaró en El Libro de la Fe:

“Aquel que cree en su corazón pero no declara verbalmente su creencia, no es considerado un creyente, ni en esta vida ni en la otra. Dios no ha declarado que tal persona —que simplemente tiene conocimiento de la fe en su corazón— sea un creyente en el Mensaje [de Dios]. No se le considera creyente hasta que lo confirme de palabra.

Por lo tanto, el discurso externo es un aspecto esencial de la fe, y de acuerdo con los eruditos clásicos y modernos, uno no se salvará hasta que testifique verbalmente… aquel que no hace la declaración de fe a pesar de estar en capacidad de hacerlo, es incrédulo. Es incrédulo tanto interior como exteriormente”. (Kitab Al-Iman)

La importancia de las acciones

Creer de corazón resulta en buenas obras. ¿Cómo puede ser que una persona diga que cree en su corazón pero nunca hace buenas obras? El gran erudito Ibn Taimiah dijo:

“Y esto es porque la raíz de la fe es lo que está en el corazón y las obras externas son una consecuencia inevitable de ello. Es inconcebible que existiendo fe en el corazón no haya [buenas] obras de los miembros [como consecuencia]. Por el contrario, cuando las obras externas disminuyen, es consecuencia de la disminución de la fe que está en el corazón… Ya que las obras están correlacionadas con el corazón, entonces seguramente es deseable que una persona no se contente con la creencia de corazón, sino que la acompañe con obras correctas”. (Al-Fatawa, 7/198)

El Islam enseña que no existe dicotomía entre la creencia y las obras. Al contrario, la creencia y las obras se complementan entre sí y están entrelazadas. La persona que afirma creer —y no lo muestra con obras— es hipócrita.

Si un hombre ama a su esposa de corazón, entonces la tratará bien con sus acciones. Si un hombre es negligente con su esposa y abusa de ella, entonces seguramente no la ama en verdad. El amor se manifiesta en las obras. Si un hombre ama a su mujer, entonces hará lo que a ella le gusta. Si un hombre realmente ama a Dios, lo mostrará obedeciendo Sus mandamientos. Tal persona sabrá realizar buenas obras para lograr la complacencia de Dios. Se esforzará por medio de sus obras en buscar la complacencia de Dios, y ese es el camino hacia la salvación.

Al-Hasan Al-Basri, un gran erudito del Islam, explicó:

“La fe no es un adorno ni una ilusión, sino que se instala en el corazón y se verifica a través de los actos. Al que predica el bien pero no hace el bien, Dios comparará sus palabras con sus hechos. Quien predica y hace el bien ve sus palabras aumentadas por sus acciones. Esto es porque Dios dice:

“Hacia Él ascienden las buenas palabras [y las glorificaciones], y Él exalta las obras piadosas”. (Corán 35:10)

(Ibn Battah en Al-Ibana Al-Kubra 3/120, y Al-Jatib Al-Baghdadi en Iktidá Al-Ilm Al-Amal #56.)

La verdadera fe es tener esperanza y dependencia en la promesa de Dios. Dios Todopoderoso dice en el Corán:

“Adoradle, pues, y encomendaos a Él”. (Corán 11:123)

“Encomiéndate al Viviente Inmortal, y glorifícalo”. (Corán 25:58)

Hay una diferencia entre la verdadera esperanza en Dios y una mera ilusión. Ibn Al-Qaiem (2/27-28) explicó:

“La diferencia entre mera ilusión y esperanza verdadera es que la mera ilusión implica pereza, por lo que la persona no se presiona a sí misma y no se esfuerza [por alcanzar lo que desea]. La esperanza y confianza en Dios, en cambio, implica esfuerzo, dedicación, y la bella dependencia [de Dios]. La primera [mera ilusión] es como aquel que espera que la tierra plante y siembre sus propias semillas para él. La segunda [esperanza en Dios] es como aquel que [de hecho] labra la tierra, planta las semillas y luego espera que las cosechas crezcan… La esperanza no es correcta a menos que se acompañe por la acción”.

Shah Al-Kirmani dijo:

“La señal de una esperanza sana es la buena obediencia”. (Citado por Ibn Al-Qaiem, 2/27-28)

Ibn Al-Qaiem continuó:

“Y la esperanza es de tres tipos: dos son dignos de elogio y uno es blasfemo y mera ilusión. Los primeros dos son: (1) la esperanza de una persona que hace un acto de obediencia a Dios, bajo la guía divina, esperando obtener recompensa, (2) alguien que comete un pecado, luego se arrepiente por ello, esperando el perdón, bondad, magnanimidad, clemencia y generosidad de Dios. (3) El tercer [tipo] es como una persona que reincide en el pecado y en transgredir los límites, y aun así espera la misericordia de Dios sin hacer ninguna acción [que la justifique]. Esto es engaño, mera ilusión y falsa esperanza”.

Debemos amar a Dios, pero no sólo debemos amar a Dios con nuestros corazones, sino con nuestros actos. Si rezamos toda la noche, esto va a inculcar en nuestros corazones el recuerdo de Dios, de esto se desprende que una acción (como la oración) puede reforzar nuestra creencia interna. Por otro lado, los actos pecaminosos debilitan la fe. Si un hombre pasa la noche fornicando, esto afectará su corazón y debilitará su fe. Las buenas acciones fortifican la creencia de corazón, mientras que los actos malos corrompen el corazón.

La verdad del asunto es que aquellos que dicen amar a Dios —y sin embargo no hacen obras para probarlo— no tienen creencia en su corazón ni tienen convicción en su lengua ni hacen acciones que reflejen nada más que el vacío de sus corazones. Encontramos que mucha gente de algunas religiones hace declaraciones ostentosas respecto a su supuesto amor por Dios, pero no lo demuestran con sus hechos. Un musulmán debe recitar la Declaración de Fe o Shahada, como se le conoce en árabe. La palabra significa literalmente “atestiguar”, y significa ser testigo de que no existe nadie merecedor de adoración sino sólo Dios. Sin embargo, atestiguar con la lengua es cosa sencilla, es una señal mucho mayor de la creencia atestiguar la Gloria de Dios con el cuerpo de uno, sus acciones e incluso su vida. Es por esto que la palabra shahid (aquel que entrega físicamente su vida a Dios) proviene de la misma raíz que la palabra Shahada (Declaración de Fe), puesto que la forma más excelente de declarar la Gloria de Dios es con las acciones y no sólo con las palabras.

Es cuestión de sentido común: una cosa es un hijo que le dice a su padre que lo ama, y otra es que le ofrezca su propio riñón, esto es un nivel más alto de amor. Un hombre pude decir que ama a su país, pero es un nivel más alto para un hombre arriesgar su vida en el ejército defendiendo a su país. Puede sonar a cliché, pero es una verdad evidente que las acciones son más elocuentes que las palabras. A menudo nos encontramos con que algunos adeptos a ciertas religiones están ocupados diciéndonos lo mucho que aman a Dios. Nosotros mostramos nuestro amor a Dios cinco veces al día, cuando nos sometemos a Él en oración y cuando nos apegamos a los mandamientos de Dios. Más aún, los musulmanes somos demasiado humildes y tímidos para declarar que nuestro amor por Dios es tan fuerte que se nos ha prometido el Paraíso. ¿Quién es superior, la persona que continuamente hace alarde de su amor a Dios, o el que lo manifiesta humildemente en sus obras, trabajando duro para complacer a su Señor, el Altísimo?

En el Corán, Dios Todopoderoso ordena al Profeta que diga a aquellos que aseguran amar a Dios que lo reafirmen con sus obras en obediencia:

“Di: Si verdaderamente amáis a Dios ¡Seguidme! Y Dios os amará y os perdonará los pecados. Dios es Absolvedor, Misericordioso”. (Corán 3:31)

Este es un reto proveniente de Dios Todopoderoso, con el que Él nos dice que si realmente lo amamos , entonces debemos obedecer Sus mandamientos para probarlo. Sin embargo, si desafiamos las leyes de Dios, entonces en realidad no Lo amamos, y esto es deshonestidad y mera hipocresía.

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