Abdul-Latif Abdul-lah, ex protestante, Estados Unidos (parte 1 de 2): Aprendiendo sobre el Islam
Descripción: Cómo conoció el Islam en su vida de estudiante de su profesor de Silat, y cómo afectó esto su vida diaria.
- Por Abdul-Latif Abdul-lah
- Publicado 09 Jul 2012
- Última modificación 09 Jul 2012
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Mi experiencia en el Islam comienza como estudiante de pregrado en Nueva York en 1998. Hasta ese momento de mi vida, por 25 años había sido cristiano protestante, pero no había practicado mi religión desde hacía bastante tiempo. Estaba más interesado en la “espiritualidad” y buscaba cualquier cosa que no tuviera que ver con la religión organizada. Para mí, el cristianismo estaba fuera de contacto y no era relevante para la época. Fue difícil para mí hallar algo que pudiera aplicar a mi vida cotidiana. Esta separación del cristianismo me llevó a rechazar todo lo que pretendiera ser religión organizada, debido a mi suposición de que todas eran más o menos lo mismo, al menos en términos de su falta de relevancia y claridad.
Gran parte de mi frustración con el cristianismo se debía a su falta de conocimiento y guía en torno a la naturaleza de Dios, y de la relación individual con Él. Para mí, la filosofía cristiana dependía de esta extraña relación intermediaria que se supone tenemos con Jesús, quien por una parte fue un hombre, pero que también fue divino. Para mí, sin embargo, esta relación vaga y difícil con nuestro Creador me llevó a buscar algo que pudiera darme una mejor comprensión de Dios. ¿Por qué no podemos simplemente rezarle a Él de forma directa? ¿Por qué tenemos que comenzar y terminar cada oración con “en el nombre de Jesucristo?” ¿Cómo puede un Creador eterno, omnipotente y sustentador, tomar la forma de un hombre? ¿Por qué necesitaba hacerlo? Esas eran apenas unas pocas entre las muchas preguntas que no podía responder y con las que no podía llegar a un acuerdo. Por ello, estaba hambriento de un enfoque más sencillo, directo y claro a la religión, que pudiera aportarle guía verdadera a mi vida, no sólo dogmas que carecían de conocimiento real basado en los hechos.
Cuando estaba estudiando, tuve un compañero de cuarto judío en la época en que yo tomaba clases de artes marciales. Mientras vivimos juntos, él estudiaba un arte marcial tradicional de Malasia llamado Silat, que está basado en las enseñanzas del Islam. Cuando mi compañero de cuarto venía de sus clases, me contaba de las características únicas del Silat y de su dimensión espiritual. Como estaba muy interesado en ese momento en aprender artes marciales, quedé intrigado por lo que él me decía, y decidí acompañarlo a clase un domingo por la mañana. Si bien no me di cuenta en ese momento, mi experiencia con el Islam comenzó esa misma mañana en que tuve mi primera clase de Silat en Nueva York el 28 febrero de 1998. Ahí conocí a mi maestro, Cikgu (que significa profesor en malayo) S., el hombre que me daría mi base y orientación hacia el Islam. Aunque yo pensaba que estaba comenzando una carrera como artista marcial, ese día de 1998 representó en realidad mi primer paso para convertirme en musulmán.
Desde el principio, estaba intrigado por el Silat y el Islam, y comencé a pasar tanto tiempo como me era posible con mi profesor. Como mi compañero de cuarto y yo estábamos igualmente apasionados respecto al Silat, íbamos a casa de nuestro maestro para absorber tanto conocimiento como pudiéramos. De hecho, después de nuestra graduación en la primavera de 1998, gracias a su invitación, nos pasamos todo el verano viajando con él y su esposa. A medida que mi aprendizaje sobre el Silat aumentaba, también aumentaba mi conocimiento sobre el Islam, una religión que apenas si conocía antes de mi experiencia con el Silat.
Lo que hizo tan poderosa mi orientación hacia el Islam fue que a medida que aprendía de él, lo ponía en práctica. Debido a que estudiaba en casa de mi profesor, estar en presencia de musulmanes devotos me permitió estar constantemente rodeado de los sonidos, visiones y prácticas del Islam. Ya que el Islam es una forma de vida completa, cuando estás en un ambiente islámico no puedes separarlo de tu vida diaria. A diferencia del cristianismo, que marca una separación entre la vida diaria y la religión, el Islam requiere que sus seguidores integren la adoración a Dios en cada cosa que hacen. Así, en la convivencia con mi maestro, estaba inmerso en el Din (forma de vida) islámico y experimentando de primera mano cómo éste puede darle forma a toda la vida de uno.
Al principio, el Islam era muy nuevo, diferente y poderoso para mí. Era también muy extraño en muchos sentidos, y la cantidad de disciplina que requiere es difícil de entender. En ese momento yo era muy liberal en muchos sentidos, y solía rechazar cualquier cosa dogmática o impuesta, sin importar quién fuera su autor. A medida que pasó el tiempo, sin embargo, y a medida que mi entendimiento del Islam creció, comencé a ver poco a poco que lo que parecía ser un dogma religioso en realidad era un estilo de vida puesto ante nosotros por nuestro Creador, o el “Din” de Dios, para utilizar el término árabe. Este estilo de vida, como me enteraría más adelante, es el camino correcto hacia la felicidad verdadera, no como la forma de vida sensual y superficial que promueven mi sociedad y mi cultura. Me di cuenta de que la pregunta en realidad es bastante simple: ¿Quién mejor que el Creador que todo lo sabe, puede saber cuál es la mejor forma de vida para los seres humanos?
Desde el día de mi primera clase de Silat en Nueva York hasta el día en que hice mi Shahadah, el 30 de julio de 1999, me sometí a un profundo autoexamen que se compuso de dos experiencias principalmente. Una fue el proceso de cuestionar la cultura en que crecí, y la segunda fue esforzarme por comprender la verdadera naturaleza de Dios y el papel de la religión en mi vida cotidiana. En cuanto a mi cultura, esto no fue tan difícil como muchos podrían pensar. Para mí, que crecí en Estados Unidos y no conocía nada mejor, fue una experiencia poderosa tener un gran maestro y el conocimiento adecuado para experimentar la verdad. La cultura americana es muy poderosa porque nos bombardea continuamente con imágenes sensuales. A menos que uno se abstraiga de ella, es difícil ver sus limitaciones, que están basadas en adorar y poner fe en todo menos en Dios, el único que puede darnos apoyo real y duradero en nuestras vidas.
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