Melech Yacov, exjudío, Estados Unidos (parte 1 de 2)

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Descripción: Melech da una idea de la vida y la religión judías, y de su lento alejamiento del judaísmo jasídico.

  • Por Melech Yacov
  • Publicado 08 Jul 2013
  • Última modificación 08 Jul 2013
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spa_Melech_Yacov__Ex-Jew__USA_(part_1_of_2)_001.jpgCuando nací, me dieron el nombre hebreo Melech Yacov. Hoy día, sigo viviendo en el área de Nueva York en la que nací. Éramos una familia semirreligiosa, pertenecíamos a una congregación jasídica a la que asistíamos todos los sábados, pero no cumplíamos todas las observancias estrictas exigidas en el judaísmo jasídico. Para quienes no saben, el jasidismo es conocido en la corriente principal como judaísmo “ultra ortodoxo”. Se le llama así debido a sus observancias estrictas de la Halajá (Ley Judía) y su seguimiento del misticismo judío (cábala). Son esas personas extrañas que ver caminando por la calle vistiendo trajes y sombreros negros, y que se dejan crecer las patillas y la barba.

Sin embargo, eso no nos gustaba. Mi familia cocinaba el sábado y usábamos electricidad, y yo nunca me puse un yarmulke en la cabeza. Por otra parte, crecí en un ambiente secular, rodeado por compañeros y amigos que no eran judíos. Durante muchos años me sentí culpable por conducir los sábados y por comer comida que no era kosher.

Si bien no observaba todas las reglas, tenía la fuerte sensación de que ese era el camino que Dios quería que yo viviera, y que cada vez que omitía una regla, estaba cometiendo un pecado ante los ojos de Dios. Desde los primeros días, mi madre me leía las historias de los grandes rabinos como Eliecer, el Baal Shem Tov, y las leyendas de la Hagadá (la otra parte del Talmud además de la Halajá) y la Tora.

Todas estas historias tenían el mismo mensaje ético que me ayudó a identificarme con la comunidad judía y más tarde con Israel. Las historias mostraban cómo los judíos fueron oprimidos a lo largo de la historia, y cómo Dios siempre apoyó a Su pueblo hasta el final. Las historias con las que nosotros fuimos criados nos mostraban que los milagros siempre salvaron a los judíos cuando estaban en sus épocas de mayor necesidad. La supervivencia de los judíos a lo largo de la historia, a pesar de todas las probabilidades, parecía como un milagro en sí mismo.

Si una persona quiere tener una opinión objetiva sobre por qué muchos judíos tienen la postura sionista irracional respecto a Israel, debe entender la forma en cómo hemos sido adoctrinados con estas historias desde niños. Es por ello que los sionistas pretenden que no están haciendo nada malo. Todos los goyim (gentiles) son vistos como enemigos esperando atacar y, por lo tanto, no se puede confiar en ellos. Los judíos tiene un lazo muy fuerte entre sí y se ven como el “pueblo elegido” de Dios. Durante muchos años, yo también creí en ello.

Aunque tengo un sentido de identidad muy fuerte como judío, no podía ser constante en asistir a los servicios del sábado (shul). Recuerdo que cuando era niño me obligaban a ir al shul con mi padre. Recuerdo cuán aburrido era para mí y cuán extrañas eran las personas que veía con sus sombreros negros y sus barbas rezando en un idioma extraño. Era como ser lanzado a un mundo diferente lejos de mis amigos y de la gente que conocía. Esto era lo que pensaba que se suponía que debía ser, pero yo (y mis padres) nunca adopté el estilo de vida del jasidismo como el resto de mi familia.

Cuando cumplí 13 años de edad celebré mi Bar Mitzvah como cualquier otro muchacho judío que se hace hombre. También comencé a ponerme tefilin (amuletos hebreos) cada mañana. Me dijeron que era peligroso dejar de ponérmelos porque era como un presagio y podían ocurrirme cosas malas. El primer día que no me puse los tefilin fue robado el auto de mi madre. Ese evento me animó a llevarlos por mucho tiempo.

Apenas poco tiempo después de mi Bar Mitzvah, mi familia dejó de ir a la sinagoga por completo. Ellos no podían permanecer en la oración durante tres horas y media, y sentían que haberme dado el Bar Mitzvah era lo más importante. Más tarde, mi padre se involucró en una pelea tonta con algunos miembros de la congregación y no volvimos a ningún servicio nunca más. Entonces, ocurrió algo extraño: mi padre fue convencido por un amigo de que aceptara a Jesús en su corazón. Dios no quiso que mi madre se divorciara de mi padre por su conversión al cristianismo, pero ella ha mantenido un odio silencioso al respecto desde entonces.

Este también fue un periodo a comienzos de mi adolescencia en que estaba tratando de hallar algo con lo cual identificarme. La conversión de mi padre me hizo cuestionarme mis propias creencias. Comencé a hacerme preguntas como: ¿Qué es exactamente ser judío? ¿El judaísmo es una cultura, una nación o una religión? Si es una nación, entonces, ¿los judíos pueden ser ciudadanos de dos naciones? Si el judaísmo es una religión, entonces, ¿por qué las oraciones se recitan en hebreo, se hacen oraciones por Eretz Israel, y se observan los rituales “orientales”? Si el judaísmo solo es una cultura, entonces, ¿alguien puede dejar de ser judío si deja de hablar hebreo y de practicar costumbres judías?

Si un judío es aquel que observa los mandamientos de la Tora, entonces, ¿por qué se le llama a Abraham el primer judío, si él vivió antes que la Tora le fuera descendida a Moisés? Por cierto, la Torá ni siquiera dice que él fue un judío, la palabra judío proviene del nombre de uno de los doce hijos de Jacob, Judá. Los judíos no eran llamados judíos hasta que se estableció el Reino de Judá después de la época de Salomón. La tradición sostiene que un judío es alguien cuya madre es judía. De modo que puedes seguir siendo judío aunque practiques el cristianismo o seas ateo. Comencé a alejarme del judaísmo cada vez más. Había demasiadas leyes y mitzvahs (obras buenas) qué observar. ¿Cuál es el sentido de todos estos rituales?, comencé a preguntarme. Para mí, todos ellos eran inventos de los hombres.

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