El Hayy – La Peregrinación (parte 1 de 2)
Descripción: El comienzo del Hayy y la importancia de la Ka’ba.
- Por Saud Alhajeri
- Publicado 05 Sep 2011
- Última modificación 24 Jun 2018
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En esa época del año, musulmanes de todo el mundo están cada vez más inquietos. Su Hogar en el corazón del planeta los llama. Es tiempo de rendir homenaje a Dios Amado en la Casa. Es tiempo de regresar al Hogar. Es tiempo de ir a Casa, al Santuario Sagrado de la Ka’ba. Es tiempo de dejarlo todo y seguirlo a Él. Es tiempo de abandonar el mundo ilusorio e ir a la Casa de Dios. Es la época del Hayy, la Peregrinación. Aquellos que pueden ir se dirigen a La Meca, los que no, se unirán a las festividades dondequiera que se encuentren, celebrando el ‘Id del Sacrificio.
El Hayy es una conmemoración de amor y una celebración de fe. Conmemoramos el Sacrificio Supremo de Abraham por amor a Dios en Mina. Celebramos el amor sin precedentes que su esposa Agar mostró por su hijo Ismael y su confianza inquebrantable en la Providencia en el desierto solitario alrededor de Safa y Marwa. Recordamos el Mayor de los Regalos de Dios, el Corán, pasando un día en Arafat, donde descendió la revelación final. Celebramos la fe al estar cara a cara con la Qiblah de nuestras oraciones.
El Hayy también es un acto de renunciación. Los musulmanes de todos los rincones del globo visten su mortaja —dos sábanas de algodón— para representar la muerte a esta vida y enfocarse en su Casa Primordial. Ellos pagan sus deudas, piden perdón a todos, se despiden de todo y de todos, y se preparan para morir a este mundo para vivir en Él. Ahora estamos listos para el Hayy hacia la Ka’ba, el lugar más especial.
La Ka’ba es un lugar especial. Fue la primera casa de adoración construida por el primer hombre. Dios le ordenó a Adán que hiciera un viaje. Él caminó meses incontables hasta que llegó a La Meca guiado por Dios. Allí, se le dieron instrucciones para construir una Casa para Él. Esta fue la primera Casa de Adoración hecha por el hombre. Fue donde aprendimos a lamentarnos por la separación de nuestro Amado. Fue donde Adán derramó incontables lágrimas llorando la pérdida de la gloria paradisíaca. Es donde intentamos buscar Su cercanía. Es donde tratamos de experimentar Su intimidad. Esta Casa es el Arquetipo que reposa bajo otra Casa situada más allá de la esfera del universo visible y de la prisión del espacio y del tiempo. Este es el primer acto de reconciliación con nuestro Destino Paradisíaco en la Casa de nuestro Amado, a pesar de nuestra estancia terrestre.
La Ka’ba es un lugar especial. Se perdió una vez para nosotros pero nuestro Amado envió a Su amigo Abraham (que la paz de Dios sea con él) a este Santuario y le dio la tarea de restaurar esta Casa. Nuestro padre reclutó a su hijo Ismael para la Tarea Sagrada. Durante meses, hasta terminar, padre e hijo trabajaron bajo el sol abrasador del desierto, sostenidos sólo por su amor ardiente por el Dios Eterno. Esta no fue una elección al azar. Abraham fue el hombre correcto para el trabajo. Cada año, cuando hombres y mujeres van a esta Casa bendita, lo hacen durante el décimo día del mes de Dul-Hiyyah. En este día propicio, Dios le pidió a Abraham que hiciera el Sacrificio Supremo, y él lo hizo. Allah le pidió a Su amigo que sacrificara a su hijo Ismael, y él aceptó.
La Ka’ba es un lugar especial. Sus cimientos han sido fortalecidos por el amor y la fe de la familia de Abraham. Vamos allí a conmemorar el amor. Vamos allí a celebrar la fe. Abraham vivió el verdadero sentido de someterse. Amó a Dios, su Amigo, por encima de todo. Dios le dio un sueño en el que él se vio a sí mismo sacrificando a su hijo. La persistencia del sueño lo convenció de que no era sólo un sueño sino una alusión proveniente del Infinito. Le contó del sueño a su hijo, quien estuvo de acuerdo fácilmente. Una vez se supo que se trataba de la Voluntad de Dios, el hijo no presentó excusa alguna. Fue una conclusión inevitable que se haría Su Voluntad. Padre e hijo se dirigieron al lugar designado. Cuando llegaron a su destino, el hijo sugirió que el padre cubriera sus ojos de modo que su amor no le abrumara y lo llevara a desobedecer a su Amo. En el mismísimo instante en que Abraham descargó su cuchillo, el hijo fue sustituido con un cordero. Ese momento y ese día se hicieron sagrados. Cada año, millones vienen este mismo día. Millones siguen los pasos de estos dos en el valle de Mina, se detienen donde ellos se detuvieron, caminan donde ellos caminaron, y finalmente llegan donde el Sacrificio Supremo fue ofrecido. Allí, todos ofrecen un sacrificio en Su Amor y luego se lo entregan a las personas pobres de la tierra, mientras se maravillan del amor ardiente y la fe de Abraham hacia Dios, al punto que estuvo dispuesto a sacrificar su más preciado amor. Aquellos que no pueden estar allí, celebran este sacrificio maravilloso dondequiera que estén, en cualquier parte del mundo. Porque en verdad, el amor de Dios debe ser celebrado.
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