Físicos contemporáneos y la existencia de Dios (parte 3 de 3): Espacio para Dios
Descripción: Una evaluación islámica crítica de las ideas de algunos físicos contemporáneos: Parte 3: La única conclusión para la serie de causas es que hubiera una causa principal y externa que lleva a las otras.
- Por Dr. Jaafar Sheikh Idris
- Publicado 06 Apr 2009
- Última modificación 06 Apr 2009
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La idea de que algo es creado por la nada, de que sale de la nada, es muy diferente de la idea de que se crea a sí misma. Es extraño, por lo tanto, encontrar a algunos científicos hablando acerca de ellas como si fueran una y la misma cosa. No es solo Davies quien confundió estas dos nociones, como podemos ver en la cita mencionada anteriormente, sino otros también. Taylor nos dice que los electrones se pueden crear a sí mismos de la nada en la manera en que el Barón Munchausen se salvó a sí mismo de hundirse en un pantano al halarse a sí mismo de las correas de sus botas.
Es como si estas partículas especiales fueran capaces de sacarse a sí mismas por sus propias correas de las botas (las cuales en su caso son las fuerzas entre ellas) para crearse a ellas mismas de la nada, como el Barón Munchausen se salva a él mismo sin medios visibles de apoyo... Esta autosuficiencia ha sido propuesta como un escenario respetable científicamente para crear un Universo altamente especializado de la nada. (Taylor, 46)
¿Es ciencia o ciencia ficción lo que nos dice aquí? Taylor sabe y dice que la de Munchausen es solo una historia; lo que él decía haber hecho es algo físicamente imposible de hacer. A pesar de esto, Taylor quiere explicar por su idea algo que es no solo real, sino que es de máxima importancia, y de esa forma termina diciendo algo que es más absurdo que la historia ficticia de Munchausen de salvarse a sí mismo halándose de la correa de sus botas. Por lo menos Munchausen estaba hablando de cosas que ya estaban en existencia. ¡Pero las partículas especiales de Taylor actúan incluso antes de ser creadas! Ellas “se halan a sí mismas por las propias correas de sus botas... ¡para crearse de la nada!”
Dioses falsos
La tercera alternativa, en lugar de atribuir la creación de las cosas al verdadero Dios, es atribuirlas a dioses falsos. De esta forma los ateos tratan de atribuir la creación de cosas temporales a otras cosas que son ellas mismas temporales (como dijimos antes). Davies dice:
La idea de un sistema físico conteniendo una explicación de sí misma puede parecer paradójica para el laico, pero es una idea que tiene cierta precedencia en la física. Mientras uno puede reconocer (ignorando los efectos cuánticos) que cada evento es contingente y depende para su explicación de algún otro evento, no necesita seguir que esta serie continúa sin fin o termina en Dios. Esto puede estar cerrado en un círculo. Por ejemplo, cuatro eventos u objetos o sistemas (E1, E2, E3, E4) pueden tener la siguiente dependencia uno sobre otro: (Davies, 47)
Pero esto es un claro ejemplo de un círculo muy vicioso. Tome cualquiera de estos supuestos eventos u objetos o sistemas. Dejemos que sea E1, y pregunte cómo llego a ser. La respuesta es: fue causado por E4, el cual lo precedió; pero ¿cuál es la causa de E4? Es E3; y la causa de E3 es E2, y de E2 es E1. Entonces, la causa de E4 es E1 porque este es la causa de sus causas. Por lo tanto, E4 es la causa de E1 y E1 es la causa de E4, lo cual significa que cada uno de ellos precede y es precedido por el otro. ¿Tiene esto algún sentido? Si estos eventos, etc. son existentes reales, entonces su llegada a ser no puede haber sido causada por ellos en la forma en que Davies supone que lo fue. Su causa originadora debe yacer fuera de este círculo vicioso.
Y el filósofo Passmore nos aconseja comparar lo siguiente:
(1) cada evento tiene una causa;
(2) para conocer que un evento ha sucedido uno debe saber cómo éste llegó a ser.
El primero simplemente nos dice que si estamos interesados en la causa de un evento, siempre habrá esa causa para que nosotros la descubramos. Pero nos deja libre para empezar y detenernos en cualquier punto que escojamos en la búsqueda por causas; podemos, si queremos, proseguir a buscar la causa de la causa y así sucesivamente ad infinitum, pero no necesitamos hacerlo. Si hemos encontrado una causa, hemos encontrado una causa, lo que sea que la causa pueda ser. La segunda aseveración, sin embargo, nunca nos dejaría afirmar que nosotros conocemos que un evento ha sucedido... pues si no podemos saber que un evento ha sucedido a menos que conozcamos el evento que es su causa, entonces igualmente no podemos saber que la causa-evento ha tenido lugar a menos que sepamos su causa, y así sucesivamente ad infinitum. Para resumir, si la teoría debe cumplir su promesa, la serie debe detenerse en alguna parte, y sin embargo la teoría es tal que la serie no puede detenerse en ninguna parte; a menos que, es decir, una reivindicación del privilegio sea sostenida para un cierto tipo de evento, por ejemplo, la creación del Universo. (Pasture, 29)
Si usted piensa acerca de ello, no hay diferencia real entre estas dos series como Ibn Taimiah claramente explicó hace mucho tiempo (Ibn Taimiah, 436-83). Uno puede poner la primera serie así: para que un evento suceda, su causa debe suceder. Ahora, si la causa es en sí misma causada, entonces el evento no sucederá a menos que su causa-evento suceda, y así sucesivamente, ad infinitum. No tendremos, por lo tanto, una serie de eventos que de hecho sucedieron, sino una serie de no eventos. Y porque sabemos que allí hay eventos, concluimos que su causa última real no pudo haber sido ninguna cosa temporal o una serie de cosas temporales, ya sea finita o infinita. La principal causa debe ser de una naturaleza que es diferente a la de las cosas temporales; esta debe ser eterna. ¿Por qué digo ‘principal’? Porque, como dije antes, los eventos pueden ser vistos como causas reales de otros eventos, mientras los reconozcamos como siendo incompletos y causas dependientes que son, y como tales no las causa que explican la llegada a ser de algo en sentido absoluto, lo cual es para decir que ellas no pueden tomar el lugar de Dios.
¿Cuál es la relevancia de esta charla sobre cadenas después de todo? Ha debido existir alguna excusa para ello antes del advenimiento del Big Bang, pero ha debido estar claro para Davies en particular que no hay para nada lugar para ello en la visión del mundo de una persona que cree que el universo tuvo un comienzo absoluto.
El hecho de que todo alrededor de nosotros es temporal y que no pudo haber sido creado excepto por un Creador eterno, ha sido conocido para los seres humanos desde el amanecer de su creación, y es aún la creencia de la asombrosa mayoría de la gente por todo el mundo[1]. Sería, por lo tanto, un error recibir de este documento la impresión de que sujeta la existencia de Dios a la verdad de la teoría del Big Bang. Esa no es ciertamente mi creencia ni fue este tampoco el propósito de este documento. En lugar de eso, la idea principal de este escrito ha sido que, si un ateo cree en la teoría del Big Bang, entonces él no puede evitar admitir que el Universo fue creado por Dios. Esto, de hecho, es lo que algunos científicos francamente admitieron y lo que otros dubitativamente insinuaron hacer.
No hay lugar para suponer que la materia y la energía existieron antes y que fueron repentinamente envueltas en la acción. ¿Pues qué podría distinguir ese momento de todos los otros momentos en la eternidad?... Es más simple postular la creación ex nihilo (de la nada), si consideramos a la voluntad Divina como la nada. (Jastro, 122)
Acerca de (cuál fue) la primera causa del universo en el contexto de la expansión, eso ya vuelve al lector, pero nuestro cuadro estaría incompleto sin Él. (Jasrow, 122)
Esto significa que el estado inicial del universo ha debido ser cuidadosamente escogido, más aún si el caliente modelo del Big Bang fue correcto ya desde del comienzo del tiempo. Sería muy difícil explicar por qué el universo debió haber empezado justo en esta forma, excepto como el acto de un Dios quien pretendió crear seres como nosotros. (Hawking, 127)
Referencias
Al Ghazali, Abu Hamid. Tahafut al Falasifa. Editado por Sulayman Dunya. Dar al Ma'arif. Cairo. 1374 (1955)
Berman, David. Una Historia de Ateísmo en Inglaterra, Londres y Nueva York. Routledge. 1990.
Boslough, John. El Universo de Stephen Hawking: una Introducción al más notable Científico de nuestro Tiempo. Avon Books. Nueva York. 1985.
Bunge, Mario. Causalidad: El Lugar del Principio Causal en la Ciencia Moderna. The world publication Co. Nueva York. 1963
Carter, Stephen L. La Cultura de la Descreencia: Cómo la Ley y la Política Americanas Trivializan la Devoción Religiosa. Basic Books. Harper Collins. 1993.
Diccionario Científico Conciso. Oxford University Press. Oxford. 1984
Davies, Paul. (1) El Plano Cósmico: Nuevos descubrimientos en la Habilidad Creativa de la Naturaleza para Ordenar el Universo. Simon & Schuster Inc. Londres. 1989. (2) Dios & La Nueva Físicas. The Touchstone Book. Nueva York. 1983.
Fritzsch, Harald. La creación de la materia: El universo del comienzo al final. Basic Books Inc Publishers. New York. 1984.
Ibn Rushd, al Qadi Abu al Walid Muhammad Ibn Rushd. Tahafut at-Tahafut. Editado por Sulayman Dunya. Dar al Ma'arif. Cairo. 1388 (1968.)
Ibn Taimiah, Abu al Abbas Taqiyuddin Ahmad Ibn Abd al Halim. Minhay as Sunna al Nabawiya. Editado por Dr. Rashad Salim, Imam Muhammad Ibn Saud Islamic University. Riyadh. AH 1406 (1986)
Jastrow, Robert. Dios y los Astrónomos. Warner Books. Nueva York. 1978.
Hawking, Stephen. Una Breve Historia del Tiempo.
Hoyle, Fred. La Naturaleza del Universo. Mentor Books. Nueva York. 1955.
Kirkpatrick, Larry D. y Wheeler, Gerald F. Physics. Una Visión del Mundo. Nueva York. Saunders College Publishing. 1992.
Newton, Sir Isaac. Optica. Dover Publications Inc. Nueva York. 1952.
Pasture, J. A. Razonamiento Filosófico. Nueva York. 1961.
Taylor, John. Cuando el reloj marcó cero: Límites Últimos de la Ciencia. Picador. London. 1993.
Footnotes:
[1] “…el primer reconocimiento publicado de ateísmo especulativo apareció en 1770 en el continente, y en 1782 en Inglaterra”. (Russell, Ateísmo. 3).
“Los datos Gallop más recientes indican que 96 % de los Norteamericanos dicen que ellos creen en Dios...” (Carter, Culture, 278). El porcentaje debe, con seguridad, ser mayor en el mundo no occidental.
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