Laurence Brown, médico, EE.UU. (parte 2 de 2): Ser fiel a una promesa
Descripción: El Dr. Laurence describe el evento que produjo que explorara religiones y que finalmente se convenciera respecto al Islam, no por mera inteligencia, sino por la pureza de su corazón.
- Por Dr. Laurence B. Brown
- Publicado 24 Aug 2009
- Última modificación 24 Aug 2009
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Cuando nació mi segunda hija, en el invierno de 1990, fue rápidamente trasladada de la sala de partos a la unidad neonatal de cuidados intensivos, donde se le diagnosticó contracción de la aorta. Esto significa un estrechamiento crítico en el vaso principal del corazón. De pies a cabeza el color de su piel era gris plomo azulado, su cuerpo no recibía suficiente sangre, así que sus tejidos se estaban asfixiando. Cuando supe el diagnóstico quedé devastado. Siendo médico, entendía que esto representaba una cirugía torácica de emergencia, con pocas posibilidades de supervivencia a largo plazo.
Un cirujano cardiotorácico de consulta, del otro lado del pueblo, fue llamado al hospital pediátrico en Washington D.C., y con su llegada se me pidió que me retirara de la unidad de cuidados intensivos ya que me encontraba excesivamente emotivo. Sin compañía alguna salvo mis miedos y sin sitio alguno que me contuviera mientras aguardaba el resultado de la observación del médico, me dirigí a la sala de oración del hospital, donde me desplomé sobre mis rodillas. Por primera vez en mi vida recé con sinceridad y compromiso. Habiendo sido ateo toda mi vida, esa fue la primera vez que reconocí a Dios, diría incluso que parcialmente. Digo parcialmente, porque aún en ese momento de pánico no creía completamente, y recé una oración algo escéptica en la que le prometí a Dios, si es que había un Dios, que si salvaba a mi hija yo entonces buscaría y practicaría la religión que más Le complaciera. Diez o quince minutos después, cuando regresé a la UCI neonatal, quedé conmocionado cuando el médico consulto me dijo que mi hija estaría bien. Tal como había dicho, luego de dos días su situación se resolvió sin medicina ni cirugía, y de hecho creció como una niña absolutamente normal.
Sí, sé que hay una explicación médica para ello. Como dije, soy médico. Cuando el médico consulto me explicó sobre la manifestación de un ducto arterioso permeable, baja oxigenación y eventualmente una resolución espontánea, comprendí. Simplemente no lo creía, menos aún el especialista de UCI neonatal que había hecho el diagnóstico. Todavía recuerdo verlo de pie, mudo y con su cara en blanco. Con todo, al final el médico consulto estuvo en lo cierto y la condición retrocedió espontáneamente, y mi hija, Hannah, dejó el hospital como una bebé normal en todos los aspectos. Muchos de los que le hacen promesas a Dios en momentos de pánico encuentran o inventan excusas para librarse de su parte del compromiso en cuanto pasa el peligro. Como ateo, hubiese sido fácil mantener mi incredulidad atribuyendo la recuperación de mi hija a la explicación médica en vez de Dios. No pude. Se tomó un ultrasonido cardíaco antes y después, mostrando la compresión un día y su desaparición en el próximo; y en lo único en que podía pensar era que Dios había cumplido con su parte del trato y que yo debía cumplir con la mía. Aún habiendo una explicación médica adecuada, eso también se encontraba bajo el control de Dios Todopoderoso, de modo que Dios eligió efectuar Su decreto. Había respondido a mi oración. Punto. No acepté otra explicación entonces y no la aceptaré ahora.
En los años que siguieron, aunque me esforcé por cumplir con mi parte del compromiso, fallé. Estudié judaísmo y un sinnúmero de sectas cristianas, pero nunca sentía que había encontrado la verdad. Luego, asistí a una gran variedad de iglesias cristianas, pasando el período más largo de tiempo con la Iglesia Católica Apostólica Romana. Sin embargo, no acepté la fe cristiana. Jamás pude, por la simple razón de que no podía conciliar las enseñanzas bíblicas de Jesús con las enseñanzas de las diversas sectas del cristianismo. Al final solamente me quedé en casa y leí; fue en aquel entonces cuando me presentaron el Sagrado Corán y la biografía de Muhammad escrita por Martin Lings, titulada “Muhammad, su vida basada en las fuentes más antiguas”.
Durante mis años de estudio había encontrado en las escrituras judías la mención de tres profetas que seguirían a Moisés. Siendo Juan el Bautista y Jesucristo dos de ellos, de acuerdo al Antiguo Testamento, faltaba uno; mientras que en el Nuevo Testamento el mismísimo Jesucristo se refirió a un profeta final al que se debía seguir. No fue hasta que descubrí la enseñanza del Sagrado Corán respecto a la unicidad de Dios, tal como Moisés y Jesucristo habían señalado, que comencé a considerar a Muhammad como el profeta final presagiado; y no fue hasta que leí la biografía de Muhammad que me convencí. Y cuando me convencí, repentinamente todo pasó a tener sentido. La continuidad en la cadena de profetas y revelaciones, la Unidad de Dios Todopoderoso y la culminación de la revelación en el Sagrado Corán repentinamente cobraron sentido, y a partir de ese instante me volví musulmán.
Muy listo, ¿eh? No, para nada. Me equivocaría enormemente si creyera que lo deduje por mi cuenta. Una de las lecciones que he aprendido en estos diez años como musulmán es que hay muchas personas mucho más inteligentes que yo; excepto quienes todavía no han descubierto la verdad del Islam. En realidad, no es una cuestión de inteligencia sino de esclarecimiento, pues Allah reveló que quienes descrean permanecerán en la incredulidad, aún habiendo sido advertidos, ya que el castigo por haber negado a Allah es que les serán negados los tesoros de Su verdad. Así indica Allah en el Sagrado Corán:
“Por cierto que a los incrédulos les da lo mismo que les adviertas o no. No creerán. Dios ha sellado sus corazones y sus oídos, sus ojos están tapados y recibirán un castigo terrible”. (Corán 2:6-7)
Por otro lado, las buenas noticias son que...
“…Quien crea en Dios, Él guiará su corazón”. (Corán 64:11)
“…Dios elige [para que acepte la fe] a quien quiere, y guía hacia Él a quien se arrepiente”. (Corán 42:13)
…Y:
“…Dios guía a quien Él quiere hacia el sendero recto”. (Corán 24:46)
Agradezco a Dios porque Él decidió guiarme, y atribuyo esta instrucción a una simple fórmula: el reconocimiento de Dios, rezarle a Dios únicamente, la promesa sincera de buscar y practicar Su religión verdadera, y luego, habiendo recibido Su piedad, MATERIALIZARLA.
Copyright © 2007 Laurence B. Brown; usado bajo permiso.
El Dr.
Laurence B. Brown es el autor de The Eighth Scroll[El Octavo
Rollo], descrito por el Senador del Estado de Carolina del Norte, Larry Shaw,
como “Indiana Jones se encuentra con El Código Da Vinci.The Eighth
Scroll es un thriller
espeluznante, controversial e irresistible que desafía los puntos de vista
occidentales sobre la humanidad, la historia y la religión. Sin lugar a dudas,
¡el mejor libro en su clase!” El Dr. Brown también es el autor de tres libros
académicos de religión comparativa: MisGod'ed, God'ed y Dando
Verdadero Testimonio (Dar-us-
Salam). Sus libros y artículos pueden ser encontrados en sus sitios web: www.EighthScroll.com y www.LevelTruth.com, y están disponibles
para la compra a través de amazon.com.
Laurence B. Brown, MD, puede contactarse a través de BrownL38@yahoo.com
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