Stephanie, excatólica, Suráfrica (parte 1 de 6)
Descripción: Cómo comenzó su búsqueda de la verdad.
- Por Stephanie
- Publicado 22 Jun 2015
- Última modificación 21 Jun 2015
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Mi nombre es Sadiqah Ismat (también conocida como Stephanie por mi familia y otros seres queridos cristianos) y vivo en Cape Town, Suráfrica. Mi viaje a casa ha sido uno en extremo complejo, con muchas capas que se fueron revelando una a una, y quise narrar en detalle las dificultades que tuve después de mi conversión, de modo que otros puedan beneficiarse de ello. Así que están advertidos: ¡la mía es una historia bien larga! ¡Por la Gracia y la Misericordia de Dios Todopoderoso, he llegado a casa! Ha sido un viaje emocionante y muy sorprendente. Si alguien me hubiera dicho hace unos años que yo dejaría el cristianismo y me haría musulmana, me habría desternillado de risa ante semejante locura, pues era muy feliz como católica en 2008.
Antecedentes
Provengo de una familia de clase media de los suburbios de Suráfrica, de origen holandés e idioma afrikáans, conformada por maravillosos y amorosos cristianos protestantes. Nací en 1984 y crecí prácticamente sola, ya que era más de una década menor que mi hermana y mis dos hermanos. Mi madre era (y sigue siendo) miembro muy activa y devota de la iglesia pentecostal; pero mi padre, si bien era un buen cristiano, no asistía a la iglesia. Él era una persona de mente muy abierta, y era mucho más cómodo hablar de religión con él que con mi mamá.
Fui criada en las enseñanzas cristianas más fundamentalistas, es decir, se me enseñó desde muy pequeña que si no crees en Jesucristo (la paz de Dios sea con él) y lo aceptas como tu salvador, irás al Infierno. Otras religiones, incluyendo el catolicismo, eran tabú. Sus almas eran consideradas perdidas, su Dios era visto como otro dios diferente al Dios cristiano. No es de sorprender que yo hubiera crecido con mucho temor de Dios y del Infierno. Ofrecía mis oraciones todos los días, para estar a salvo del maligno. Era normal que en mi casa mi madre hablara con sus amigas acerca de temas como el demonio y la liberación de los espíritus malignos, ya fuera por teléfono, en la sala o la cocina. Ella estaba en el ministerio de sanación y era muy versada en la Biblia; ella era la matriarca espiritual de la familia, la que inspiraba en mí miedo y respeto. Yo era una niña muy tímida y ansiosa, y creía que lo que ella decía era ley divina, así que la obedecía.
Cuando tenía 12 años, acepté a Jesucristo (la paz sea con él) "en mi corazón como mi Señor y Salvador", como lo hacen todos los cristianos protestantes, pero no recuerdo mucho acerca de lo que ocurrió después de eso. Al mismo tiempo, yo tenía una amiga muy querida que era católica. La visité muchas veces en su casa y vi los cuadros, estatuas, rosarios y crucifijos, y estaba fascinada con todo ello. Aprendí acerca de la práctica cristiana del ayuno (cuaresma) también. Me encantaba la tradición y el orden, y me preguntaba por qué mi familia no me enseñaba sobre la cuaresma y los santos. Entonces, ella me invitó a su iglesia. Era hermosa por dentro, muy distinta de las iglesias planas y modernas en las que había estado, y quedé sorprendida. Mi corazón fue tocado muy en lo profundo, y ese fue el inicio de un amor y una fascinación muy largos con el catolicismo. Me tomó una década reunir el valor suficiente para explorarlo, pues temía ir al Infierno si me convertía.
Fue por aquella época que mi amiga me dio un objeto devocional católico. Cuando lo llevé a casa, mi mamá me dijo que tenía que devolverlo. Temí que Dios se enojara si lo mantenía conmigo, así que la obedecí. Me preocupaba continuamente sobre si me salvaría o no. Desde entonces, y hasta que cumplí 21 años, fui a la iglesia muy rara vez. Las iglesias a las que asistía mi madre tenían servicios de adoración muy emocionales donde la gente caía al suelo cuando los tocaban en oración, y eso me perturbaba. Así que dejé de ir, ocupándome en casa con aficiones como la astronomía y la pintura, y me encantaba ir a casa de mi amiga. Después de la secundaria, ella y yo tomamos caminos separados, yo me trasladé a otro suburbio. En esa época, estuve enferma de depresión severa y ansiedad, y estuve así por unos tres años, por lo que necesité tratamiento psiquiátrico. Me sentía confundida y sin un sentido, propósito ni dirección en mi vida. Esa fue la parte más oscura de mi vida, en la que mi madre fue heroica en su apoyo.
Mi búsqueda comienza
Mi madre había creído, desde cuando yo estaba en su matriz, que Dios tenía un plan especial para mí. Fui criada bajo la premisa de que estaba destinada para cosas grandes y extraordinarias y, sin embargo, yo tenía una autoestima muy baja y quería ser normal. Fue muy doloroso para mí saber que era "diferente". En la secundaria fui una solitaria, y algunos de mis compañeros creían que era extraña, lo que no me facilitó las cosas. Vivía en mi propio mundo de fantasía.
En 2005, a los 21 años de edad, comencé a buscar una iglesia a la cual asistir, y después de explorar a los metodistas, fui a una iglesia anglicana donde fui bautizada y confirmada. También por esa época sentí la fuerte necesidad de hacerme monja, pues amaba la dedicación contracultural y del otro mundo que ellas tenían, y también porque veía en ello una confirmación de las esperanzas que mi madre había puesto en mí. Me comprometí con Jesús al celibato. Fue por aquel entonces, en 2006, que comencé a interesarme en llevar velo como lo hacen las monjas. Comencé con un pequeño velo rectangular que llevaba todos los días, y con el tiempo comencé a usar velos más grandes.
En Cape Town hay una buena historia musulmana, que comienza con los esclavos malayos que fueron llevados allí en el siglo XVII, por lo que tenemos una buena cantidad de musulmanes locales (en su mayoría, malayos y negros), a pesar de que los musulmanes solo conforman el 2% de la población de Suráfrica, en comparación con el 80% de cristianos. Me atrajo el hiyab, que cubre el cuello al igual que la cabeza, pero mi madre me dijo que me "vería como musulmana" y eso me alejó de ello, a pesar de que había comenzado en mí una fascinación y un respeto profundos hacia las mujeres musulmanas. Es curioso, pero a pesar de los comentarios de mi madre, ella (y toda la familia) me aceptaban con velo y no se avergonzaban de salir conmigo así. Creo que fue duro para ella, pero mi madre me dio libertad desde que cumplí 21. También me sentí atraída hacia la vestimenta modesta con faldas largas, las que comencé a coser yo misma (al principio con la ayuda de mi mamá), porque no pude encontrar nada lo suficientemente largo en las tiendas (¡yo mido 1,56 m!). Mi deseo de ser monja me llevó a un viaje de descubrimiento de la dignidad de mi feminidad, las bendiciones de la modestia y el amor por el velo. También sembró las semillas de mi interés por la costura y el diseño de modas.
Stephanie, excatólica, Suráfrica (parte 2 de 6)
Descripción: Su vida como católica.
- Por Stephanie
- Publicado 29 Jun 2015
- Última modificación 29 Jun 2015
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Vida de católica
En 2007 comencé a asistir a la iglesia católica local y comencé una iniciación de un año en el catolicismo romano. El día que me hice católica, el 23 de marzo de 2008, fue uno de los días más felices de mi vida y todavía lo recuerdo con cariño.
Nunca imaginé que ese no era el final del camino…
Como nueva católica, estaba enamorada de la Iglesia y me sentía por fin en casa. Al año siguiente (2009) me involucré con los acólitos (aquellos que arreglan el altar para la misa y alistan todo para cada celebración), cosa que amaba con todo mi corazón. También había servido en ese ministerio con los anglicanos. Pero pronto comencé a sentirme insatisfecha con la forma en que se hacían las cosas en la Iglesia, que antes había creído era muy estricta y tradicional. Me disgustó en particular la actitud moderna y casual hacia la adoración, y me sentía como una extrañeza en mi iglesia pues yo era la única mujer que cubría su cabeza. No acepté la explicación moderna de que esto ya no era necesario, pues eso no tenía sentido. Creía que los versículos bíblicos de 1 Corintios 11:3-16 eran válidos para todas las épocas y todas las culturas.
Debido a que hubo un fuerte declive en la modestia y en la costumbre de las mujeres de cubrirse la cabeza a partir del feminismo radical de la década de 1960, culpé de todo ello al feminismo y lo odié. Creía que había despojado a las mujeres de su modestia y su dignidad, así que defendía la posición de la Iglesia, según lo que está registrado en las Escrituras y en la tradición de católica, de que las mujeres deben estar subordinadas a sus esposos y deben mantenerse en silencio en la iglesia. Era tan fiel a estas enseñanzas como podía y me negué a aceptar roles designados tradicionalmente a los hombres. Al hacer esto, tuve muchas peleas con mis amigas feministas y me sentía muy mal, pues parecía como si odiara a las mujeres. Yo estaba siempre en desacuerdo con que la Iglesia dejara que las mujeres tomaran papeles de liderazgo, y todo lo que me oliera a feminismo me hacía escribir cartas impopulares al periódico católico local. Si esas enseñanzas sobre las mujeres estaban en la Biblia, ¿por qué no debían ser seguidas? Al final, me di cuenta de que era porque algunas de ellas no eran razonables. También defendí el pudor (que es algo razonable), pero me seguía sintiendo aislada, rodeada de mujeres en la iglesia que se vestían de modo indecente. Estaba confundida acerca de por qué la Iglesia no enseñaba nada sobre la modestia y el pudor. El catecismo católico era tan claro, y a la vez tan vago… hablaba del pudor de manera general, pero no daba pauta alguna, dejando que nosotras decidiéramos. Yo era una mujer infeliz y amargada, defendiendo una causa perdida. Era irónico, pero el nombre católico que yo tomé era "Dolores".
Cada vez que veía a una mujer musulmana con hiyab, la envidiaba y deseaba ser una de ellas también. Sentía un parentesco con ellas que no sentí nunca con ninguna mujer católica, y deseaba mucho estar en su compañía. Le sonreía a toda mujer con hiyab que veía pasar. ¡No es de sorprender que me confundieran con una musulmana, pero era mejor que ser confundida con una monja! Me avergonzaba cuando los extraños me saludaban diciéndome "hola hermana" incluso en el supermercado, y mi sacerdote me reprendió por vestirme como alguien que yo no era. Así que comencé a vestir mis velos al estilo musulmán pero agregando un crucifijo para que no me confundieran con una de ellas. La gente ya no volvió a confundirme con una musulmana, pero yo todavía era consciente de que parecía musulmana. Esto no me molestaba, ya que les tenía cariño y las defendía cuando se las criticaba, pero a veces me sentía como un fraude, una hipócrita. "¿Quién soy? ¿Una católica o una musulmana?" Leí novelas ambientadas en el medioevo y leí sobre personajes musulmanes, viendo todos los programas de televisión y películas que pude sobre el tema, incluso las noticias de la cadena Al Jazeera, solo para ver mujeres con velo y personas prosternándose, y mi interés aumentó.
Por la época en que me convertí al catolicismo, puse a prueba mi llamado a ser monja cinco veces en cuatro conventos: el primer intento fue en septiembre de 2006 en un convento anglicano, entre noviembre y diciembre de 2008 en un convento carmelita católico, en enero de 2009 en otro convento católico de las clarisas, y luego de nuevo en el mismo convento carmelita entre octubre de 2009 y enero de 2010; todos sin éxito.
Todavía recuerdo un incidente en el convento carmelita. Yo me quedaba en los cuartos de invitados, era hacia noviembre o diciembre de 2009, y tenía prohibido vestir mi velo en el convento, lo que me entristecía. El convento estaba ubicado en un suburbio con una mezquita y yo escuchaba el hermoso y frecuente llamado a la oración en muchas ocasiones, en especial cuando estaba en el baño con una ventana abierta. Cuando lo escuchaba, me paraba frente al espejo, tomaba mi velo cuadrado que usaba de cortina para la ventana, y lo ponía en mi cabeza imaginando que era musulmana. Me preguntaba cómo sería eso.
Otra de mis aventuras como católica fue como aspirante a pensadora y escritora. Después de haber desarrollado una rica vida de oración desde 2007, había acumulado algunas experiencias espirituales y había escrito acerca de temas como la Eucaristía, la Trinidad y la Encarnación (así como sobre feminidad, pudor y el ya mencionado velo). Me había dedicado profundamente a estos misterios cristianos y, aunque la Trinidad me resultó difícil de entender al principio, sentía que tenía sentido en alguna forma espiritual incomprensible para la mente. Es decir, consideraba que había dos tipos de lógica: la lógica de la razón y la lógica de la fe. La primera era nuestro intelecto humano, y la última era un intelecto superior que moraba en nuestros espíritus, y que solo tenía sentido cuando teníamos fe ciega en alguna doctrina. El problema era que la "fe ciega" podía ser fácilmente distorsionada en opiniones personales…
La doctrina que llama a María (la paz sea con ella) la Madre de Dios también me parecía extraña, pero también tenía cierta lógica, siempre que Jesús (la paz sea con él) fuera visto como Dios. Aparte de estas doctrinas, desarrollé una noción de Dios como el "estado de ser y felicidad supremos". Los católicos creen que María es un ejemplo para la Iglesia, así que todos compartimos su Maternidad de Dios. ¡Esto significa que podemos, en un sentido místico, "dar a luz a Dios" al mundo! Con este entendimiento que tenía de Dios, me sentí atemorizada, puesto que sentía que estaba limitando a Dios peligrosamente a meros conceptos. Esto podía llevar a pensar que los humanos tenemos cierto tipo de poder sobre Él.
Acepté las doctrinas cristianas sin cuestionarlas hasta hace poco, cuando me sentí obligada a hacerlo debido a mi situación infeliz. Debido a mis escritos, sentía que había sido bendecida con mucho conocimiento, así que sería juzgada con mayor severidad el Día Final si dejaba atrás esta fe. Esto me hizo creer que jamás podría abandonar el cristianismo. ¡Nunca me habría atrevido a hacerlo! ¿Dejar esta fe y perder mi alma en el Infierno? ¿Abandonar a Jesús como Dios? No, estaba realmente convencida de que me mantendría católica, mi fe era incuestionable y fuerte. Y mi mamá… ¡No quería ni pensar en lo que diría! Temblaba con la sola idea de dejar a Jesús. Y, sin embargo, no podía negar mi creciente interés en el Islam, por mucho que me esforzara por erradicarlo.
En agosto de 2010 descubrí un convento católico dominicano de monjas contemplativas enclaustradas, bastante lejos de casa, que cumplía y hasta excedía mis expectativas. Su espiritualidad encajaba con la mía; ellas se enfocaban en la verdad y la pureza, los dos valores que yo más estimaba. Después de una visita de dos meses, permanecí allí y entré oficialmente el 7 de noviembre de 2010 (en todos los demás conventos yo fui solo una visitante). Realmente creía que por fin había encontrado mi hogar, pero algo no me satisfacía, en particular cuando fui aislada del mundo a mi alrededor y aún no me sentía libre. Después de dos meses más me marché y regresé a casa sin arrepentirme. Para ese entonces, mi deseo de cinco años de ser monja había terminado para siempre. Era enero de 2011.
Stephanie, excatólica, Suráfrica (parte 3 de 6)
Descripción: Su lucha interna.
- Por Stephanie
- Publicado 06 Jul 2015
- Última modificación 06 Jul 2015
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LA LUCHA INTERNA
Para ilustrar mis luchas internas, pongo a continuación algunos fragmentos que he recopilado de varios correos electrónicos que les envié a mis amigos en el transcurso de dos años:
2 de julio de 2009: En verdad amo a los musulmanes, por sus opiniones estrictas, y a veces veo un programa musulmán en la televisión solo para vislumbrar su belleza. Su práctica de la modestia se denomina "hiyab". ¡Ellos tienen mucho qué recordarnos a los cristianos!
1 de febrero de 2010: Para ser honesta, estoy atravesando una crisis en mi fe, mi identidad y mi vocación. ¡Mi crisis es tal que soy musulmana en el exterior y católica en el interior! No puedo ni pensar en dejar a Jesús, pero tampoco me deja de gustar la forma de vida de los musulmanes. Me gustan ambos, y esto parece ponerme en el límite entre el cristianismo y el Islam.
16 de febrero de 2010:Durante el último año ha aumentado mi atracción hacia la cultura islámica. Puedo decir personalmente que si tuviera que elegir mi religión de acuerdo con mis sentimientos actuales, me convertiría al Islam.
2 de marzo de 2010: …Me enfada y me desilusiona todo lo mundanal que se filtra en la Iglesia y oscurece su luz. … A veces miro a los musulmanes y quisiera ser una de ellos, pues he estado fascinada con el Islam durante los últimos dos años, pero entonces sé que no puedo, porque estoy muy unida a Jesús.
Veo dos programas musulmanes a la semana en televisión, solo por curiosidad. Uno de estos programas era sobre un hombre que se hizo musulmán. Él dijo que lo que le había gustado de la religión era su simplicidad, y que a él le encantaba la forma en que los musulmanes mostraban su fe en su forma de vivir y de vestir; prácticamente puedes saber quién es musulmán por la forma en que se ve. Esas son las mismas razones por las que yo también estoy fascinada con ellos. Estuve hablando con una mujer musulmana de mediana edad en la tienda donde compro mis cosas de costura. La tienda es manejada por musulmanes, y ya había hablado con esta mujer antes, puesto que ella me preguntó por qué llevaba velo. Le dije que aunque no soy musulmana, soy "amiga de los musulmanes". El joven de la caja me dijo una vez este año que yo me veía bien con mi velo. Yo quedé extasiada por el cumplido. ¡Esta es gente que me entiende! ¡Eso me hizo muy feliz!
Es un poco extraño, pero una vez, hace algún tiempo mientras estaba de compras con mi mamá, llevaba mi velo como una musulmana y ella me dijo de improviso: "¡Deberías haber nacido musulmana!" Y le dije con una sonrisa: "¡Sí, lo sé!". Realmente no me quería convertir, pero a medida que mi interés por el Islam crece, me preocupa que esté perdiendo mi fe cristiana… Mis creencias con respecto a las mujeres (e incluso algunas en relación al matrimonio) son las mismas que las islámicas, y a veces siento que encajo mejor con los musulmanes que con los católicos. No me siento tan en mi ambiente como cuando estoy entre musulmanas.
3 de marzo de 2010:Ella me dijo que debo esforzarme por hallar la causa de mi amor por el velo, y me sentí frustrada cuando ella sacó este tema a colación. Me irritó cuando dijo que "cubrir la cabeza al estilo católico" no era suficiente para mí, y por eso yo adoptaba la "forma extrema del velo islámico". ¿Y qué es "cubrir la cabeza al estilo católico"? Sí, puedo usar una mantilla para la misa, pero no puedo usarla en público, por eso no la utilizo. ¿Tengo que ser musulmana para que me guste usar velo?
5 de junio de 2010:Debo admitir algunas otras cosas, tengo un fuerte interés en el Islam, veo demasiadas opciones en el cristianismo. El Islam parece tan eterno e invariable, y el cristianismo parece haber cambiado tanto que se ha vuelto irreconocible.
18 de junio de 2011: Ya te había contado que tenía una gran fascinación por el Islam, la cual creció hasta que le puse fin, ya que temía que me llevara por el camino errado. Poco después de ello, me fui al convento. Cuando regresé, este interés volvió y, de hecho, me atrae tanto que decidí investigar más sobre el Islam.
Esta religión me atrae mucho, porque me veo comportándome más como musulmana que como cristiana; es como si mis opiniones personales sobre muchos temas (en especial la modestia y el velo) se reflejaran en el Islam. Esta situación en la que me encuentro ahora sigue el mismo patrón de mi interés en el catolicismo. Tenía mucho miedo de decirle a mi mamá al principio, también estaba muy temerosa de explorar el catolicismo por miedo a la condenación, fui muy sigilosa al estudiarlo, y lo practiqué antes de decidir cualquier posibilidad de conversión.
Como cristiana, me siento cada vez más sola, puesto que estoy sola en algunas de mis convicciones, mientras que como musulmana yo sería una de muchas que creen y hallaría solidaridad y apoyo. El Islam realmente me atrae por la misma razón que el catolicismo me atrajo al comienzo: unidad, que se hace más visible en la práctica. Este interés por el Islam me preocupa, ya que temo (al igual que antes de decidir hacerme católica) que si cambio mi fe me condenaré al Infierno. No puedo entender por qué Dios condenaría otras religiones al Infierno solo porque no siguen a Jesucristo directamente. Sin embargo, como cristiana se me ha dicho que si abandono a Jesús estaré perdida. No puedo aceptar la conversión ahora, pero la forma en que crece mi interés en ella parece hacerla cada vez más factible. Esto me asusta y, sin embargo, ¿qué puedo hacer? ¿Debo negar que el Islam me atrae mucho?
11 de febrero de 2011: De nuevo atravieso una crisis de fe... Y esta vez es peor que antes. Me siento desilusionada del cristianismo una vez más. Mi corazón va de aquí para allá, siendo tirado de un lado al otro. Me aterra ir al Infierno, y al mismo tiempo estoy enferma y cansada de escuchar que iré al Infierno si cambio mi fe.
13 de febrero de 2011: [En respuesta a mis amigos que han estado preocupados por mí] Ya es suficientemente difícil tratar de encajar con los cristianos cuando encajo mejor con los musulmanes. Y no es solo debido a la forma en que me visto o por mi creencia sobre la modestia. También me conmueve la forma en que ellos adoran utilizando inclinaciones y prosternaciones, quitándose los zapatos, todos al unísono, hombres y mujeres separados, y cómo su estilo de vida es tan simple y tan centrado, y su increíble peregrinación que no tiene par. Incluso la forma en que entierran a sus difuntos es la forma en que quisiera ser enterrada. Incluso he encontrado un nombre musulmán que me gusta: Saadiqah (que significa amor por la verdad). "¿Qué pasa conmigo? ¿Cómo me atrevo a ir en esa dirección?" Me lo pregunto a mí misma.
Cuando voy a misa me siento como un bicho raro y anhelo estar rodeada de musulmanes. No puedo sentir una conexión con muchos otros cristianos, en particular mujeres, y eso duele.
¿Qué sería mejor?
¿Martirizarme continuando esta forma de ser solitaria, no encajando, siendo el bicho raro, por la causa de ser una luz, enseñando modestia, pero sintiéndome amargada y solitaria o encontrar un nicho, donde pueda hallarle sentido a pertenecer a una comunidad, no ayudando tanto a los demás (aunque seguiré cosiendo) pero estando feliz y en paz en mi interior?
¿Qué sería más importante que evitar el camino del pecado en mi propia alma? No puedo bendecir a otras almas si no soy feliz en mi propia alma primero.
Puedo asegurarles que Le ruego a Dios, estoy segura de que Él quiere que sea yo misma y también que me sienta a gusto encajando con otros. No puedo pensar que Dios se enoje conmigo solo porque busco y exploro. Estoy especulando, nada es definitivo, pero me siento en una encrucijada.
Stephanie, excatólica, Suráfrica (parte 4 de 6)
Descripción: Ella abrazó finalmente el Islam.
- Por Stephanie
- Publicado 06 Jul 2015
- Última modificación 06 Jul 2015
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13 de febrero de 2011: Fui criada con esta mentalidad cristiana fundamentalista que tiene miedo de las demás religiones, pensando que si las exploro enojaré a Dios. Y estoy aterrada de lo que mi mamá pueda pensar. Aunque ella comentó hace unos años en el centro comercial: "Debiste nacer musulmana", me dijo el otro día cuando le conté de mi interés en la oración oriental: "¡Siempre y cuando no te vuelvas mahometana!"; y yo pensé: "¡Oh, Dios, mi mamá sabe que me gusta el Islam!". Terminé diciéndole algo como "la elección de mi religión es asunto mío, no tuyo".
Cuando recuerdo por qué amé la vida enclaustrada de una monja y por qué amé el catolicismo, veo todas esas cosas en el Islam, en especial la unidad, que es lo que más me atrae. Es probablemente la religión más cercana a mi perspectiva de vida. Tengo que explorarla o, de lo contrario, esto se volverá abrumador. Siento que si la exploro perderé la fascinación en ella y podré regresar al cristianismo. Parte de mí quiere convertirse, parte de mí está ATERRADA. "¿Y si voy al Infierno?" es mi mayor preocupación. Y, sin embargo, sentía el mismo temor cuando pensaba en entrar al catolicismo. Esta noche me eché a llorar de tan trastornada que estoy por este asunto. He investigado mucho sobre el Islam últimamente y he leído historias de conversiones, e incluso he sintonizado mi radio en una estación islámica. Le he dicho a Dios que una parte de mí odia al Islam por interesarme, y en verdad es una relación de amor y odio. Tengo que aprender a vivir con este interés. Pero como ya dije, tengo miedo de ofender a Dios, ¿y qué pensará Jesús? Me siento como hipócrita en misa, pero sigo asistiendo a ella.
14 de febrero de 2011: A menudo tengo mucho miedo de contarles a mis seres queridos cristianos acerca de mi interés en el Islam por temor a que digan que me estoy desviando por el mal camino y que perderé mi alma. Encuentro al Islam muy completo, simple, fuerte y austero, a diferencia del catolicismo, que es más complejo y hasta un tanto sentimental a veces.
Muchas cosas: su forma de rezar postrándose, su simplicidad, su separación entre hombres y mujeres en la oración, rezar descalzos, su énfasis MARAVILLOSO en el pudor y el velo, su visión de las mujeres (me he considerado a mí misma una amargada antifeminista, pero cuando veo al feminismo con lentes islámicos, quedo en paz con él, puesto que las mujeres no comprometen su modestia ni su feminidad). También me encanta su ayuno de Ramadán, el peregrinaje que hacen, la limpieza de su ritual de ablución, su abstinencia del alcohol, su aversión a las relaciones extramaritales –ellos prefieren que hombres y mujeres se reúnan en presencia de chaperones y arreglen sus matrimonios–, etc.
Cuando miro hacia atrás en mi vida, me parece que he sido musulmana por la forma en que me he resguardado. Prácticamente nunca salí en una cita –tuve dos novios con los que me reunía en mi casa o en la de ellos, o salía con ellos junto con otros amigos o con mis padres, etc.–. Desde los 17 años me he vestido con modestia y amo cubrir mi cabeza, nunca tuve debilidad por el alcohol, me ha gustado siempre el desafío de ayunar y la oración (de ahí mi anterior amor por la vida enclaustrada).
No es que quiera rechazar el cristianismo, sino que encontré algo con lo que creo que podría identificarme más y encajar en ello.
Entrando al Islam
Para entonces, yo no podía resistirme más así que hice mucha investigación, leí muchas historias de conversiones de mujeres, y comencé a creer que era posible abandonarme y dejar que Dios me guiara. Como mi corazón ya había estado persuadido desde tiempo atrás, todo lo que tenía que hacer era convencer a mi mente. Así que leí artículos en internet y la traducción al inglés del Corán, y comencé a rezar a la manera islámica, haciendo primero la oración nocturna, utilizando una pequeña estera para rezar en ella, y haciendo wudú (ablución ritual) de la manera prescrita. Fue difícil persuadir a mi mente, pero le supliqué a Dios Todopoderoso, el más Clemente, el Misericordioso, que me guiara. Le pedí que me diera un respiro y al día siguiente leí algunos artículos.
Nada parecía haberme impactado realmente hasta que leí un artículo en www.defending-islam.com titulado El milagro del Corán, por Khalid Baig. Fue como un golpe fuerte en la cabeza. Decía lo siguiente:
"El reconocido erudito Dr. Hamidullah nos cuenta acerca de un esfuerzo llevado a cabo en Alemania por parte de los eruditos cristianos por reunir todos los manuscritos griegos de la Biblia, ya que la Biblia original en arameo ya no existe. Ellos reunieron todos los manuscritos del mundo, y después de examinarlos reportaron: "Se han encontrado unas doscientas mil narraciones contradictorias... un octavo de ellas son de naturaleza importante". Cuando se publicó este reporte, algunas personas establecieron un Instituto para la Investigación del Corán en Munich, con el objeto de examinar el Corán de la misma manera. Para 1933, se habían reunido 43.000 fotocopias de manuscritos coránicos. Si bien se encontraron algunos errores menores de caligrafía, ¡no se descubrió ni una sola discrepancia en el texto!".
¡¡¡Wow, wow, WOW!!!… ¡ESO es realmente un milagro! ¿De qué otro modo puede ser posible? Quedé profundamente impresionada al saber que existe una única versión del Corán. Como cristiana protestante, había estado buscando la Biblia más genuina y había tomado la versión Rey Jacobo como si fuera la "autorizada". Luego, al hacerme católica, me di cuenta de que esa no era la más original. Compré una Biblia Nueva Versión Estándar Revisada, pero consideré la versión Douay-Rheims como la más auténtica pues está basada en la Vulgata de San Jerónimo –eso era lo más cerca que podía llegar a la Biblia original–. Lamentablemente, era demasiado costosa para comprarla. También me encantaba la Biblia de Jerusalén, que era la utilizada en la Liturgia, pero también había dos versiones de ella. ¡Todo era tan confuso! En cambio, con el Corán, si bien existen diversas traducciones a muchos idiomas, hay una única versión: la original en árabe. Y no solo eso, sino que todo musulmán tiene acceso a aprender a leer árabe y se puede beneficiar de la versión real. Una gran diferencia con la historia cristiana en la que la Biblia era leída solo por algunas personas, en su mayoría sacerdotes, que fácilmente podían enseñarle a la gente sus opiniones personales.
Fue entonces cuando decidí someterme a Dios. ¡Cuán feliz estaba! No solo eso, sino que la visión islámica de las mujeres le puso fin a mi conflicto en la Iglesia Católica. Podía reconciliar las buenas cosas del feminismo con la modestia y el velo. ¡Al fin, había hallado un nicho! Mi amargura se disolvió como el rocío al sol.
Esto había ocurrido poco después de otro acontecimiento: después de todos los años en que me esforcé por discernir mi vocación por entrar a un convento, decidí que era tiempo de tener un trabajo apropiado para poder finalmente salir de la casa de mis padres y hacerme independiente, cosa que se hacía indispensable con el movimiento de las cosas. En una carta anterior (2 de marzo de 2010) mencioné que iba regularmente a una tienda a comprar mis cosas de costura, pues ya conocía bien a sus dueños (y porque ellos eran musulmanes). Decidí tomar un trabajo de medio tiempo allí. A la semana siguiente, pasé para comprar algunas cosas para un vestido como excusa para preguntar por el trabajo y compartir mi interés en el Islam. Cuando compré los adornos, me quedé conversando sobre el Islam con una señora maravillosa que trabajaba allí, y que me dio el número de teléfono de su hermana, quien conocía a alguien que trabajaba en una Madrassah (escuela musulmana) y que estaría dispuesta a enseñarme. Para mi alegría, obtuve el trabajo (aunque poco después lo perdí en una reducción de personal). Luego, la señora hizo algo que me tocó profundamente: le dijo al hombre que ellos ya no debían volver a saludarme con "hola" sino con "¡Salam Aleikum!" (la paz sea contigo). Entonces, contesté: "¡Wa Aleikum Assalaam! (y que contigo sea la paz)".
Stephanie, excatólica, Suráfrica (parte 5 de 6)
Descripción: Su Jihad y su alegría.
- Por Stephanie
- Publicado 13 Jul 2015
- Última modificación 13 Jul 2015
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Me fui a casa, llorando de alegría. Telefoneé a la hermana de la señora con la que había hablado (lo hice nerviosa, cuando sentí que mi mamá no debía escuchar) y me puse cita con ella, quien pasó a recogerme a la semana siguiente, el viernes, y al día siguiente ya tenía yo la suficiente confianza para hacer la shahada si se daba la ocasión. Como sabía que ya no podía dar marcha atrás, recé para tener fuerza en los tiempos por venir…
Fue muy difícil, porque cuando fui a la iglesia ese domingo me sentí un poco culpable y tuve miedo de estar obrando mal; y como todos los que conozco son cristianos y tienen conceptos errados sobre el Islam, no tuve mucho apoyo que digamos. Aparte de pensar equivocadamente que el Dios de los musulmanes es distinto al Dios de los cristianos, alguien en mi familia también creía que los musulmanes le rezaban y adoraban a Muhammad (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él). No es de sorprender que yo tuviera miedo de contarles, pero Dios me dio la fortaleza poco después.
Después de ese día bendito en que decidí confiar en Dios Todopoderoso, estaba muy tensa y agitada todo el tiempo, pues sabía que era un gran paso y temía lo que mis padres pensarían al respecto. Para admitir la verdad, también estaba muy impaciente por dar ese gran paso después de que decidí que quería hacerlo. ¿Por qué esperar? ¿Qué pasaría si me moría antes de tener la oportunidad de revertirme? Así que llamé por teléfono al hombre de la tienda y le pregunté si él y otra persona podían servirme como testigos para hacer la Shahada. Después de dos retrasos (enviados por Dios para enseñarme paciencia) me encontré con él, su esposa y su hijo menor en un auto en un centro comercial por la noche, tres días después. La razón para este extraño lugar de reunión fue que yo podía ir allí sin mis padres (ya que yo no podía conducir). Me senté en su auto y ellos me explicaron algunas cosas y me regalaron algunos libros antes de que yo pronunciara la Shahada (el testimonio de fe). Al principio, se me hacía un nudo en la garganta, incluso hoy en día, cuando hago memoria y vuelvo al momento en que me hice musulmana, me río al pensar que abracé el Islam en un estacionamiento. ¡Qué metáfora para mi viaje, por fin había encontrado un lugar para estacionar! Esto fue el 22 de febrero de 2011, es decir, el 18 de Rabi-ul-Awwal de 1432. ¡¡¡Qué día más glorioso!!!
Jihad y alegría
Cuando llegué a casa, aún no había digerido todo el asunto. Las pruebas comenzaron en cuanto entré en mi casa, casi tengo problemas con mis padres por haberme demorado tanto, pues ya el sol se había puesto. Me disculpé con ellos tratando de cubrir mis miedos, pero pronto tendría que decirles gradualmente, y así lo hice esa misma noche.
Primero hablé con mi madre, pero no le conté que ya era musulmana, solo le dije que estaba en proceso de aprender sobre el Islam, y que no le había dicho antes por temor a lo que pudiera pensar. Ella actuó del mismo modo que lo hizo cuando me hice católica: no lo aprobó, pero me dijo que ya tenía edad suficiente para decidir por mí misma, que solo debía tener cuidado. Al principio, dijo: "No, no, no, Stephanie, no, no…". Pero después que le aclaré algunas cosas sobre el Islam intentando ayudarla a superar sus conceptos errados, y de explicarle que seguiría siendo la misma persona y seguiría amándola como su hija, ella se calmó. Ella podía ver cuán seria era yo al respecto. Sentí pena por ella, fue demasiado para que lo recibiera de un solo golpe. Mi padre se disgustó: "Puedes vestirte como ellos, pero tomar una religión totalmente diferente…". Fue algo duro, porque siempre lo vi como alguien de mente abierta.
Asistí por primera vez a la mezquita seis días después de mi reversión, y fui bienvenida cálidamente a la familia del Islam por el Imam. Rezar por primera vez con los demás en comunión, siendo liderada por el Imam, fue una experiencia increíble, aunque al principio estaba muy nerviosa.
Al principio luché con dudas acerca de mi juicio respecto a regresar al Islam. Una semana después de mi reversión, comencé a aprender en la madrassah, y empecé a sentirme abrumada con toda esa cantidad de cosas nuevas para aprender y este nuevo cambio en mi vida, y antiguos sentimientos de depresión (que me han atacado en cada gran cambio por el que he pasado) regresaron. ¿Cómo lo lograría como musulmana? ¡El Islam es tan extraño en mi entorno! ¿Y cómo les explicaría a mis padres que ya no podía volver a comer jamón, tocino ni cerdo nunca más? ¿Y por qué tengo que lavar los utensilios antes de utilizarlos? ¿O por qué nuestro perro es "impuro" y ya no puedo aceptarlo en mi habitación? Una nueva sensación de aislamiento amenazó con entrar sigilosamente. Me preocupaba mi vida espiritual. ¿Cómo podría conectarme con Dios si ni siquiera entendía las oraciones en árabe? El "Dios musulmán" parecía demasiado formal y distante en comparación con el "Dios cristiano" personal, familiar y representado en imágenes, aun cuando fueran el miso Dios. Estaba acostumbrada a estar rodeada de crucifijos e imágenes de Jesús, María y los santos católicos, con los que solía conversar, y ahora mi cuarto tenía las paredes vacías. Era atemorizante.
Vinieron más pruebas con mis seres queridos. Recibí una llamada telefónica de mi exmadrina. Luego recibí correos electrónicos de un viejo grupo virtual católico al que pertenecía, y de mi antiguo sacerdote, quien me dijo que me estaba esperando en la iglesia un certificado de que yo había recibido entrenamiento como sacristán. La Superiora del convento en el que había estado también le escribió a mi madre diciéndole que rezaba para que yo no perdiera mi fe católica. Cuando les conté a los del grupo virtual que me había revertido, la Superiora trató de evangelizarme de nuevo diciéndome que Jesús (la paz sea con él) había sido crucificado y que ahora yo lo había crucificado de nuevo. No me sorprendió que tratara de hacerme sentir culpable, pues ya lo habían intentado otros dos también, pero eso me seguía haciendo sentir muy mal. Necesité dos días para reunir el valor de escribirle a mi sacerdote, y él supo apreciar ese valor, aunque me dijo que era difícil para él como católico devoto entender por qué me había revertido. Afortunadamente, nos separamos amistosamente. Mi hermana también se enteró, por mi mamá, que yo me había vuelto musulmana y quedó atónita, pero pareció aceptarlo cuando le escribí para explicarle (me resultó obvio en ese momento que mi mamá supiera que yo ya había dejado la Iglesia Católica, lo que me hizo sentir aliviada, ahora podía admitir frente a ella que era musulmana). Fue difícil para mi hermana también, pero seguimos en una buena relación, Alhamdulil-lah. Cuando me revertí, fue mi decisión no hablar todavía sobre religión con mi familia, sino simplemente ser una hija/hermana/tía para ellos. Eso es lo que les aconsejo a todos los conversos: ¡Sé tú mismo!
Stephanie, excatólica, Suráfrica (parte 6 de 6)
Descripción: Finalmente, su alegría regresó.
- Por Stephanie
- Publicado 13 Jul 2015
- Última modificación 13 Jul 2015
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En medio de estas pruebas, asistí por segunda vez a la mezquita y después de una semana practicando, la oración me resultó mucho más fácil y ya no volví a estar nerviosa. Esa noche me sentí muy fortalecida y le dije a Dios que me consagraba a Él como musulmana, que quería ser fiel a este camino. Desde entonces, he sentido nuevas fuerzas. Necesitaba esta fortaleza, pues estaba a punto de pasar por una prueba muy grave que amenazaría con partir mi corazón en dos.
Acababa de ver un programa de televisión sobre dhikers y sentía mucha felicidad interior. Entonces, mi mamá entró a mi cuarto y me dijo que una mujer, a quien ella no conocía, se le había acercado después de terminar el servicio en la iglesia y le había dicho que había soñado con ella, pero que no era para ella sino para su hija menor, es decir, yo. Esta mujer dijo que en el sueño ella había sido advertida de que yo debía dejar de hacer lo que estaba haciendo (es decir, de practicar el Islam). Al haber crecido como pentecostal (y habiendo sido sobreprotegida), me sentía aterrada de hacer cualquier cosa que mi madre, o su iglesia, desaprobaran. Ya había sido bastante con que me hiciera católica, ¡pero volverme musulmana! Este sueño me perturbó profundamente, pues saber de él me atacó muy en lo profundo, donde soy más vulnerable: mi temor al Infierno.
Comencé a enojarme con mi madre, que no era culpable de nada, pero ella me dijo que tenía que contármelo porque sentía que de lo contrario Dios la haría responsable. Esto me hizo dar más miedo: ¿Acaso el Islam era realmente malo para mí? ¡Cómo podía serlo, si yo era tan feliz y estaba tan viva! Le dije esto a mi mamá y ella me dijo que hablara de ello con Dios. Así que fui a mi habitación, les envié mensajes de texto a dos amigos pidiéndoles que hicieran du’a por mí, y Le supliqué a Dios que me ayudara; Le dije que si Él quería que yo regresara al cristianismo, estaba dispuesta a hacerlo, pero que Él debía poner ese deseo en mi interior o mantener mi deseo de ser musulmana si Él quería que continuara por ese camino. Me sometí por completo a Él (y eso mismo, de por sí, me hacía musulmana), sollozando, con mi corazón partido ante la idea de dejar el Islam y con un resentimiento renovado hacia los pentecostales, sentía que ellos me estaban manipulando emocionalmente, esa había sido una cuestión de toda mi vida, ya que nunca me había sentido segura para tomar decisiones a menos que otros estuvieran de acuerdo conmigo. Yo pensaba que todo lo que ellos decían provenía de Dios y me era difícil creer que el demonio pudiera utilizarlos para atacarme, pero en realidad sentía que ese era el caso en ese momento. Recité Al Fatiha, la Shahada, Ta’awwudh y varias du’a una y otra vez hasta que me calmé.
Al día siguiente, sintiéndome aún miserable, contacté a un amigo que me recogió y me llevó a ver al Imam en nuestra mezquita. Resultó que había allí también un sheij con mucho conocimiento, y ellos se sentaron y me escucharon mientras les relaté mi dilema, dándome consejo. De nuevo me sentí fortalecida y la alegría regresó a mí. Es por esto que todo converso necesita mucho apoyo. Si no hubiera sido por estos maravillosos hermanos y hermanas en el Islam, me hubiera resultado muy difícil continuar. Inevitablemente llegaron más pruebas, pero a medida que creía en el Islam mi coraje se hacía más fuerte, y esto me ayudó indefinidamente a enfrentar todas las pruebas.
Es increíble lo mucho que yo había tomado por supuesto en mi vida, o que ni siquiera había notado. Cosas simples y pequeñas como si aquello que como (o de dónde proviene lo que como) es halal o no, cómo me aseo, me cepillo y purifico mi ser, si mis ropas están limpias cuando voy a rezar, cuán constantemente recuerdo entrar al lavatorio con mi pie izquierdo y salir con el derecho, mantener al perro fuera de mi habitación… etc., etc. ¡Qué vida tan distinta trae el Islam y cuán hermosamente me hace atenta a cada detalle de la vida! Es como nacer de nuevo a una vida nueva. Y aunque es ahora un viaje solitario, debo darles crédito a mis padres por darme mi libertad; aunque han estado reacios a llevarme a los lugares islámicos, me han permitido ir con mis amigas. Que Dios los bendiga por ello, ¡soy muy afortunada!
Si hay algo que les quisiera preguntar a los cristianos, es esto: ¿Por qué habría otra gran religión y otra Escritura enviadas después del cristianismo, si este último fuera la revelación final? Y también: ¿Por qué el Corán habría sido enviado y preservado de toda corrupción si la Biblia fuera la palabra final de Dios? Y finalmente: ¿Por qué Dios nos pediría creer ciegamente en algo y no utilizar nuestra razón? Si las creencias son razonables, entonces la gente no podría negarlas. ¡Esos son testimonios reales de la verdad del Islam!
Me hice musulmana porque sentí que el Islam estaba alineado con mi corazón y me mostraba la mejor forma de vivir. Fue realmente la elección de mi corazón. Si alguna vez tuviera que criar una familia en este mundo caótico, no quisiera hacerlo de ninguna otra manera, de hecho, ¡si no pudiera criar una familia musulmana, no querría una familia en lo absoluto! El Islam me ha liberado para ser yo misma y pertenecer. Me liberó de excesivos apegos a imágenes que me habían plagado durante 15 años, y simplificó mi vida. Me dio nuevos amigos que me han apoyado dándome libros, abrazos y estímulos, y más libros, un Corán, utensilios de cocina e incluso sus propios velos y vestidos (incluyendo uno muy elegante que guardaré para el eid!) He eliminado mi odio hacia el feminismo, pues lo he abrazado y purificado, manteniendo el pudor y la dignidad, y dejando que las mujeres tomen su lugar al lado de los hombres. Esto me hace sentir más amorosa y menos crítica. También me da una visión más sana y pura de Dios. Y aunque mi viaje apenas comienza, mi vida por fin está alineada.
Mi hiyab y mi identidad encajan. Ya no estoy confundida. Soy musulmana, ¡¡¡Alhamdulil-lah!!! (Alabado sea Dios).
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