La Profecía en el Islam (parte 1 de 2): La naturaleza de la Profecía
Descripción: Una explicación del propósito de la Profecía y las características comunes que comparten todos los profetas y sus mensajes.
- Por iiie.net (editado por IslamReligion.com)
- Publicado 10 Nov 2008
- Última modificación 10 Nov 2008
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La Profecía no es desconocida para las religiones celestiales, como el judaísmo y el cristianismo. En el Islam, sin embargo, posee un estatus y un significado especial.
Según el Islam, Dios creó al hombre por un noble propósito: para adorarlo y llevar una vida virtuosa basada en Sus enseñanzas y orientación. ¿Cómo hubiese conocido el hombre el rol y propósito de su existencia si no hubiese recibido instrucciones claras y prácticas de lo que Dios quiere de él? Ahí encontramos la necesidad de la Profecía. Por lo tanto, Dios ha elegido de cada nación al menos un profeta para transmitir Su mensaje a la gente.
Uno puede preguntarse, ¿Cómo eran elegidos los profetas y quienes alcanzaban ese honor?
La Profecía es una bendición de Dios y una demostración de que Él le puede otorgar a quien quiera lo que Él desee. Sin embargo, al investigar los mensajes proféticos a lo largo de la historia, se pueden reconocer tres características de un profeta:
1. Era el mejor de su comunidad, moral e intelectualmente. Esto es necesario ya que la vida de un profeta sirve como modelo para sus seguidores. Su personalidad debe atraer a las personas para que acepten su mensaje en lugar de alejarlos por su carácter imperfecto. Después de recibir el mensaje, es infalible al transmitir la revelación. Es decir, no puede cometer ningún pecado capital. Puede cometer algunos errores menores, que generalmente son corregidos por la revelación.
2. Se apoya en milagros para probar que no es un impostor. Esos milagros son otorgados por el poder y permiso de Dios y generalmente se dan en el ámbito en el cual su gente se destaca y se reconocía superior. Podemos ilustrar esto acotando los mayores milagros de los tres profetas de las mayores religiones del mundo, el judaísmo, el cristianismo y el Islam.
Los contemporáneos de Moisés eran excelentes en el campo de la magia, por lo tanto su más grande milagro fue derrotar al mayor mago de Egipto de ese entonces. Los contemporáneos de Jesús se reconocían como dotados médicos, por lo tanto, sus milagros fueron devolverle la vida a los muertos y curar las enfermedades incurables. Los árabes, los contemporáneos del Profeta Muhámmad, que Dios le de paz, eran conocidos por su elocuente y magnifica poesía. Por lo tanto, el mayor milagro del Profeta Muhámmad fue recibir el Sagrado Corán, el equivalente a lo que toda la legión de poetas y oradores árabes no podría haber reproducido, a pesar del repetido desafió del Corán mismo. Una vez más, el milagro de Muhámmad posee algo especial en él. Todos los milagros anteriores eran limitados en tiempo y espacio; es decir, fueron vistos por gente específica en momentos específicos. Esto no fue lo que pasó con el milagro del Profeta Muhámmad, que Dios le de paz. El Corán es un milagro universal y eterno. Las generaciones anteriores fueron testigos de él y las futuras también serán testigos de su milagrosa naturaleza en términos de estilo, contenido ético y espiritualidad. Esto todavía puede probarse y por lo tanto demuestra el origen divino del Corán.
3. Cada profeta demuestra claramente que lo que ha recibido no es una creación propia, sino de Dios, dirigida al ser humano. También confirma lo que le ha sido revelado antes que él y lo que podría llegar a ser revelado después de él. Un profeta hace esto para demostrar que simplemente está transmitiendo el mensaje que le fue confiado por el Único y Verdadero Dios de toda la gente y de todas las eras. Por lo tanto el mensaje, esencialmente, es uno y contiene el mismo propósito. No se desviará de lo que ha sido revelado antes que él y lo que podría venir después de él.
Los profetas son necesarios para transmitir el mensaje de Dios y la orientación a la humanidad, pues de otro modo no tenemos manera de saber por qué hemos sido creados. ¿Qué nos sucederá después de la muerte? ¿Existe la vida después de la muerte? ¿Somos responsables de nuestras acciones? Éstas y muchas preguntas más acerca de Dios, los ángeles, el paraíso, el infierno, y más, no pueden ser respondidas sin una revelación directa del Creador y Conocedor de lo invisible. Esas respuestas deben ser auténticas y deben venir de individuos a los cuales les tenemos respeto y confianza. Es por eso que los mensajeros son la élite de sus sociedades en términos morales y habilidad intelectual.
Por lo tanto, las calumniosas historias bíblicas acerca de algunos de los profetas no son aceptadas por los musulmanes. Por ejemplo, se dice que Lot cometió una incestuosa fornicación mientras estaba ebrio. De David se dice que envió a uno de sus líderes a matar para poder casarse con su esposa. Los profetas, para los musulmanes, son más grandiosos de lo que indican estas historias. Estas historias no pueden ser verdad desde el punto de vista islámico.
Los profetas son, también, milagrosamente apoyados por Dios e instruidos por Él para afirmar la continuidad del mensaje. El contenido del mensaje de los profetas hacia la humanidad se puede resumir en lo siguiente:
a)Un claro concepto de Dios: Sus atributos, Su creación, lo que se le debe atribuir a Él y lo que no.
b)Una clara idea acerca del mundo de lo oculto, los ángeles y los genios (espíritus), el Paraíso y el Infierno.
c)Por qué Dios nos ha creado, lo que quiere de nosotros, las recompensas y castigos por la obediencia y la desobediencia.
d)Cómo dirigir nuestros asuntos de acuerdo a Su complacencia. Es decir, instrucciones y leyes claras que, al aplicarse correcta y honestamente, funcionan originando una sociedad más justa y armoniosa.
Queda claro del argumento anterior, que no hay quien suplante a los profetas. Hasta el día de hoy con el avance de la ciencia, la única fuente auténtica de información acerca del mundo extra sensorial es la revelación. La orientación no puede obtenerse ni de la ciencia ni de la experiencia mística personal. La primera es materialista y limitada; la segunda es subjetiva y frecuentemente malinterpretada.
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