Wilfried Hofmann, científico social y diplomático alemán (parte 2 de 2)
Descripción: La historia de cómo un diplomático alemán y embajador en Argelia aceptó el Islam.
- Por Wilfried Hofmann
- Publicado 20 Jul 2009
- Última modificación 20 Jul 2009
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“Comencé a ver el Islam con mis propios ojos, como una inmaculada creencia no adulterada, en el único y verdadero Dios, que no engendró, ni fue engendrado, que no se parece a nada ni a nadie… En lugar del calificado deísmo de un Dios tribal y las construcciones de una Divina Trinidad, el Corán me mostró el concepto de Dios más lucido, más directo, más abstracto –y por lo tanto el más avanzado históricamente– y con menos antropomorfismo”.
“Las afirmaciones ontológicas del Corán, así como también las enseñanzas éticas, dieron la impresión de ser profundamente convincentes: “bueno como el oro”; por lo tanto, no había lugar para la menor duda acerca de la autenticidad de la misión profética de Muhammad. Las personas que comprenden la naturaleza humana no pueden dejar de apreciar la infinita sabiduría de “lo debido y lo indebido” que Dios le transmitió al hombre en la forma del Corán”.
Para el cumpleaños número 18 de su hijo en 1980, preparó un manuscrito de 12 páginas que contenía las cosas que él consideraba incuestionablemente verdaderas desde un punto de vista filosófico. Le pidió a un Imam musulmán de Cologne, llamado Muhammad Ahmad Rassoul, que observara el trabajo. Después de leerlo, Rassoul remarcó que si el Dr. Hofmann creía en lo que había escrito, entonces ¡era un musulmán! Y de hecho, unos pocos días más tarde declaró: “Atestiguo que no hay otra divinidad aparte de Dios, y atestiguo que Muhammad es el Mensajero de Dios”. Eso fue el 25 de septiembre de 1980.
El Dr. Hofmann continuó su carrera profesional como diplomático alemán y oficial de la OTAN 15 años después de convertirse en musulmán. “Nunca sufrí ningún tipo de discriminación en mi vida profesional”, dijo. En 1984, tres años y medio después de su conversión, el Presidente alemán de ese entonces, el Dr. Carl Carstens, lo premió con la Orden de Mérito de la República Federal de Alemania. El gobierno alemán distribuyó su libro Diario de un musulmán alemán a todos las misiones alemanas extranjeras en los países musulmanes, como una herramienta analítica. Los deberes profesionales no le prohibieron practicar su religión.
Antes disfrutaba de tomar vino tinto, pero ahora rechazaba educadamente los ofrecimientos de alcohol. Como Oficial de Servicio Extranjero, ocasionalmente organizaba cenas para invitados extranjeros. Participaba en esos eventos con un plato vacío frente a él durante el mes de Ramadán. En 1995, renunció voluntariamente al Servicio Exterior para dedicarse a las causas islámicas.
Discutiendo acerca de los males causados por el alcohol en la vida individual y social, el Dr. Hofmann mencionó un incidente causado por el alcohol en su propia vida. Durante sus años de estudio en Nueva York, en 1951, en una ocasión viajaba desde Atlanta a Mississippi. En Holly Spring, Mississipi, de repente un vehiculo aparentemente conducido por un conductor alcoholizado apareció frente a su auto, fue un accidente muy serio que hizo que se le cayeran 19 de sus dientes y se desfigurara su boca.
Después de cirugías en su mentón y en el labio inferior, el cirujano del hospital le dijo que “bajo circunstancias normales, nadie sobrevive a un accidente de este tipo. ¡Dios tiene algo especial en mente para ti, mi amigo!” Mientras rengueaba por Holly Spring después de dejar el hospital, “con un brazo lastimado, una rodilla vendada y la cara vendada con color a yodo”, se preguntaba cuál sería el significado del comentario del cirujano.
Lo llegó a conocer un día, pero mucho más tarde. “¡Finalmente, treinta años más tarde, en el mismo día en que profesé mi fe en el Islam, comprendí el verdadero significado de haber sobrevivido!”
Una declaración acerca de su conversión:
“Desde hace un tiempo ya, buscando más y más precisión y brevedad, intenté escribir, de manera sistemática, todas las verdades filosóficas que, desde mi punto de vista, pueden ser establecidas más allá de toda duda razonable. En el curso de este esfuerzo, me percaté de que la típica actitud de un agnóstico no es inteligente; que el hombre simplemente no puede escapar de una decisión para creer; que la creación de lo que existe a nuestro alrededor es obvia; que el Islam indudablemente se encuentra a sí mismo en la mayor armonía dentro de la realidad. De este modo, me di cuenta, no sin sorprenderme, que paso a paso, a pesar de mí mismo y casi inconscientemente, me hubiera convertido en musulmán en sentimientos y pensamientos. Sólo quedaba un último paso: formalizar mi conversión… Hoy soy musulmán. He llegado”.
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