Jeremy Ben Royston Boulter, excristiano, Reino Unido (parte 1 de 7)
Descripción: El Islam evolucionando en el corazón. Parte 1.
- Por Jeremy Ben Royston Boulter
- Publicado 29 Sep 2014
- Última modificación 29 Sep 2014
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Mi incredulidad antes del Islam
Cuando me casé con mi esposa portuguesa, Anabela, tenía la filosofía de que, aunque creía en Dios como el Creador y el Poder que regía el universo, no reconocía que estuviera obligado a adorarlo a Él (concebía al Poder como neutro, es decir, asexuado).
Nací como católico romano y crecí creyendo en Jesús como mi Dios y en María como la madre de mi Dios, pero esto no me convencía. Más bien, veía a Jesús y a María como medios a través de los cuales llegar a Dios, quien era el Dios del Antiguo Testamento.
Al hacerme mayor, comencé a creer que nunca podría entender grandes porciones del Antiguo Testamento. El material era denso, y los supuestos pasajes "proféticos" me parecían dirigidos a aquellas personas de miles de años atrás, como cosas que les ocurrieron a ellos o que pasaron durante sus vidas. Me surgió más confusión debido a que los discursos personales o acciones a veces parecían ser asignados o dirigidos no a personas sino a ciudades y naciones. Dios, por ejemplo, parecía referirse a Jerusalén como Su esposa, y los actos de su pueblo congruentes con las de ella. Dios la llamó prostituta y apeló con frecuencia a ella para que se arrepintiera y se volviera hacia Él, y se convirtiera de nuevo en Su reina. Lo mismo era cierto en relación a personas como Jacob, quien asumió el nombre de una nación, así que los pasajes dirigidos a Israel a veces iban para Jacob. Jacob a menudo simbolizaba a sus descendientes, que estaban divididos en dos campos, el de Efraín y el de Judá. Una vez más, los nombres de estos descendientes de Jacob reflejaban la división en los hijos de Israel, entre la ciudad-estado de Sion y Samaria.
Otros pasajes parecían hacer referencia a eventos y encuentros sobrenaturales. La ascensión de Elías y la aparición de Dios ante Israel, parecen describir eventos que podrían ser explicados como reuniones entre razas y tecnologías avanzadas y hombres simples sin tecnología. Dado que muchas otras religiones describen el mismo tipo de encuentros con sus "dioses", comencé a sospechar que estas historias de la Biblia no fueran más que leyendas reunidas juntas, y hechas para parecer coherentes para bien de una jerarquía construida, la Iglesia.
Por sobre estas sospechas que yo había comenzado a sostener, aprendí también acerca de las persecuciones históricas que tuvieron lugar durante y desde el medioevo, en particular los eventos de las cruzadas y la inquisición, que los siguieron. De hecho, la moral de la inquisición fue exportada al Nuevo Mundo por los "conquistadores" españoles y portugueses, y los papas romanos maniobraron para establecer riquezas y poder en Europa a través de un reino de terror maquiavélico. La familia Borgia[1] fue particularmente ejemplar a este respecto.
Finalmente, aprendí acerca de la tentativa de la Iglesia de sofocar y negar el avance científico, que solo logró establecerse a través del Renacimiento, en una época posterior.
Todos estos factores me llevaron a creer que el Dios de la Biblia y las descripciones del Cielo y del Infierno enseñados por la Iglesia eran falsificaciones, diseñadas para subyugar y pacificar a la gran mayoría de la población bajo el gobierno de una élite minoritaria.
Confusión tortuosa
Hay un impulso primigenio en los seres humanos de adorar a Quien los creó, y de volverse hacia Él cuando están en necesidad, y solo a Él se puede apelar para sacarnos del peligro o de la confusión. He escuchado a gente exclamar in extremus: "¡Por el amor de Dios!", "¡Oh, Dios!", "¡Por Dios!", etcétera, buscando socorro. Pero cuando viene la ayuda y ellos se sienten de nuevo seguros, agradecen a los entes vivos que los ayudaron en este mundo, o a sus deidades favoritas en el mundo de lo oculto. En mi mente confundida y carente de orientación, me refugié en el concepto de la Fuerza o el Poder que describí anteriormente, un Creador único e inmaterial con Quien los seres humanos (de manera individual) interactúan a un nivel personal, sin la mediación de ningún agente invisible ni la ayuda de otros seres humanos.
La ruta que me llevó a esta conclusión fue larga y tortuosa, conceptos construidos uno sobre otro a partir de mis lecturas de ciencia ficción y de teorías primitivas de conspiración. Leí, por ejemplo: Recuerdos del futuro, de Erich Von Däniken[2]; y El experimento Filadelfia[3], de Charles Berlitz y William Moore, el primero de los cuales da crédito a que la religión fue "arreglada", y el segundo abrió mis ojos a lo que pudo ser encubierto por la élite de la sociedad y sus gobiernos en el mundo. Sin embargo, no todas las naciones ni todos los gobiernos pueden estar en la gran conspiración, si esta realmente existe, así que el lugar natural para buscar confirmación o contradicción eran las otras religiones. Para mí, las "otras religiones" eran el hinduismo y sus vástagos, en particular el budismo, así que procuré averiguar sobre ellos más a fondo.
La rama más visible del hinduismo en Londres, donde yo vivía, eran los monjes vestidos de naranja del templo de Krishna[4], así que me vi pronto reclutado en su secta. Aunque la meditación ritual se sentía bien, su amplio uso definitivamente proporciona un efecto calmante sobre los devotos, confirmando que predica un tipo de aplacamiento para la gente. Su historia de la creación también era bastante repulsiva: ¿quién quiere reconocer que el origen del mundo fue una enorme, pero muerta, vaca cósmica, o que evolucionamos de sus excrementos? Pronto abandoné la secta de forma tan abrupta como ingresé a ella, y leí sobre el budismo. Sabía que este último era un vástago de la madre del otro, así que no me sentí tentado a intentar y practicar el budismo. Más bien, traté de descubrir su concepto clave sobre la vida y la vida después de la muerte. Pronto descubrí que, al igual que el hinduismo, el Más Allá era concebido como una serie de rencarnaciones, y que estamos atados a nuestras vidas en la rueda del destino. Sin embargo, en lugar de buscar unidad con la mente cósmica de Dios, la perfección del Nirvana, el budismo busca alcanzar la iluminación y la libertad del ciclo de nacimiento y muerte. Esta iluminación niega el ego, puesto que este debe someter su jurisdicción con el tiempo para alcanzarla, y dejar que el infinito y lo incognoscible asuman el control. En un sentido estricto, el budismo es una filosofía religiosa que toma al ego humano como el único dios que domina la vida, y cuyo camino es un objetivo ateo en la vida futura.
Una vez más, buscando eliminar la orientación del ego, el budismo puede ser visto como el concepto marxista de "opio para el pueblo"[5]. Hace a la gente manejable y controlable por parte de la élite en la sociedad; pero, ¿qué pasa con las formas de "resistir al sistema"? ¿Y qué de las religiones prehistóricas o aquellas religiones que ya desaparecieron? Una de las primeras formas de religión sobre las que aprendí fue el totemismo[6]. El totemismo postula la existencia de un espíritu equivalente a una señal en el mundo real, por lo general un animal. Toda una tribu puede tener un espíritu tótem colectivo, como el oso de cueva, mientras que los individuos pueden poseer un tótem individual, como el lobo gris. Además, si uno busca ayuda en un esfuerzo en particular, como la caza, el tótem del animal cazado puede ser consultado en búsqueda de señales de dónde podría estar la presa.
Hay una conexión clara con los oráculos mágicos en el uso de los rituales totémicos, señalando la existencia de fuerzas invisibles en el mundo. También hay otras vías hacia esas fuerzas, como la astrología y la adoración a la naturaleza. Entre esta última, hay una corriente que ve a la Tierra como Gaia[7], la madre de todo en la naturaleza, y modelo de interacción entre las criaturas del sistema ecológico. A mí me gustó esta idea de que la Tierra era un individuo viable que debe ser respetado, y que es capaz de guiarnos y de proteger al guiado, mientras castiga a quienes trabajan en contra de ella y no toman su guía. No hace mucho, un hombre llamado James Lovelock fue capaz de expresar cómo me sentía en ese entonces, en un libro llamado La venganza de la Tierra[8], que publicó en 2006.
Sin embargo, la Tierra es demasiado estrecha para hacer una búsqueda de un creador universal, así que la primera vía me resultó más atractiva. Pertenece a los cielos, y los cielos son mucho más amplios. La astrología[9]le asigna significados e influencias a los cuerpos celestes y a su posición en los cielos en el momento del nacimiento de cada persona, para determinar el destino de ese ser individual. También se basa en la posición de la esfera celeste en un punto dado del tiempo y el espacio sobre la superficie terrestre para realizar predicciones de lo que puede ocurrir en la ruta del destino y, por lo tanto, aconsejar sobre decisiones de la gente dentro de la esfera de influencia de dichos eventos predichos. Por un tiempo, me hice astrólogo aficionado, pues sentía que estaba en contacto con una fuerza universal, no local.
Luego conocí a un hombre que me llevó de nuevo a mi religión de nacimiento a fin de buscar respuestas universales. Por desgracia, no puedo recordar su nombre, pero su país de origen era Irlanda y su religión era la católica romana, como la que yo había tenido. Su perspectiva, sin embargo, no era tan retrógrada como la de algunos férreos católicos romanos que conocería más adelante. Resulta que él me vio mientras leía un libro llamado Omega deStewart Farrar[10], que me dio una idea de la brujería y de la religión de la Wicca. Tuvimos una larga discusión que duró casi un día, mientras estábamos sentados en una playa en Algarve, Portugal. Él trataba de describir el concepto de Dios y estaba de acuerdo conmigo en que Jesús no era Dios. Dios era un poder inmaterial e invisible y tenía Señorío sobre todas las cosas. Con la información que había recibido de Stewart Farrar, describí lo que sentía que era la esencia de la Divinidad y mi relación, o la relación de mundos, con ella. Sentía que "Dios" era el iniciador divino, cuyo "camino" eran las leyes del mundo natural. Dije que creía que cada mundo era diferente y seguía sus propias leyes, pero que había una ley universal que era Dios y Su Guía. Ir "con el flujo" significaba "bueno", mientras que ir contra el flujo significaba malo. Ejemplos de ir con el flujo es utilizar las medicinas naturistas para sanar, mientras que ir en contra del flujo es elaborar agentes químicos que imitan el efecto de la medicina naturista. Ir con el flujo sería ambientalmente amigable, mientras que ir en contra del flujo causaría contaminación, etc.
Ese era mi estado cuando me casé con mi esposa portuguesa. Ella era católica romana, pero hacía mucho que no practicaba. En breve ella quedó embarazada, y mi primer hijo llegó al mundo.
Pie de página:
[1] http://www.reformation.org/in-the-pillory.html
[2]http://es.wikipedia.org/wiki/Recuerdos_del_futuro_%28libro_de_1968%29
[3]http://www.amazon.com/exec/obidos/ASIN/0449214710/stevejacksongame
[4] http://www.iskcon-london.org/temple.html
[5]http://es.wikipedia.org/wiki/Opio_del_pueblo
[6]http://es.thefreedictionary.com/totemismo
[7]http://www.pantheon.org/articles/g/gaia.html
[8]bibliocriptana.wordpress.com/2008/02/13/la-venganza-de-la-tierra-de-james-lovelock/
[9]http://www.scribd.com/doc/2578598/Encyclopedia-of-Astrology-Nicholas-deVore
[10]http://es.wikipedia.org/wiki/Stewart_Farrar
Jeremy Ben Royston Boulter, excristiano, Reino Unido (parte 2 de 7)
Descripción: El Islam evolucionando en el corazón. Parte 2.
- Por Jeremy Ben Royston Boulter
- Publicado 06 Oct 2014
- Última modificación 06 Oct 2014
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De regreso a Dios
Durante los primeros años de mi matrimonio, me hice amigo de un hombre que amaba salir de excursión a las montañas y andar desnudo en lugares aislados. Su perspectiva era tanto del naturalismo religioso[1] como del nudismo[2], y nos llevó a mi esposa y a mí en esa dirección. Naturalmente, cuando Andrei Micael nació, quise darle un bautismo más natural que aquel con "agua bendita" de una palangana de piedra fría que le fuera vertida en la cabeza por un sacerdote católico romano. En lugar de ello, quería hacer una travesía por las montañas y sumergirlo en una corriente de agua, como hacía Juan el Bautista[3] bautizando a los judíos arrepentidos en el río Jordán. Por supuesto, no me di cuenta de que el bautismo era algo que debía hacerse cuando uno es adulto, porque, ¿cómo va a arrepentirse un niño? Ellos no tienen nada de qué arrepentirse. Mi verdadero bautismo lo haría yo mismo, cuando lavé mi estado pasado en la purificación ritual al hacerme musulmán.
Mi suegra comenzó a visitarnos en el verano, la primera vez creo que fue solo para ver a Andrei. Al igual que mi esposa, ella era católica romana, pero a diferencia de ella, era una creyente fervorosa de la mediación de María, la "Madre de Dios", los santos en sus tumbas, y el niño Jesús. Por ello, llevaba un crucifijo alrededor de su cuello y visitaba frecuentemente los santuarios de María (incluyendo el Santuario de Fátima[4] y Nuestra Señora de Lourdes[5]) al menos una vez al año, y hacía el peregrinaje al Santuario de San Benito[6] cada vez que iba a Braga, donde yo vivía con mi esposa. Ella tiene una pequeña estatua de María con el niño, que suele poner en su propia mesa especial (como un altar) en la esquina de su habitación, y mantenía en su cartera una fotografía vieja y descolorida de un fresco de María (la madre de Jesús) sosteniendo una copa con un corazón sangrante. Ella solía arrodillarse frente a la estatua antes de ir a la cama todas las noches; y cuando viajaba, sacaba la foto y la besaba cada vez que quería rezar.
A mí me resultaban aberrantes todos esos actos, totalmente en contra de mi concepto primitivo de la Fuerza o Poder Universal, y Creador y Sustentador único que impregnaba el universo, y también en contra de Dios como Él es descrito en la Biblia. Decidí que debía persuadir a mi suegra para que dejara su adoración idólatra de seres humanos (muertos) como mediadores de Aquel Que Escucha. Pero, ¿cómo?
De regreso a la Biblia
Primero lo intenté utilizando la lógica. ¿Cómo pueden los muertos escuchar? ¿Cómo conocemos su piedad? ¿No son los hombres los que los hacen a ellos "santos"? ¿Y por autoridad de quién son hechos santos? ¿Acaso no eran personas como nosotros? Pero eso fue en vano. Así que decidí finalmente que utilizaría el arma de su propia escritura, puesto que sabía que el Primer Mandamiento[7] en la Biblia era:
"Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo. No tengas otros dioses además de mí. No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores" (Éxodo 20:2-5[8]).
Si ese era el caso, entonces tenían que haber más evidencias de que Dios es solo Uno, inmaterial, y que solo Él puede escucharnos.
Durante los años en que mantuve mi persuasión regular (cada verano) con ella, comencé a darme cuenta de que la Biblia en realidad contradecía lo que la Iglesia enseñaba acerca de la "divinidad" de Jesús, y afirmaba claramente que Dios es Uno. Ello negaba por completo la licencia[9] que nos hemos tomado para adorar ídolos[10] o para usarlos a fin de enfocar nuestra oración. De modo que mi creencia en el Dios de Abraham aumentó poco a poco hasta que mi único miedo consistía en que yo podía estar equivocado. ¿Y si, a pesar de mi fuerte creencia en que no era cierto, resultaba ser Jesús el que estaría sentado en el Trono del Juicio en el Último Día? Entonces, yo estaría en un grave problema. La evidencia en la Biblia era ambigua a ese respecto, ya que Apocalipsis[11] parecía indicar que sería él.
Deudas
Este era mi estado cuando me vi en la necesidad de buscar un trabajo que me ayudara a librarme de las pesadas deudas que tenía en casa. Durante este período, decidí dejar mi trabajo en el Consejo Británico en Portugal e iniciar mi propia escuela de idiomas en Braga. Quería estar siempre cerca para la crianza de mi hijo. Al mismo tiempo, decidí comprar una casa, con lo que sería como pagar la renta de un apartamento, solo que yo sería el dueño del lugar al final del proceso. Mi escuela, sin embargo, no funcionó, y al final no solo quedé debiéndole mucho dinero al banco por mi casa, sino también por el capital inicial que había pedido prestado. Cuando cerré mi escuela dos años después de abrirla, cometí el error de no declararme en bancarrota, y en lugar de ello utilicé mi "tarjeta comercial" para trabajar como profesor de inglés freelance. Aunque trabajar por mi cuenta me ayudó a sentir que era capaz de sobrevivir, el capital que debía no disminuyó apreciablemente. Necesitaba ingeniarme un plan. Mi esposa me sugirió entonces que tomara un trabajo bien pagado en el extranjero para lidiar con el problema, diciéndome que muchas conocidas tenían a sus esposos en el extranjero, y habían acumulado suficiente dinero para construir casas para sus familias en su país natal.
El día en que decidí que necesitaba encontrar un trabajo lucrativo en el extranjero fue un día negro, de hecho. Estaba en la penumbra profunda porque las cosas estaban empeorando. No lograba mantenerme al día con los pagos de los intereses de los préstamos para muebles y electrodomésticos, la hipoteca, nuestros autos, y las deudas que había acumulado tratando de mantener a flote la escuela de idiomas durante tres años en que solo dio pérdidas. Vi la oscuridad frente a mí, y ningún medio local de salir del pozo de deudas en el que me había hundido. Me sentí casi suicida, pensando que la muerte me permitiría escapar de las deudas. En ese momento, no sabía que las deudas están entre las cosas por las que una persona podría ser excluida del Paraíso, que la muerte no significa que escapes a tus obligaciones.
Una noche me arrodillé al lado de mi cama, mirando hacia el oriente, y desahogué mis problemas con Dios. Le dije que estaba desesperado, con la copa rebosada, y no lograba verme en capacidad de mantener a mi esposa y a mi hijo, de hecho, ni siquiera a mí mismo. De algún modo, yo sabía que Él me estaba escuchando, y mi corazón se alivió en cuanto recé. Finalmente, me sentí lo bastante cómodo para recostar mi cabeza de nuevo y quedarme dormido.
Los siguientes eventos me demostraron que Él había contestado mi oración. Al día siguiente, estaba leyendo el periódico EFL Gazette y encontré varios anuncios de puestos de trabajo del Consejo Británico en el extranjero. Cuando se los mostré a mi esposa, me aconsejó que tomara un trabajo en Oriente Medio o en el Lejano Oriente, donde los salarios eran relativamente altos. Así que apliqué a instituciones en Omán, Arabia Saudita, Brunei, Taiwán, Japón y Corea. El Consejo Británico me hizo una entrevista, pero no fui seleccionado para ninguna de sus vacantes. Un empleado en Taiwán me eligió y me ofreció un trabajo, pero cuando acepté, ellos nunca continuaron con el proceso. Justo cuando comenzaba a sentir que todas las puertas se cerraban en mi cara, una de mis últimas opciones, una universidad en Arabia Saudita, me ofreció un puesto de conferencista de inglés, y lo tomé. ¡Alabado sea Dios! Pensé que Él me había respondido económicamente, pero su verdadero regalo vendría de una dirección inesperada.
Pie de página:
[1]http://religiousnaturalism.info/
[2]http://simple.wikipedia.org/wiki/Naturism
[3]http://www.abu.nb.ca/courses/ntintro/lifej/johnbaptist.htm
[4]http://www.santuario-fatima.pt/portal/index.php?lang=ES
[5]http://es.wikipedia.org/wiki/Santuario_de_Lourdes
[6]www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/O/olac_san_benito_efe_ana_20050710/
olac_san_benito_efe_ana_20050710.asp
[7]http://www.biblegateway.com/passage/?search=Deuteronomio+5%3A6-9&version=NVI
[8]http://www.biblegateway.com/passage/?search=%C3%89xodo+20%3A2-5&version=NVI
[9]http://www.biblegateway.com/passage/?search=Salmos+115%3A3-8&version=NVI
[10]http://www.biblegateway.com/passage/?search=Jerem%C3%ADas+10%3A1-16&version=NVI
[11]http://www.biblegateway.com/passage/?search=Apocalipsis+22%3A3&version=NVI
Jeremy Ben Royston Boulter, excristiano, Reino Unido (parte 3 de 7)
Descripción: El Islam evolucionando en el corazón. Parte 3.
- Por Jeremy Ben Royston Boulter
- Publicado 06 Oct 2014
- Última modificación 05 Oct 2014
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Un nuevo comienzo
Cuando mis amigos supieron que iba a irme al Golfo, me abrumaron con consejos. Me dijeron que no encontraría nada que hacer en Arabia Saudita, y que me sentiría asfixiado allí. Se me advirtió que iban a engañarme y que me tratarían como a un esclavo. Que la cultura no me sería propicia y que me aburriría hasta las lágrimas. Sin embargo, yo sabía que esa era mi única salida, así que, como siempre hacía cuando tenía que ir a un lugar nuevo, a una cultura diferente de la mía, traté de liberarme de mis prejuicios culturales tuve la intención de probar por sus propios méritos a la sociedad de la que yo sería parte.
Estuve gratamente sorprendido a mi llegada al notar la hospitalidad con la que me encontré y lo amistosos que eran los sauditas. En lugar de la actitud orgullosa y distante, la ética sospechosa y el honor susceptible que yo esperaba, fui bienvenido con calidez, curiosidad y puertas abiertas. Mis anfitriones se esforzaban a su manera por complacerme, un extraño en su tierra. No es que no me haya encontrado con una tajada de hipocresía. Los inmigrantes de Pakistán, Bangladesh y otros países del Lejano Oriente eran muy explotados y tratados de manera injusta, en mi opinión, por parte de la mayoría árabe. Pero no vi esa soberbia cuando aplicaban su sociedad a mí. Sin embargo, no fue su cultura ni su sociedad lo que me atrajo hacia el Islam. De hecho, si hubiera juzgado el Islam por la cultura, me hubiera dirigido en la dirección opuesta, creo. Era otra cosa.
La motivación
El ímpetu o el catalizador que me cambió de ser vagamente religioso a estar completamente sometido a Dios, comenzó con un evento aparentemente insignificante. Caminando por suelo saudita temprano en la mañana por segunda vez (en 24 horas) en el aeropuerto Ha’il, un aeródromo pequeño y rústico en lugar de una terminal atestada de pasajeros, me vi frente a un enorme aviso verde con las palabras "Oficina de Difusión y Orientación Islámicas de Ha’il", seguidas por el número de teléfono de la oficina, en inglés. Recuerdo haberme sorprendido de que estuviera en inglés, pero no presté mayor atención al aviso.
La camioneta de la universidad llegó y me llevó al campus, donde tuve que registrar mi pasaporte y llenar un formulario de llegada. Luego fui enviado con el jefe del Departamento de Inglés. Cuando entré a su oficina, quedé frente a un hombre en vestido saudí. Pero él no se veía como un árabe, ante mis ojos inexpertos. Él debió sentirse un poco incómodo por mi mirada fija en él, tratando de imaginarme sus orígenes, pero él lo manejó bien. Más tarde, averigüé que él era galés (británico) y se había convertido al Islam en Brunei antes de viajar a Arabia Saudita. Me dijo que yo tenía el resto de la semana para instalarme, lo que significaba que tenía cinco días antes de comenzar oficialmente a enseñar. Fui devuelto con el hombre responsable de recibir al personal y del alojamiento, quien me llevó en la camioneta para que eligiera mis aposentos. Pronto me instalé y hallé que no tenía nada que hacer y cuatro días libres. Entonces, con la memoria del extraño que parecía no ser saudita todavía en mi mente, recordé el aviso en inglés y comencé a pensar en la religión del país.
Ahora bien, yo conocía la Biblia[1] y sabía que la Tora[2] era parte de ella. Había leído algo del libro de los hindúes, el Bhagavad Gita[3], y también había leído otros libros que no eran escrituras sino libros prácticos de otras religiones, y teorías no religiosas sobre religión. Sin embargo, nunca había leído el Talmud[4], ni había leído el Libro de los musulmanes, que sabía era llamado el Corán[5]. De alguna manera, siempre tuve la impresión de que estos dos libros estaban "fuera de los límites" para los no judíos y los no musulmanes. Y creía que se encontraban únicamente en los idiomas semíticos, que desconocía. Sin embargo, un aviso en inglés puso en mi mente el pensamiento de que quizás podría hallar una traducción al inglés del Corán árabe en el instituto del anuncio. Quizás esta sería la oportunidad de leerlo y juzgar la fuente de la religión por mí mismo.
Salí de inmediato hacia el centro de la ciudad para buscar el lugar. El centro de Ha’il tenía un edificio de oficinas de seis pisos que ellos llamaban Al Bourj, que significa "la torre", la única edificación elevada construida en la ciudad. El camino que recorrí pasaba justo frente a la torre, dejándola a la izquierda, y terminando en el mercado del centro. Al lado derecho del camino, frente al Bourj, estaba el mercado de verduras. Donde mi camino y la avenida se cruzaban en el Bourj, encontré el mismo aviso que había visto en el aeropuerto. Estaba convenientemente escrito en una flecha con la punta señalando diagonalmente hacia el otro lado de la calle, pero por más que miré en los frentes de las tiendas, todo estaba escrito en árabe que yo no podía leer, así que no pude hallar mi destino. Las tiendas estaban todas cerradas, ya estaba tarde, así que ni siquiera pude hacer averiguaciones. No tenía idea de cuándo abrirían de nuevo las tiendas, así que decidí regresar a mi nuevo hogar, comprar algunas provisiones, descansar e intentarlo de nuevo por la mañana.
El día siguiente era martes, y fui de nuevo a la ciudad en cuanto desayuné. Por el camino, pasé por varias librerías, y sabiendo lo difícil que había sido encontrar la oficina de difusión, me detuve en cada una de ellas. Ninguna tenía libros en inglés, mucho menos el Corán traducido, y por lo que pude distinguir, ellos me dirigían hacia el Bourj. Esta vez, me paré justo debajo de la flecha y esperé hasta que llegó un policía en motocicleta. Cuando pasó, al otro lado de la calle, le hice señas con las manos para que se acercara. Él dio la vuelta y se detuvo al inicio del mercado de vegetales. Lo llamé y con señas le señalé la flecha, tratando de hacerle saber que quería ir a esa oficina. Él señaló al otro lado de la calle y, como no lograba ubicar el lugar, me señaló el techo de una casa donde había sido instalada una copia del aviso que había visto en el aeropuerto. Me sentí estúpido. ¡Había estado buscando en los avisos frente a las tiendas, y el lugar había estado en mis narices! Al menos, ya tenía al fin mi objetivo y me acerqué a las tiendas debajo de él, donde encontré una librería llena de gente de todo el sureste de Asia y de Oceanía. Me imaginé que era la librería del centro de difusión.
El encuentro
Como dije, la librería estaba llena de gente y tenía libros en muchos idiomas distintos, pero yo era demasiado tímido para preguntar algo por temor a ser malentendido, pues no podía hablar ninguno de sus idiomas. Echándole un vistazo a los anaqueles, no pude ver ningún tomo grueso, y todos los títulos en inglés parecían tratar sobre Jesús o sobre explicaciones de áreas religiosas específicas. Me di cuenta de que había unas escaleras en la parte de atrás, cerca de la caja registradora, que llevaban al segundo piso. El policía me había indicado que las oficinas del Centro de Orientación estaban arriba, así que, con una esperanza vaga de encontrar una sala de lectura o algo similar, subí las escaleras con una sonrisa difícil hacia la gente detrás de la caja en lugar de hablar, debido a que estaba mudo por timidez.
Arriba de las escaleras había un enorme cuarto vacío que parecía un pasillo. Adjunto, encontré un cuarto que tenía una gran mesa en su centro, rodeada de estanterías, pero solo muy pocos libros dispersos –quizás la sala de lectura que esperaba–. Lamentablemente, todos los libros estaban en idiomas que me eran desconocidos. Comencé a perder la esperanza de hallar lo que buscaba por mi cuenta, o de obtenerlo en una tierra que pudiera hablar mi lengua. Por suerte, uno de los empleados de la oficina me encontró y me preguntó qué quería, o qué estaba haciendo allí, o algo así (estaba hablando en su idioma, que yo no entendía). Le respondí en inglés, diciéndole que estaba buscando una copia del Corán para leerlo. Él me indicó que debía esperar mientras él iba a buscar a alguien. Así que esperé, quizás ya venía una solución en camino.
Un hombre alto, barbudo y bien parecido entró en la habitación donde yo esperaba. Más tarde lo conocería como hermano Abu Abdurrahman, mi maestro y mentor, pero en ese momento, el solo era otro "saudita" que podría quizás ayudarme a obtener lo que buscaba. Me preguntó en inglés qué quería, y le dije que quería leer el Corán.
"¿Por qué quieres hacer eso?", me preguntó.
"Quiero compararlo con la Biblia", le respondí.
"¿Para qué?"
"Ya sabes, para ver si son parecidos".
"¿Quieres saber sobre el Islam?"
"Bueno, sí, eso creo".
"¿Por qué no lees este folleto?", me dijo mostrándome un folleto que decía ¿Quién es Dios? Realmente, no quería conocer la visión musulmana de la teología o la religión. No era eso lo que yo perseguía. Quería mirar su escritura, para ver si se comparaba a lo que está en la Biblia.
"No. En realidad, no quiero leer sobre el Islam. Lo que quiero es su libro", le dije.
"¿De verdad? Es mejor si aprendes algo más sobre la religión antes", intentó persuadirme.
"No estoy interesado en la religión per se", le dije, tratando de no sonar ofensivo, "yo solo quiero leer su libro".
"El libro no es un juego", me dijo.
"No estoy jugando", le dije. "Estoy seriamente interesado en saber lo que dice".
"Está bien, veré qué puedo hacer", me dijo. Le agradecí y él salió de la habitación.
Jeremy Ben Royston Boulter, excristiano, Reino Unido (parte 4 de 7)
Descripción: El Islam evolucionando en el corazón. Parte 4.
- Por Jeremy Ben Royston Boulter
- Publicado 13 Oct 2014
- Última modificación 13 Oct 2014
- Impreso: 38
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El Libro
Cuando volvió, llevaba consigo un libro grueso en un estuche brillante. Lo sostuvo suavemente, acunándolo en su mano. Me dijo que esa no era una traducción, sino una explicación de los significados del Noble Corán[1] en inglés. Eso me confundió, y le reiteré que quería una traducción. Él me dijo que esa era una traducción, pero que una traducción no era lo mismo que el original, sino que se le llamaba una "explicación del significado".
Acepté el libro, sin poder seguir realmente su línea de pensamiento. Me cruzó por la mente la idea de que eso era mejor que nada. Él parecía saber lo que pasaba por mi cabeza. Así que, siendo el buen psicólogo que era, comenzó a acercármelo, y luego lo retiró cuando extendí mi mano para tomarlo.
"Hay tres, no, cuatro condiciones que quiero que aceptes antes de entregártelo", me dijo.
"¿Qué condiciones?", le pregunté, nerviosamente.
"Primero, nunca lo pongas en el suelo o sobre una silla. Podrías accidentalmente caminar o sentarte sobre él, lo que es un irrespeto para con el libro sagrado". Bueno, entendí esa condición.
"Segundo, sé que es hábito de algunas personas leer mientras están haciendo sus necesidades en el baño". Él tenía razón, yo mismo lo había hecho algunas veces.
"¿Por qué lo dices?", le pregunté.
"No lo hagas con el Corán. El lugar donde tiras tus desperdicios no es lugar para leerlo. Ni siquiera debes llevarlo al baño contigo". Bien, podía ver a qué se refería, aunque me pareció algo un poco quisquilloso. Pero estaba dispuesto a cumplir también con esa condición, lo que fuera para obtenerlo, pensé.
"Tercero, siempre de dejes de leerlo, colócalo en un estante o anaquel, en lugar de dejarlo por ahí. Esto demuestra más cuidado". No hay problema, pensé. Esto muestra que los musulmanes cuidan y respetan mucho el Corán.
"Cuarto, trata de no dejar nunca el Corán abierto boca abajo con el fin de no perder dónde iba tu lectura". Eso era muy quisquilloso, pensé.
"¿Por qué?", le pregunté. La pregunta se estaba haciendo repetitiva.
"La palabra de Al‑lah nunca debería estar hacia abajo, debe ponerse siempre hacia arriba. Si necesitas señalar dónde vas, el libro tiene una cinta adherida que puedes usar para ello". ¡Ah, pues claro!, pensé. ¡Esa debe ser la razón de que la Biblia tenga una cinta también!
"Acepto todas las condiciones", le dije con voz resuelta.
Él me pidió que volviera y le dijera cómo avanzaba mi lectura, algo que en ese momento me tomé a la ligera, y me alejé rápidamente con mi premio. No podía esperar a llegar a la casa y meterme literalmente de cabeza en el libro ese mismo día, en especial debido a que el día siguiente sería miércoles, mi último día libre antes del fin de semana saudita, que es jueves y viernes.
El catalizador
Durante la siguiente semana, me dediqué a leer el Corán. Comencé por el principio y leí de corrido el segundo capítulo. De algún modo, había esperado que el libro fuera un recuento de la vida del Profeta musulmán, algo como los evangelios o los libros de Moisés en la Biblia. Pero no era eso lo que estaba leyendo.
Desde el principio mismo, el libro me cautivó porque parecía estar hablándome directamente. No había "Dios dijo esto y aquello", ni "el Profeta dijo esto y aquello", como si fuera un reporte de otros con respecto a lo que un profeta había dicho sobre Dios o respecto a lo que un profeta había reportado de las palabras de Dios mismo. De hecho, sentí más como si estuviera recibiendo la revelación directamente de Dios mismo. Él me estaba hablando directamente, y Sus palabras afectaron directamente mi corazón.
Pronto me encontré llorando, al reconocerme a mí mismo y a miembros de mi familia en las descripciones de la Gente del Libro y sus creencias (equivocadas) y posturas obstinadas. Incluso algunas actitudes y creencias de los incrédulos, hipócritas y politeístas, eran ecos de algunas de mis actitudes y de las actitudes de personas que yo conocía en Occidente. Mi corazón se dolió de preocupación por el posible destino de mis familiares, y tembló de miedo por mí, por mi indudable destino si permanecía en el camino que había estado transitando.
Después de leer los primeros capítulos grandes, Al Baqarah, Ali 'Imran, An-Nisa, Al Ma'idah y Al An'am, me salté gran parte del libro en búsqueda de los capítulos más cortos. Pero incluso estos capítulos cortos de apenas 60 versículos hacían eco de los cinco mayores. Sin embargo, cuando llegué a la parte final, el Ju’z 30°, los capítulos repentinamente ya no eran de más de dos o tres páginas, algunos de solo una y media. Y los temas ahora eran más restringidos.
Luego, los capítulos cabían en una sola página o menos, hasta que apareció más de un capítulo en la misma página. En ese punto, uno de esos capítulos diminutos me iluminó de repente.
"Di: Él es Al-lah, Uno.
Al-lah es el Absoluto.
No engendró ni fue engendrado.
Y no hay nada ni nadie que sea semejante a Él" (Corán 112:1-4).
Este era el corazón del Corán, lo que entendí como su mensaje verdadero[2]. Me pareció muy correcto. Esa era precisamente la forma en que yo me sentía respecto a Dios en mi propia religión, a pesar de que las iglesias de mi religión enseñaban acerca de la divinidad de Jesús y el concepto de Trinidad.
La gota que desbordó el vaso
¿Podría ser que los musulmanes realmente creyeran en un solo Creador, Único, Fundamento y Motor del universo? ¿Es realmente cierto que este Dios rechaza cualquier posibilidad de procreación, ya sea a partir de Sí mismo o de ser procreado de otro? ¿Acaso esta religión confirma realmente lo que yo ya pensaba que era cierto? Y si así es, ¿no significa eso que yo tengo un deber que he descuidado todo este tiempo?
Estos pensamientos y preguntas sacudieron mi mente. Tuve que comprobarlo con los únicos musulmanes que eran para mí más que meros conocidos: dos colegas del campus universitario.
Los detuve en las escaleras que llevaban a la puerta del edificio principal. Ellos sabían que yo estaba leyendo el Corán, y se detuvieron fácilmente, felices de responder las preguntas que pudiera tener. Me disculpé por quitarles su tiempo y les hablé de este descubrimiento asombroso que había hecho.
"He estado leyendo su Libro", les dije, "y me he encontrado con un versículo que parece resumirlo todo".
"¿Cuál versículo es ese?" Era Isma’il Rostron, el converso blanco, quien preguntó.
"Este. Justo al final. Dice:
‘Di: Él es Al-lah, Uno.
Al-lah es el Absoluto.
No engendró ni fue engendrado.
Y no hay nada ni nadie que sea semejante a Él’.
¡Es de esto que trata todo el libro!"
"Sí, es cierto", dijo Isma’il.
"Es gracioso que digas eso", dijo Yamal. Él era un británico de origen pakistaní, y era musulmán de nacimiento. "Hay una historia sobre uno de los compañeros del Profeta[3], que llegó a nosotros a través de las narraciones del Profeta (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él)".
"¿Qué historia?", le inquirí.
"Había un hombre, un comandante de yihad, que solía liderar a sus compañeros en la oración con una recitación. Al terminar la porción del Corán después de recitar La Apertura, él la completaba con la recitación de ‘Di: Él es Al-lah, Uno’. Entonces, cuando ellos regresaron, le mencionaron esto al Profeta (Dios lo bendiga) y él dijo: ‘¡Pregúntenle por qué hace eso!’ Así que la gente fue y le preguntó, y el comandante dijo: ‘Porque es la descripción de Al‑lah y amo recitarla’. Entonces, cuando la gente regresó y le dijo eso, el Profeta (Dios lo bendiga) dijo: ‘Infórmenle que Al‑lah, el Altísimo, lo ama’".
"¿De verdad?", pregunté, sintiéndome un poco aturdido por esta confirmación.
"Sí", dijo Yamal. "Y hay otra historia que nos cuenta exactamente cuánto del mensaje del Corán es este capítulo"[4].
Yo estaba en ascuas.
"Un hombre escuchó a otro recitando ‘Di: Él es Al-lah, Uno’ una y otra vez durante las últimas horas de la noche. Entonces, cuando la mañana llegó, el hombre fue con el Profeta (Dios lo bendiga) y le mencionó esto, y era como si creyera que eso lo desacreditaba. El Profeta (Dios lo bendiga) le dijo: ‘Por Aquel en Cuyas manos está mi alma, en verdad ese capítulo y su mensaje equivalen a un tercio del Corán’. Así que, como puedes ver, tienes razón. Es de eso principalmente que trata el Corán".
Quedé convencido. Los musulmanes realmente creen en este principio, sin peros ni condiciones, y sin ocultarlo en una trinidad ni permitir intermediarios. Este era el Dios con el que yo podía estar realmente relacionado.
"¿Y los otros dos tercios?", pregunté.
"Un tercio consiste en las historias de los profetas y las lecciones que aprendemos de su ejemplo".
"¿Qué quieres decir?"
"Lo que los profetas hicieron y dijeron, cómo proclamaron el mensaje a su gente, y cómo interactuaron con sus familias y comunidades".
"Ya veo, ¿y la última parte?"
"Esos son los mandamientos de Al‑lah respecto a cómo debemos vivir individualmente y como comunidad", dijo. "Cosas como los estatutos legales con respecto al matrimonio, el divorcio, la crianza de los hijos, la purificación, la oración, el ayuno y la peregrinación; lo lícito y lo ilícito en la alimentación y en la interacción social; leyes y castigos".
Decidí que tenía que irme y pensar sobre las implicaciones de todo esto.
Jeremy Ben Royston Boulter, excristiano, Reino Unido (parte 5 de 7)
Descripción: El Islam evolucionando en el corazón. Parte 5.
- Por Jeremy Ben Royston Boulter
- Publicado 13 Oct 2014
- Última modificación 13 Oct 2014
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Tres condiciones
Comencé a pensar en la angustia que sentí por mi familia, así que decidí esperar hasta que tres cosas estuvieran claras para mí antes de decidirme a abrazar el Islam.
1. Que mi esposa aceptara la religión igual que yo.
2. Que ella accediera a dejar su trabajo y venir a vivir conmigo en Arabia Saudita.
3. Que un problema (personal) que teníamos ella y yo fuera superado.
En otras palabras, juré que esperaría hasta que todas las condiciones fueran las óptimas y que no me haría musulmán oficialmente antes de ello.
Comencé a hablarle a mi esposa acerca de lo que había averiguado. Aunque trataba de no sonar entusiasmado, mi asombro respecto a lo que había hallado y el hecho de que estaba de acuerdo con ello debieron haber sido abrumadores. Le escribí correo tras correo electrónico y hablé mucho con ella por chat. Leía constante y ampliamente sobre el Islam todo lo que encontraba por la red, en especial argumentos que hacían musulmanes a través del apoyo bíblico de la religión. Mi entusiasmo por el descubrimiento de que el Islam no era más que la extensión de nuestra religión purificada de sus errores, por decirlo así, debió haberla afectado bruscamente al punto que estuvo consternada, y finalmente llegó a comentar: "Parece como si ya te hubieras convertido".
Esto me hizo detenerme, porque me di cuenta de que ya había hecho el paso en mi corazón, aunque no lo hubiera hecho de palabra, y mi respuesta reflejó eso: "De hecho, ya lo hice".
Desde ese instante, mi esposa se mantuvo criticándome por no consultarle antes de haber tomado una decisión tan grande. Mi defensa continua era que no me había convertido oficialmente aún, aunque ya lo hubiera hecho de corazón. Este argumento descarriló mis esfuerzos por convertirla, y nos llevó a una convivencia dolorosa y tensa durante las siguientes vacaciones que tomé en navidad y en los tres veranos siguientes. Pero esa es otra historia.
La mezquita y los huérfanos
Mientras tanto, tuve mi primera experiencia rezando con musulmanes. Un fin de semana, estaba caminando de regreso del centro de la ciudad por la noche después de una tarde de compras. Había comprado algo de ropa "nativa" y quería probármela. De hecho, iba vistiendo una bata o zaub que acababa de comprar, y llevaba la otra con mis ropas "occidentales" en un morral. El sol se estaba ocultando cuando comencé a andar hacia mi casa, y se puso cuando iba a mitad de camino. El llamado a la oración sonó desde una pequeña mezquita a la que me estaba acercando, y cientos de mezquitas por toda la ciudad le hicieron eco. Los postigos y contraventanas se cerraban y las ventas callejeras eran cubiertas con telas y plásticos. Los hombres comenzaron a caminar desde las tiendas y casas hacia las mezquitas. ¡Era impresionante! Una llamada del minarete respondida al instante. Decidí esperar a ver cómo rezaban los musulmanes.
Vacilante, seguí a los rezagados hasta dentro cuando la oración ya había comenzado, y observé cómo se alineaban detrás de dos líneas ya formadas. Levantaron las manos al unirse a la fila y luego las doblaron sobre sus pechos. Parecía bastante fácil, así que me uní al final de la línea. Varios niños se unieron a la línea después de mí, formando una especie de apéndice agitado. En cuanto los hombres junto a mí se inclinaron y se postraron, copié sus movimientos lo mejor que pude, mirando hacia los lados por el rabillo del ojo. Ellos no eran conscientes de mí, cada uno estaba concentrado en un punto directamente en frente suyo, con los ojos hacia abajo. Su comunión con Dios era palpable, y traté de compartir en el mismo canal en que se encontraban, a pesar de no tener las mismas palabras para hacerlo.
"¡Oh, Dios! Ayúdame a cumplir mi voto y persuade a mi esposa. Guíame hacia Ti y guía a mi familia. Creo en Ti, el Único Dios, y no en seres humanos como dioses".
Repetí esta oración una y otra vez como un mantra. No creo haber alcanzado el mismo nivel de comunión de mis compañeros, pero mi corazón se sintió mejor cuando terminó la oración. Cuando me puse mis medias y zapatos, dos de los niños con los que había estado alineado se me acercaron.
"Anta múslim? Limada tusali?".
Los niños se habían dado cuenta de que yo era un novato total, y tenían serias dudas respecto a si realmente era musulmán. Me mostraron cómo debía poner las manos, cómo debía inclinarme y postrarme, cómo debía poner los pies, etcétera. Por supuesto, yo no entendía una palabra del árabe, solo era consciente de que ellos pensaban que yo necesitaba mucho entrenamiento si quería pasar como un miembro más de la congregación. Ellos me señalaron que debía seguirlos y así me llevaron a su casa y me presentaron a su hermano mayor.
Preferí permanecer en la puerta sin entrar, en caso de que ellos me hubieran querido decir que esperara afuera, pero uno de los niños regresó cuando no lo seguí adentro. Me hizo de nuevo la señal de "siga" y me indicó que siguiera derecho y pasara por una persiana de cuentas colgante. Dentro había una sala árabe típica con cojines en el suelo. Un adolescente de 15 o 16 años se levantó de su posición cómoda para saludarme.
El hermano mayor era muy hospitalario, pero no pudo ayudarme a entender a los niños y qué era lo que querían. Sirvió café árabe en tazas diminutas y me invitó a compartir algunos dátiles. Yo tenía curiosidad sobre por qué los niños se entretenían conmigo, siendo el mayor apenas un adolescente. ¿Dónde estaban sus padres?
"¿Dónde están tu papá y tu mamá?", pregunté.
Pero él no entendió o no pudo explicarlo en lenguaje de señas. Me hizo el gesto de que debía esperar, así que supuse que ellos llegarían pronto a casa. Sin embargo, en vez de un hombre mayor llegó un joven en sus veinte, que apareció justo antes de la oración de la noche. Él pareció sorprenderse al verme sentado en la sala con su hermano, y ellos intercambiaron algunas palabras.
"Amerikí?"
Negué con mi cabeza. "No, inglés".
"Bienvenido. Bienvenido. ¿Café?"
Sacudí de nuevo mi cabeza, había tenido suficiente.
Él se levantó y me indicó que lo siguiera. "Tawada", dijo, que significa "hagamos la ablución". Él se frotó las manos. "Lávate; ve a la masyid".
Él quería que yo me preparara para ir a la mezquita para la oración de la noche.
"Pon la mano", dijo, levantando mi mano derecha, "sobre esta" dijo, colocándola sobre mi mano izquierda, y luego levantándolas ambas para que se apoyaran en mi pecho. Íbamos caminando y nos detuvimos justo en medio de la calle para continuar la lección, como si los autos no existieran. Me indicó el rezo levantando sus dos manos hasta las orejas. "¡Haz como yo!"
Me puse en línea a su lado, y esta vez hice mejor los movimientos.
Cuando volvimos a su casa, la cena estaba servida en una especie de mantel sobre el suelo. Le pregunté: "¿Tu mamá?"
"Mamá" parece ser una designación internacional o universal para indicar la madre. Él sacudió su cabeza e hizo el gesto de que estaba durmiendo, y luego un movimiento hacia abajo con la palma abierta hacia el suelo. "Baba wa mama fi mout, yarhamhumul-lah. Hermana cocinó".
Así que eran huérfanos, y este joven y su hermana llevaban la responsabilidad de la familia sobre sus hombros. Su inglés no era muy bueno, así que la conversación era un poco metódica. Me preguntó: "¿Te gusta el Islam?"
Le dije que sí.
"¿Por qué no eres musulmán?"
Necesitaba tiempo.
Él se ofreció a acompañarme a casa. "Si necesitas ayuda, ven en cualquier momento", dijo cuando me dejó.
Le agradecí.
Entonces, emergieron de su boca las palabras que había escuchado mil veces: "¿Necesitas algo?"
La bondad de aquella familia huérfana nunca me ha abandonado. Realmente me conmovió el cariño que mostraron, y aprecié sus intentos sinceros de guiarme. Pero la persona que tuvo el mayor efecto en mi iniciación, fue un hombre que aún no aparecía en escena. Él era un iraní con tarjeta verde en búsqueda de nacionalidad estadounidense, y estaba a punto de entrar en mi vida.
Jeremy Ben Royston Boulter, excristiano, Reino Unido (parte 6 de 7)
Descripción: El Islam evolucionando en el corazón. Parte 6.
- Por Jeremy Ben Royston Boulter
- Publicado 20 Oct 2014
- Última modificación 21 Oct 2014
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Ali Yamili
Ali Yamili era el cuarto colega musulmán "occidental" recién llegado de los Estados Unidos. Había llegado desde Jeddah porque lo primero que hizo al llegar a Arabia Saudita fue visitar la Casa de Dios y caminar a su alrededor (la peregrinación menor, llamada Úmrah). Esta fue una de las características de Ali que yo llegaría a conocer bien: su obsesión con visitar la Casa de Dios tan a menudo como le fuera posible. Llevaba gafas oscuras y se veía muy bien. Una segunda cosa que aprendería de él sería su admiración por las normas sociales y legales estadounidenses, que comparaba favorablemente con su experiencia de estas normas en Arabia Saudita. Aún bajo su exterior "occidental" estaba el corazón de alguien que amaba a Dios apasionadamente. Poco después de conocerlo, me preguntó si sabía sobre el Islam, y le dije que había estado leyendo su Libro Sagrado. Por supuesto, su siguiente paso fue preguntarme si iba a abrazar el Islam, y le comenté acerca de mis tres condiciones.
"¿Estás loco?", me dijo. "No puedes ponerle condiciones a Dios". Él utilizaba el nombre de Dios con el que me había comenzado a familiarizar al leer el Corán. "¡Prostérnate ahora mismo y pide Su perdón! Si sabes que esta es la Verdad, haz tu declaración de fe ya mismo".
"¿Por qué no debo poner condiciones?", le pregunté. "Quiero que mi familia sea musulmana también. ¿Eso es mucho pedir?"
"La Guía es para quien Dios quiera. ¿Estás rechazando Su Guía a causa de cuestiones familiares? Incluso el Profeta (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él) no pudo guiar a toda su familia, y su tío murió siendo incrédulo, a pesar de que él, en su lecho de muerte, le rogó que atestiguara que no hay divinidad excepto Al‑lah, y que Muhammad es Su mensajero", me informó.
"¡Pero quiero discutirlo primero con mi familia!", argumenté, sabiendo que ellos debía conocer mi estado mental antes de tomar un paso tan gigantesco como abrazar de manera formal y seria otra religión.
"¿Y qué pasaría si murieras antes de tener la oportunidad de convertirte?", me preguntó. "Si mueres habiendo conocido la religión y habiéndola rechazado, tu destino definitivamente será el Fuego. ¿Tienes idea de la suerte que tienes? No todo el mundo es tocado como lo has sido tú. No puedes rechazar la posibilidad que Él te está dando", argumentó persuasivamente.
En ese momento, quedé desconcertado por su actitud. Sin embargo, al reflexionarlo, sabía que él tenía razón. Yo sería un tonto si dejaba pasar esa oportunidad.
Mi confesión[1] de Islam
Mi siguiente paso fue regresar a la Oficina de Difusión Islámica y preguntarles cómo abrazar formalmente el Islam. Cuando entré en la oficina por segunda vez, fui recibido por miradas de desconcierto. Supongo que no muchos europeos blancos entraban a su oficina, así que trataron de averiguar por qué había ido yo.
Un hombre de la India,Shaij Faruq, habló primero.
"¿Qué deseas?"
Debo decir que su inglés era bueno. Sin embargo, yo estaba tan sorprendido de que él no entendiera por qué había ido a su oficina, como lo estaban ellos de mi presencia. Cuando le dije la razón, me dijo que tenía que recibir una explicación completa sobre qué es la religión del Islam y cuáles eran las condiciones de la confesión de fe.
Esto me extrañó un poco. Había esperado que me dieran la bienvenida y tomaran mi juramento enseguida, pero insistían en que yo necesitaba algo de formación primero.
Había dos personas más interesadas en ser musulmanes en la oficina, que habían llegado antes que yo, ambos de Filipinas. David era un cristiano born-again (renacido), que se había convencido del Islam durante las clases de árabe que dictaba el centro. Coincidencialmente, él era el electricista que daba servicio en el aparta hotel donde yo me hospedaba. John, sin embargo, había sido persuadido de hacerse musulmán porque su esposa era musulmana. Él había sido arrastrado a la oficina por David, que era su amigo.
Se hicieron los preparativos para que nosotros tres hiciéramos juntos la doble declaración en presencia de dos testigos musulmanes. Después de eso, seríamos musulmanes oficialmente. Ellos le pidieron a un divulgador religioso que nos diera las explicaciones ese mismo fin de semana, después de la oración del mediodía el jueves.
Ya que David y yo vivíamos en el mismo aparta hotel, John vino por los dos y fuimos juntos al centro. Ellos nos mostraron el área principal de descanso, que ahora tenía cojines en el suelo alrededor de la sala con apoyabrazos para la ocasión. El Shaij Ehab –oAbu Abdurrahman, como lo conozco ahora, el hombre que me había dado el Corán en primer lugar– y el Shaij Faruq, a quien había conocido cuando fui a la oficina para preguntar cómo hacerme musulmán, estaban allí juntos esperándonos. Entonces, el Shaij Ibrahim, el gerente del Centro Ha’il de Divulgación, hizo entrar a dos hombres que yo no conocía. Aparentemente, eran voluntarios. El Shaij Sa’udtrabajaba para la Compañía Eléctrica Saudita, y el Shaij Abdul Azizpara la Compañía Telefónica Saudita. Fue el Shaij Sa’udquien dio la charla.
Él explicó cuidadosamente que el Islam es una religión monoteísta, y que abrazar formalmente el Islam es un gran paso. Una vez uno hace eso, no hay vuelta atrás, pues si uno se echa para atrás cometería apostasía, lo que es muy grave.
Le dije que sabía de la seriedad de ese paso.
Entonces, me habló de los seis puntos concernientes al credo. "Primero, debes saber y creer en tu corazón y en tus oraciones que Al‑lah es tu Dios y que no hay divinidad excepto Él".
"Esa es la razón básica por la que estoy aquí", pensé.
Él levantó su mano. "Esto significa que no tomarán ningún objeto ni imagen como foco de su adoración a Dios, pues ellos son ídolos. Su adoración deberá ser dirigida a Él, no a través de ningún ser humano ni espíritu, sea profeta, sacerdote, ángel o criatura mitológica. ¿Entienden lo que digo?"
Todos estuvimos de acuerdo en que lo habíamos entendido bien.
Entonces, él continuó. "También deben creer en Sus ángeles, que son los mensajeros de Dios. Ellos llevan Su palabra a los profetas y hacen todo aquello que Él les ordena que hagan en la Tierra y en los cielos".
Asentí con la cabeza junto a David y John. Fueron los ángeles los que destruyeron Sodoma y Gomorra por órdenes de Dios, y fueron los ángeles los que le comunicaron a María acerca de Jesús.
"Y deben creer en el mensaje de Dios, que pueden hallar en el Corán, y que fue enviado a diferentes profetas en la Tora, los Salmos y el Evangelio, antes de él. Creemos que todos esos libros fueron originalmente revelados a los profetas por Dios".
"Muy justo", pensé.
"¿Creen que todos ellos fueron revelados por Dios a través de Sus ángeles a Sus profetas?"
Todos respondimos afirmativamente.
"Los musulmanes deben creer en todos los profetas, naturalmente, y ellos son los que nos han dado el Mensaje de Dios desde la época de Adán. Muhammad es el último de los profetas porque el Corán es el mensaje final para la humanidad, y nos dice que él es el Sello de los profetas. Y deben creer que Jesús (Dios lo bendiga) no es Dios ni el hijo de Dios. Él es un hombre, como nosotros, creado por órdenes de Dios en el vientre de María, y un Mensajero de Dios, tal como Muhammad (Dios lo bendiga). ¿Qué dicen a eso?"
"Jesús fue un Profeta, como Muhammad", dijo David. Yo asentí. "Por supuesto", pensé.
"También deben creer que seremos resucitados y juzgados en el Día Final, y que en el Más Allá hay uno de dos destinos esperándonos: El Jardín o el Fuego. Esta es la base de nuestro libre albedrío. Elegimos a dónde iremos por nuestras obras en este mundo".
Esta también es una parte integral de la creencia cristiana, así que no hubo problema en asimilarla. Todos respondimos afirmativamente que habíamos entendido y estábamos de acuerdo.
Pie de página:
[1] http://www.sahihalbukhari.com/sps/sbk/sahihalbukhari.cfm?scn=dsphadeeth&HadeethID=3202&txt=a%20spirit
Jeremy Ben Royston Boulter, excristiano, Reino Unido (parte 7 de 7)
Descripción: El Islam evolucionando en el corazón. Parte 7.
- Por Jeremy Ben Royston Boulter
- Publicado 20 Oct 2014
- Última modificación 21 Oct 2014
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"Finalmente, deben creer en la predestinación, que significa ‘destino’. Esto es, que todo lo que acontece en este mundo es por voluntad de Dios. Si algo que les ocurre les gusta, deben decir ‘alabado sea Al‑lah’. Y si no les gusta, es una prueba o un castigo de Él. Entonces, deben decir ‘alabado sea Al‑lah’, y arrepentirse y corregir lo que sea que estén haciendo mal. Sobre todo, deben tener paciencia, y esperanza de que lo mejor está a la vuelta de la esquina".
Esto último estaba más allá de mi entendimiento, y me resultó difícil de comprender. Incluso los compañeros le preguntaron al Profeta: "¿Por qué deberíamos molestarnos en obrar, si no podemos evitar nuestro destino? ¿Deberíamos dejar de hacer obras y confiar en Al‑lah?"
Su respuesta fue que no debemos dejar de hacer obras. Dijo que los hombres y mujeres destinados al Infierno, aunque sus obras fueran buenas hasta cierto punto de su vida, comenzarían a hacer obras que les granjearían el fuego cuando se acercaran a su muerte. Y el hombre o la mujer destinada al Paraíso, aunque no tuviera obras buenas a su nombre hasta cierto punto de su vida, comenzaría a hacer las obras que le conseguirían el Paraíso cuando se acercara a su muerte. Lo que eso significa para el individuo es que debe hacer obras buenas ahora mismo, pues nadie sabe cuándo va a morir. No sabemos para qué estamos destinados, así que debemos ejercitar nuestro libre albedrío en lo que hacemos. Y si queremos ser de los favorecidos, debemos esforzarnos en hacer buenas obras en el presente, en caso de que la muerte nos encuentre de improviso.
Aun cuando yo no tenía del todo claro este último punto, estaba muy de acuerdo con los primeros cinco puntos del credo, y ni David ni John objetaron. Cada uno de nosotros dijo: "Estoy listo".
Él tomó por separado la confesión de fe de cada uno de nosotros. Cuando me llegó mi turno, me dijo: "Repite después de mí: Ash-haddu an laa ilaha il-la Al-lah, wa ash-haddu ana Muhammadan nabian wa rasulu Lah".
El baño purificador y una vida nueva
Él explicó que todo aquel que dijera libremente y con sinceridad estos dos testimonios, no solo se convertía en musulmán, sino que Al‑lah le prometía el Paraíso, aunque sus obras fueran pocas. Entonces, dijo: "Ahora deben bañarse y hacer su primera oración formal, que será la oración del medio día, seguida de la oración de la media tarde. Yusuf les mostrará cómo hacerlo".
Incluso antes de que aprendiéramos cómo hacer la ablución, los hermanos vinieron y nos abrazaron, con sonrisas y felicitaciones vertidas sobre cada uno de nosotros. Entonces, escuché una pregunta que oiría muy a menudo, tanto que llegué a creer que era una parte necesaria de abrazar el Islam: "¿Qué nombre vas a tomar, ahora que eres musulmán?"
"¿Por qué debería cambiarme el nombre?"
"Estás comenzando una vida nueva, como un recién nacido. ¡Apenas tienes un minuto de edad!"
Bueno, no lo había decidido, puesto que no había pensado en ello. David y John mantuvieron sus nombres, simplemente los tradujeron al árabe como sus pseudónimos musulmanes, DawudyYahiah. Yo retrasé mi decisión.
Todavía había luz de día, pero eran casi las tres y media de la tarde. Yusuf era un divulgador chino, uno de los asistentes del centro. Él nos mostró cómo hacer ablución en la zona de ablución pública, explicándonos cada parte. Fue tanto más claro como más apegado a la normatividad que lo que los huérfanos me habían mostrado.
Él se aseguró de que yo lo hiciera bien, y luego me dijo que fuera al baño. "Cuando rezas, debes estar libre de distracciones como hambre o sed, o la necesidad de ir al baño. También debes tener cuidado con las flatulencias, ya que ellas rompen la pureza y obligan a hacer la ablución de nuevo".
Después de que terminé de aliviarme, debía tomar un baño. El baño sería mi purificación, y señalaría mi entrada al Islam, preparándome para mis oraciones combinadas de la tarde. Suponía que era algo similar al bautismo que Juan el Bautista insistía a sus seguidores que debían hacer si querían seguirlo en la religión que predicaba. Ningún cepillado formal en la cabeza con "agua bendita" como señal de haber nacido al cristianismo, sino la inmersión completa en una corriente de agua, realizada voluntariamente por personas adultas que hubieran elegido su religión. Yo también debía mojar todo mi cuerpo, pero no por inmersión, en una corriente o río, ya que no hay ninguno en Arabia Saudita. Lo que debía hacer, consistía de cuatro etapas básicas. Tenía que lavar bien mis partes privadas y luego hacer ablución de nuevo, lavar mi cuerpo con un baldado de agua comenzando por la derecha, y finalmente verter un jarro de agua sobre mi cabeza, asegurándome de que todo mi cuerpo recibiera una ducha. Hice lo que se me pidió y salí para mi primera experiencia como musulmán practicante.
Yusuf nos llamó y nos dijo que nos mostraría lo que debíamos hacer. Entonces, dijo que nos lideraría en la oración, ya que era nuestra primera vez.
La dirección de la oración es mirando hacia La Meca, donde se encuentra la Kaaba, y consiste en ponerse de pie con las manos dobladas sobre el pecho, hacer una reverencia (una vez en una unidad de oración), postrarse (lo que se hace dos veces) y sentarse sobre los pies de uno (lo que se hacer entre pares de unidades de oración y entre postraciones, y al final de la oración). Todo lo que aprendí sobre cómo realizar la purificación y la oración, se encuentra explicado en otros artículos de este mismo sitio web.
La historia de cómo adopté al Islam como mi religión, terminó con esta primera oración formal. Sin embargo, muchas pruebas y problemas surgieron después, pero esa es otra historia. Si también sientes que debes abrazar el Islam, recuerda: el Islam es el refugio espiritual, la seguridad del apoyo de Al‑lah. También es el inicio de muchas pruebas, pues Al‑lah hace de la vida una prueba constante para los creyentes. Tus problemas en este mundo no se irán automáticamente, pero se derretirán uno tras otro con la ayuda de Al‑lah. Así que sométete a Él y sé paciente, y Al‑lah te hará uno de los que Él recompensa dos veces. Mis versículos favoritos del Corán son de Los Relatos (Al Qasas), el capítulo 28, versículos 51-55.
"Les he revelado la palabra para que reflexionen. Quienes recibieron Mi revelación antes de él, creyeron en él. Cuando se les recita [el Corán] dicen: ‘Creemos en él; es la Verdad que proviene de nuestro Señor. Antes de escucharlo ya éramos musulmanes [sometidos a Dios]’. Ellos recibirán su recompensa dos veces por haber sido perseverantes, haber respondido el mal con bien, y haber dado en caridad parte de lo que les había proveído, y cuando oían conversaciones frívolas se apartaban de ellas y exclamaban: ‘Nosotros responderemos por nuestras acciones y ustedes por las suyas. ¡Que la paz sea con ustedes! No deseamos tratar con los ignorantes [de corazón]’".
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